Vida privada y nivel de critica / Angel Mario Ksheratto

¿Tenemos capacidad de crítica? ¿Qué relación tiene una boda con la cuestión electoral? ¿La vida privada de un político debe estar por encima de la problemática real de un pueblo? Puede ser que el costo a pagar por la fama y el poder, sea la confinación social. El constante acoso en forma de reclamo por actos u omisiones o, en la mayoría de los casos, por desinformación y por la mera gana de fastidiar sin fundamento, es parte de la idiosincrasia mexicana, fortalecida en los últimos años con la aparición y apogeo de las redes sociales que se han convertido en válvula de escape a todo tipo de emociones colectivas.
Lo que se advertía como la parafernalia en torno a las nupcias de Manuel Velasco Coello y Anahí Puente Portilla, terminó en un evento austero y discreto que de todas formas, elevó la animosidad de quienes, sistemáticamente, han atacado de manera personal a Velasco Coello, quien, dicho sea de paso, ha sido tolerante aún con quienes le han lanzado los más graves insultos y majaderías.
La «crítica» desatada tras el sorpresivo enlace matrimonial, no se sustenta en actos que pudieran ser nocivos para la sociedad, ni aporta nuevos elementos para considerar que éste traspasó los límites de los cánones sociales, religiosos e incluso, políticos. Cumplió, como todas las bodas, con lo moralmente establecido.
Algunos articulistas de medios nacionales, repitieron por enésima ocasión, el refrito mediante el cual, insinúan que Velasco, cumple cabalmente el ritual que Peña Nieto realizó para alcanzar la máxima magistratura del país. Otros, relacionaron su boda con la propaganda electoral y otros más, con la cuestión de las apariencias sociales. Nada sustancial.
El nivel de esa «crítica», sorprende. Y no por la ligereza de los epítetos, sino por la falta de calidad, oportunidad y contundencia de ésta. Es una crítica que, por desgracia, se basa en especulaciones y se alimenta de rumores. Preocupa que una sociedad, aparentemente más informada, frivolice su opinión con respecto a sus gobernantes y se deje arrastrar hacia un laberinto sin salida, mientras hay problemas de fondo que le afectan seriamente.
Que un gobernante se case, no tiene nada de malo; es derecho suyo hacerlo cuando así lo considere, como lo haría cualquier otro ciudadano común y corriente. Recordemos que la vida privada de todo ciudadano, es sagrada. Constitucionalmente hablando, el derecho a la vida privada y a la intimidad personal, es un derecho humano que nadie puede vulnerar, a no ser que se quiera discriminar, ofender y violar esa prerrogativa que es además, universal. Recordemos también que, en lo que a la libertad de expresión concierne, ésta no tiene más límite que el respeto a la vida privada.
Vale la critica a su desempeño como gobernador. Señalar y cuestionar aquellas acciones que afectan de manera negativa a los gobernados, es función no solo de periodistas, sino de la sociedad en su conjunto. Resaltar las omisiones en que se incurra durante el ejercicio del poder y exigir el cumplimiento de las leyes, es deber de todo ciudadano, siempre y cuando, se tengan los elementos probatorios.
Es válido exigir a la ahora primera dama, responsabilidad para el nuevo desempeño que como consorte le corresponda; valdrá también la pena, estar pendientes de sus resultados. Trasladar el legítimo reclamo a la esfera de la vida privada de Velasco Coello y su esposa, es banalizar la vida pública de todo el estado; es no dar la importancia requerida a los derechos y obligaciones que todos tenemos.
Si algo un tanto divertido debemos sacar de esto es que, quienes más crueles y malévolos han sido con los contrayentes, son los que se mueren por tomarse una foto con el gobernador y su señora para presumirla a las redes sociales; y lo más inquietante es que de las oficinas gubernamentales, es de donde sale la mayoría de esas «críticas».
Nos falta, por lo visto, conocer los tres niveles de inteligencia que, según Immanuel Kant, son necesarios para la construcción de la crítica: Percepción, entendimiento y razón. Es sana la crítica; necesaria por sobre todas las cosas. Pero debe estar fundamentada y orientada hacia el trabajo público de los gobernantes, nunca sobre su vida privada. A nadie le gustaría ser blanco de chismes y señalamientos malintencionados sobre su intimidad. Vivir y dejar vivir, es una norma popular que deberíamos poner en práctica para ser una sociedad mejor. Mientras, solo seremos protagonistas de una pésima telenovela. Elevemos el nivel de nuestra crítica.

amksheratto@hotmail.com
http://ksheratto.blogspot.com
@ksheratto

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *