Un tapn tipo Arizona en el Suchiate; migrantes buscan nuevas rutas

A fin de frenar el paso ilegal por la porosa frontera con Centroamérica, el gobierno mexicano construyó una garita similar a los retenes de la Border Patrol: tienen rayos gama, detectores infrarrojos, perros policía, militares y agentes aduanales

Víctor Hugo Michel

[dropcap]L[/dropcap]a advertencia ha corrido de norte a sur, avanzando por toda la ruta del migrante, pasando de boca en boca: hay que evitar a toda costa la carretera federal 200. Mejor tomar la sierra y los caminos de extravío para no caer en el retén, con sus rayos gama, detectores infrarrojos, perros policía, destacamentos de militares, batallones de migras y agentes aduanales.
Quien cruza por ahí llega al final de su camino. «Por ahí te agarran. ¡Están muy duros! Muy pocos están alcanzando a llegar siquiera a Pijijiapan. Nunca imaginé ver algo así (en México)», dice Olvin Serrano, un .migrante hondureño. Se refiere al más moderno retén que jamás se haya construido en la frontera sur del país, una estructura de 25 hectáreas que ha comenzado a bloquear las rutas tradicionales de migración -y contrabando desde Centroamérica.
Aunque en su forma pareciera un relato de la frontera norte, en realidad es de Chiapas, donde la crisis de seguridad de los últimos años y la oleada migratoria de los últimos meses han detonado un cambio radical en la manera en la que el gobierno mexicano vigila su tradicionalmente porosa frontera con Centroamérica, emulando cada vez más el modelo estadunidense de férreo control fronterizo con base en tecnologías de punta, retenes carreteros y un sustancial refuerzo en el número de agentes dedicados a vigilancia.
El endurecimiento e influencia de la doctrina de Estados Unidos es evidente en Huixtla, un poblado estratégico que está a la mitad del camino entre el río Suchiate y Arriaga y desde donde periódicamente parten convoyes de La Bestia, el tren que lleva al norte. Ahí, un nuevo centro de control con tecnología de última generación -donada por Washington a través de la Iniciativa Mérida ya ha cerrado el camino a la migración ilegal. Como en la frontera norte, está forzando a los indocumentados a buscar nuevas rutas.
Sobre la carretera federal 200, a unos 10 kilómetros de Huixtla, un letrero anuncia simplemente «Área de Revisión Migratoria». Ésta, que ha sido históricamente una de las sendas empleadas por migrantes en su trayecto hacia Veracruz, hoy se encuentra copada por un «Punto Interno de Control» con una bandera monumental de México a la entrada, una construcción inédita.
Es una garita no fronteriza que controla el acceso al norte de México. El equivalente mexicano a los retenes de la Border Patrol en las carreteras estatales de Arizona, por así decirlo.
Pero así como la 200 se ha cerrado, lo mismo ha sucedido en otras vías que conectan con Centroamérica: tres instalaciones similares han sido construidas en Chiapas, en poblados de alto tráfico de indocumentados e incluso en zonas de influencia zapatista como La Trinitaria, Palenque y Catazajá. Todo, a un costo de varias decenas de millones de pesos, de acuerdo con documentos de Hacienda en poder de este diario.
Tan solo el PICHuixtla costó 75 millones de pesos a las administraciones de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Funciona a tope desde junio del año pasado, con destacamentos permanentes de infantes de Marina, soldados del Ejército, policías federales y elementos del Servicio de Administración Tributaria entrenados por el Buró de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (CBP).
Ubicadas en distintos puntos, las cámaras de sus lectores de rayos gama -que desnudan a camiones, camionetas y autobuses en busca de compartimientos ocultos son monitoreadas a más de mil 200 kilómetros de distancia, en un centro especial del SAT en Querétaro. Fue posible observar la revisión de un vehículo introducido a un escáner de varios metros de diámetro.
La influencia estadunidense en el diseño del PIC también es evidente en que es casi una calca del puerto de entrada de San Ysidro, en San Diego, con áreas para tránsito peatonal y vehicular. Por primera vez en la historia de la frontera sur, como se hace en carreteras de Estados Unidos -en puntos de entrada como Calexico, El Paso o Brownsville, el Punto Interno de Control somete a todas las personas que van de sur a norte a revisiones exhaustivas.
El objetivo del retén, según adelantaba desde 2012 un análisis del Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales obtenido vía transparencia, es simple: alcanzar «el control (total) de los flujos de personas, mercancías y vehículos». Eso, en una de las carreteras más socorridas por migrantes, pero también por contrabandistas, narcotraficantes y vendedores de armas.
En el refugio de migrantes Belén de Tapachula el retén se ha hecho de una fama casi legendaria. Hace unos días, migrantes centroamericanos advertían que era tan duro su control sobre la carretera que habían comenzado a tomar por caminos de extravío en reservas naturales, con la esperanza de saltar esa parte de la 200 y quizá llegar más al norte, a Arriaga.

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En el camino al norte las anécdotas del cambio se acumulan. Un salvadoreño cuenta que la migra es cada vez más eficiente en eso de atraparlos. Un hondureño, que los retenes se han multiplicado. Un guatemalteco dice no reconocer la frontera high tech que está emergiendo al sur. Y mientras tanto, la cifra de deportados escala a cifras récord. Iban 60 mil hasta julio pasado, de acuerdo con diarios estadunidenses.
En Huixtla, hasta hace poco una ciudad a la que los migrantes llegaban para reabastecerse en su camino al norte, esa nueva realidad se percibe. Desde aquí partía La Bestia hasta antes de que el huracán Stan destruyera las vías, hace ya casi una década. En los últimos dos años la ruta se ha reactivado: el tren corre nuevamente junto al pueblo.
Pero a la tecnología del PICHuixtla se agrega también un renovado enfoque de patrullaje humano. La Policía Federal es ahora tan temida como el INM por parte de los centroamericanos y tiene en la carretera un retén independiente.
A la par de que la PF incrementa su control en la zona, la semana pasada hubo un operativo en el que agentes de Migración detuvieron con «suma facilidad» a un centenar de centroamericanos, según el cura Heiman Vázquez, párroco y encargado del refugio de migrantes de Huixtla.
«Los detuvieron a casi todos. Había agentes de civil que se mezclaron entre los migrantes. Solo escaparon tres muchachos que vinieron a parar con nosotros», dijo. En sus conversaciones con indocumentados ha notado un cambio de estrategia que se asemeja al que ocurrió en el norte, tras el cierre de la frontera en California y Texas en la década de los noventa: la búsqueda de rutas alternas, no siempre seguras. «Cada vez es más difícil salir de Chiapas y eso los está obligando a tomar por caminos remotos».
Como si fuera un reflejo de lo ocurrido en Arizona luego del cierre de las rutas tradicionales de San Diego y Brownsville por parte de la Patrulla Fronteriza, los indocumentados centroamericanos en Chiapas ahora están encaminándose por zonas más remotas, en las que corren no solo el peligro de ser víctimas de los elementos, sino de la delincuencia. «Ahora se están viendo obligados a irse más lejos. A caminar en medio de la sierra y obviamente ahí están quedando más vulnerables», dijo Vázquez.
Lo que se sigue transmitiendo de boca en boca es el temor al retén. A Olvin Serrano lo salvó un conductor de microbús.
-Bájate aquí porque allá adelante tu gente ya no pasa -le recomendó.
(Con información de Milenio)

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