Buen farsante
Rodrigo Ramn Aquino

Así como nadie puede llamarse a sí mismo poeta, término que por consenso confiere la comunidad poética, tampoco nadie debería llamarse a sí mismo político.
Repararé en esta ocasión en el caso del joven Fidel Álvarez Toledo, en cuya cuenta de Facebook, que promociona su imagen por unos cuantos miles de pesos al mes, pone como aspecto principal de su perfil: «político».
De dónde. Que se sepa es un funcionario. Un servidor público insipiente (no estoy siendo grosero, con insipiente me refiero a falto de sabiduría, de buen juicio, de experiencia).
Un rostro joven aspirante a formar parte de la comunidad política del estado, sí. Un cuadro verde con más de un padrino político, sí. Un funcionario de medio pelo con los suficientes recursos para promocionar su imagen por toda la capital, harto de sobra que sí. Mañoso desde ya, sí. Político, no.
Este jovenazo es de la clase emergente que cree que imitando en todo al fenómeno electoral Manuel Velasco tiene un puesto de elección popular asegurado. Los de la lógica de que si te alcanza para comprar espacios publicitarios, poco importa el trabajo de campo ni el conocimiento de los asuntos que en verdad le interesan a la población.
«Fiel» a la demagogia (entiéndase ésta como la práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular), suelta en su cuenta de Twitter: «Desde aquí hago un amplio reconocimiento a todas nuestras mujeres indígenas chiapanecas. #DíadelaMujerIndígena».
Oiga, Fidel, en qué su «amplio reconocimiento» ayuda en lo mínimo a mejorar sus condiciones de vida, en qué abona el que por un día se acuerde de ellas a evitar la discriminación y garantizar el ejercicio pleno de sus derechos políticos y sociales.
De cierto es que nada desprestigia más a la actividad política que personajes sin liderazgo, sin representación, sin respaldo popular, sin compromiso social. Personajes advenedizos que sólo ven en la política (la forma en que hoy se hace política) el medio para saciar su ambición personal.
No, Fidelito, usted podrá tener muchas virtudes, que desde luego desconozco, pero de algo sí estoy seguro, político no es. El título de político debe venir del pueblo, una vez que usted haya probado capacidad, conocimiento, sensibilidad por las causas que unen a la comunidad. En el mejor de los casos, usted es un buen farsante.

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