Conoce a Enrique Garcia, el mejor amigo del perro

Es amante de los perros desde niño; con el paso de los años se convirtió en rescatista y desde 2013 es un ángel para muchos de ellos; construye sillas de rueda funcionales y de muy bajo costo para mascotas parapléjicas; ha hecho envíos a todas las entidades de la república y aunque no vive de este negocio, devolverle el ánimo a un animal es el pago más grande de su activismo

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]nrique García es simpático y de apariencia sencilla; un hombre que se acaba en un metro y sesenta y tantos centímetros, risueño y de ojos expresivos.
Sentado desde su negocio de reparación de telefonía celular, me observa llegar. Inmediatamente me extiende de la mano y me hace sentir como en casa, aunque se disculpa por el desorden: —Me acabo de cambiar de local—, explica, mientras intenta acomodar los materiales que andan sueltos.
La plática fluye instantáneamente, no hay necesidad de preguntas, sus respuestas van y vienen solas; está entusiasmado y su labor lo reconforta tanto que no hace pausas al contarme cómo surgió y qué es lo que, hasta ahora, ha logrado.
A Enrique le gustan los perros desde que era un niño; con el paso de los años se convirtió en rescatista y desde 2013 es un ángel para muchos de ellos. Todo inició en Facebook, red social en la que mantiene contacto directo con la activista Claudia Cisneros y por quien supo de la existencia de «Chester», canino parapléjico que llegó a esa condición como resultado de los abusos que durante meses sufrió.
Tras romperse la cadera, fue arrojado desde un puente y aunque la caída no lo mató, sí complicó su lesión. Su historia conmovió a Facebook, en cuestión de horas era noticia local y Enrique, al sentirse conmovido por la historia, comenzó a buscar proveedores de sillas de ruedas para perros con el objetivo de apoyar a «Chester».
Sin embargo, la búsqueda fue en vano. Al no encontrar respuesta, inició por su cuenta una investigación minuciosa de cómo armar una silla de ruedas para mascota; valiéndose de libros, información colgada en internet y sus propios conocimientos empíricos, Enrique construyó su primera silla, un monstruo —como él la describe— hecha de PVC, funcional pero incómoda, demasiado pesada para el animal.
«Chester» era una estrella en las redes sociales y tanto él como su silla se hicieron inmediatamente famosos. En un par de días, Enrique tenía decenas de solicitudes para fabricar sillas de rueda para mascotas; pues los dueños argumentaban que en todo el estado no habían encontrado a una persona que las trabajara.
Aunque Enrique consideró su trabajo algo insignificante y, desde luego, improvisado, no dudó en apoyar a los necesitados pues él comprende lo que es ser parapléjico: «Por algún tiempo tuve que usar silla de ruedas, la depresión y la incapacidad que te produce estar en esa condición es inexplicable, no se la deseo a nadie, mucho menos a un animal que muchas veces no tiene la suerte de tener una familia que le dé amor y cuidados», relató.
Fue así como Enrique aceptó todas las solicitudes e inició con los trabajos de elaboración a prueba y error; perfeccionando sobre la marcha, la técnica, los diseños y los materiales.
Como resultado obtuvo una silla funcional y de muy bajo precio; en el mercado nacional —cuenta Enrique—, una silla oscila entre los 3 mil y los 5 mil pesos; la suya, se vende en 900 pesos o mil 500, dependiendo de las medidas.
Para él, esto no es un negocio, de ahí que los precios sean tan accesibles; además, los materiales que usa para la fabricación son reciclados y recordando todas las historias, me explica cómo le recorre un escalofrío por el cuerpo al ver la reacción de los perros al volver a caminar, una dosis de adrenalina de la que, afirma, se ha vuelto adicto.
—Yo no vivo de eso, yo vivo de mi negocio y muchas de las sillas que fabricamos en «Turbo Can» salen de las donaciones, de las ganancias que mi propio negocio tiene.

Turbo Can

Desarrollar el proyecto de «Turbo Can» le llevó aproximadamente un año.
—De que hay sillas en el mercado, las hay, con un costo elevado y que al mes ya tienen al perro golpeado.
Enrique quería ayudar pero hacerlo bien; crear un producto que no sólo sacara de la maltrecha condición a los animales, sino que además los hiciera felices; por eso viajó a la Ciudad de México, para ver y estudiar los diseños de las sillas de ruedas que utilizaban algunos de los perros rescatados por «Milagros Caninos», asociación civil; ahí encontró la respuesta a muchas dudas y sólo unos meses bastaron para ver terminado el proyecto que le cambiaría la vida.
Cada silla es única. Se distinguen por estar fabricadas con una base tubular galvanizada de poco peso, su estructura está soldada con micro alambre y los ángulos que tiene están hechos para que el perro pueda descansar y tenga estabilidad; los materiales son 100 por ciento lavables y el perro no tiene dificultad para hacer sus necesidades. Las sillas tienen un peso aproximado de un kilo, por lo que son las más ligeras del mercado.
Las ruedas que usa son exclusivamente de carriolas, pues son menos rígidas que el resto y, a diferencia de otras, absorben el impacto. El proceso de fabricación puede llevar entre ocho y 10 horas de trabajo.
Aunque no tiene un registro exacto, estima que «Turbo Can» ha beneficiado a más de 270 animales, tanto por medio de donaciones como por pedidos que les hacen desde otras entidades de la República.
Las ganancias de «Turbo Can» son utilizadas para la fabricación de sillas de ruedas que son donadas a perros de la calle, mismos que debido a la condición en la que viven, son más vulnerables a sufrir lesiones que imposibiliten su andar; como lo son las peleas, golpes de la gente y atropellos de autos.
El sueño de Enrique es crear una fábrica de sillas de ruedas para mascotas en las que únicamente se empleen personas discapacitadas.
—Vamos a incluir a estas personas, sé por experiencia propia lo difícil que es aceptarte, crecer como persona y sobre todo que el resto de la sociedad lo haga, quiero ser una fuente de empleo para todos ellos y esperemos que pronto este sueño también se convierta en realidad.

Shakira, la perrita que quería limpiar el mar

«Shakira», después de «Chester», ha sido la historia que más ha conmovido a Enrique.
Esta perrita vive en la Costa; quedó parapléjica tras ser atropellada por una cuatrimoto en Playa del Sol, lugar en el que se dedicaba a limpiar el mar.
Aunque no tiene una familia ni una casa, «Shakira» era alimentada por un matrimonio que tenía un negocio a orilla del mar; desde ahí observaban cómo recogía los desechos que las olas arrojaban a la arena y tras varias vueltas en el día, lograba juntar grandes cantidades.
Tras el accidente, «Shakira» se convirtió en una perrita triste y aunque todavía visitaba la playa, le era imposible acercarse al mar. Su historia llegó a oídos de Enrique, quien en cuestión de meses fabricó una silla especial para ella.
—Ver la alegría en los ojos de «Shakira», cuando sus patas nuevamente tocaron el mar, ese ha sido hasta el día de hoy, el recuerdo más grande que llevo en mi mente después de haber ayudado a «Chester».

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