Alvarado, las obras que nunca imagine / Ruperto Portela Alvarado

Hoy, precisamente cuando la honradez, la honestidad están en duda desde las esferas del poder, habría que hacer el recuento de los Presidentes Municipales de Alvarado que habrán de pasar a la historia por sus buenas acciones y obras. Serán poco los que recuerdo con ese inmediato recorrer de mi memoria histórica.
Pero al margen de esos sucesos, unos agradables y otros totalmente adversos, tengo que reconocer aquellos tiempos de un alcalde gentil, pero autoritario como Efrén Hernández Vera, el mismo que inventó la multa administrativa de 99-99, o sea, que por un centavo no llegaba a los cien pesos que era el mayor sanción económica que impusiera a los «infractores de la ley».
Además, fue dos veces alcalde: 1955-58 y 1964-67. Creo que en esta última gestión me toco saber de él. Hay una anécdota de Efrén Hernández Vera que, cuando le impuso multa de un bulto de cemento a un riquillo, el susodicho mandó a un empleado a entregar la reparación de la falta, a lo que le dijo: «no, la multa también implica que me lo taigas cargando». No sé si sea cierto, pero parece que fue en el segundo mandato de Don Efrén –como se le conocía en el pueblo—que se empezaron a pavimentar las calles.
Algo me mueve a pensar que hubo alcaldes sin mucha presencia y relevancia. Me puedo acordar del ingeniero Manuel Hérbeles Fernández (director de la Escuela Secundaria y de Bachilleres) quien llegó a la Presidencia período después de una revuelta por «fraude electoral» (¿ya había trinquetes?) y se atrevieron a sentar en la silla presidencial a mi tío Ángel Portela Sánchez, quién por eso fue recluido en el otrora penal de «Allende» del Puerto de Veracruz, junto con otros compañeros.
No quiero acordarme de José Antonio «Toño» Gamboa, «El Nevero» que heredó el negocio de «Tío Luis» porque fue quien me tuvo detenido cuando fui a defender a mis hermanos Gabriel y David a causa de una trifulca que habían protagonizado. Pero fue mi papá, Celedonio Portela Sánchez quien me mandó como el «Abogado del Diablo». Yo hasta ahora no tengo conocimiento de algo relevante que haya realizado el Ayuntamiento presidido por Toño Gamboa.
Pero habrá sido allá por 1964 cuando se abrió la «Calle Nueva», prolongación de Juárez y que va a dar a la entrada de la Playa. Eso era un médano enorme que tuvo que ser cortado a la mitad para que pasara esa útil avenida que lleva también al malecón. Al lado se construyó la escuela primaria María Dolores Mojica Portela y enfrente, hasta arriba, un frustrado proyecto de un hotel llamado «SanFer».
Habrá sido en ese año (1964) antes o los dos subsecuentes que se inició la construcción del puente y la carretera que conecta a Alvarado con Paso Nacional; los pueblos de la región como Lerdo de Tejada, Ángel R. Cabada, la región de los Tuxtla y la salida a Tlacotalpan, Cosamaloapan y las comunidades de la Cuenca del Papaloapan.
Hay que recordar que la carretera «Panamericana» pasaba por el centro de la ciudad, desde donde estaba el burdel «La Curva», la Termoeléctrica que fue también la Escuela Práctica de Pesca. Adelante «El Repito», la gasolinera de Julio Yunes –en cuya casa estaba la «Santa Cruz»– hasta llegar a la rivera y el atracadero de la panga y el ferry para cruzar los ríos «Blanco» y «Papaloapan» que constituyen la Laguna de Alvarado.
Uno de los presidentes municipales de Alvarado que recuerdo con agrado es el ingeniero José Luis Zamudio Alavés, un hombre dedicado a sus exitosas empresas, pues considero que no es un político de carrera, pero ha sido alcalde de la Heroica y Generosa, Ciudad y Puerto de Alvarado, en dos ocasiones. Su obra, sus acciones y conducta lo ha llevado a tener el reconocimiento –muy difícil por mis paisanos—de los alvaradeños.
José Luis Zamudio fue alcalde en los períodos 1982-85 y 1992-94. Hoy tiene 81 años de edad y sigue en la actividad en beneficio de Alvarado y los alvaradeños. Se dio a la tarea de rescatar tradiciones como «Las Cruces de Mayo», los sones, versadas, décimas y el fandango jarocho que es algo que identifica a la tierra que nos vio nacer.
Pero siempre he dicho que una de las obras que le reconozco al ingeniero José Luis, cuando nadie le quería entrar, es la pavimentación de la calle de los barrancones que colindan con el Barrio La Fuente, entre Guerrero y Aldama, lo que es la calle Ignacio Ramírez «La Bajada»; aunque tengo entendido –y lo leí en «El Quijote de Alvarado»â€”que mi maestro Zamudio Alavés— impulsó la construcción del acceso al balneario «La Cava» y en su momento quizá, también la carretera que va del puente a «La Trocha»; lo que no sé de cierto.
Nunca imaginé que algunas obras se fueran a construir y ahí está la carretera inter-colonias que conecta desde el «Infonavit», «El Pescador», «Vista Hermosa» y otras, hasta la bajada a «La Trocha», por lo que fue el camino de «San Joaquín» y alguna vez el rastro. También vi la obra del malecón de «La Playa» a «La Trocha» que me dejó maravillado. Será un excelente corredor, y como ya lo publicó «El Quijote», tiene un avance del 80 por ciento en una inversión de 30 millones de pesos. Las fotos no mienten y mis ojos menos.
Solo que los alvaradeños –algunos puedo decir—no se deben olvidar de Mauricio de Jesús Scheleske Sánchez, un funcionario de la Armada de México que vivió muchos años como «Residente de Marina» en Alvarado y quién, en una carrera disciplinada llegó a ser Vice y Almirante con el reconocimiento de titular de la Secretaría de Marina (1-diciembre 1988/17-julio 1990), durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Y digo que Scheleske está en mi memoria histórica porque mis hermanos, Cecilio «Chilo», Gabriel Portela Alvarado y yo ocasionalmente le entregábamos en su domicilio (una casa que está junto a lo que fue el bar «El Apolo» y por un tiempo sede del Seguro Social, IMSS) los periódicos «El Esto» y «El Sol de México», de los que mi madre Gregoria Alvarado Valerio, era la concesionaria.
Y lo recuerdo porque en su gestión de Secretario de Marina, siempre tuvo gentilezas para con Alvarado y los alvaradeños. Fue quien inició la construcción del escollerado en el lado de las «Las Escolleras» que a la fecha lleva un gran avance, resolviendo de gran calado, las inundaciones que año con año padecían en los pueblos rivereños de la Cuenca del Papaloapan y el azolve de la bocana donde desembocan los afluentes del los ríos Blanco y Papaloapan, al Golfo de México.
Ahora «Las Escolleras» también pueden presumir que tienen un malecón formal y totalmente alumbrado. Ya no son aquellos pobladores que tenían que batallar con el lodo y el rezumo del río. Sus estatus de vida han cambiado a pesar de que la pesca es escaza y muy lejana la actividad donde tienen que soltar sus artes pesqueras. Por eso digo que «Alvarado ya no es el mismo», aquel pueblo de calles arenosas y de gran tranquilidad. Todo ha cambiado y tenemos que ceder el paso a la modernidad y la tecnología…RP@…
Con un saludo desde la tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya. Y la Ciudad del Caos, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Para contactarme: rupertoportela@gmail.com

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