Shanti, el «dealer»

Este vendedor clandestino de marihuana considera que «la legalización solo haría que los empresarios inviertan en ese negocio, sería una oportunidad para los que tienen varo, y ante ese oportunismo, como siempre, cobrarían más»

Daniel Torre/Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]l penetrante olor de la marihuana y un ritmo guapachoso nos guían por el obscuro pasillo. Al fondo, la única luz que se percibe es la que cruza por debajo de la puerta.
En el cuarto, las esquinas lucen repletas de envases de caguamas, sin embargo, un falso orden engaña la visión por el cumulo de latas de pintura bien arregladas. Un grafiti en rojo y amarillo que dice «Fuck the Police» adorna la pared al lado del baño, mientras que otro rayón de un muñeco amorfo simula orinar el piso.
La filosofía de «Shanti» es en su totalidad antisistémica; escucha rap, reggae, ska y cumbias, además hace rimas bajo formas sorpresivamente críticas, su discurso refleja su cultura.
Se declara gustoso por la literatura y, como «buen psicodélico», dice que ha leído «los libros más precisos para la apertura de conciencia» como Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley, y Las enseñanzas de don Juan, de Carlos Castañeda; además de ser un lector profundo de la Ilíada y la Odisea.
Shanti también dibuja y pinta grafitis; tiene tatuajes que representan la rebeldía, como la estrella roja de los cinco picos o el jaguar que simboliza su sentir como guerrero e hijo del sol. Sobre su mesa, diversas revistas de antropología e historia así como un libro de Eduardo Galeano forman y conforman el desorden progresivo, reflejo de su personalidad.
Declara que a pesar de solo vender marihuana, el estar en el ambiente le pone a disposición otras drogas como DMT, cocaína y LSD a las cuales al parecer les es fiel: «consumo de todo, pero responsablemente, solo a la mota le entro duro».
No es el típico dealer de barrio, pero bajo el pensamiento generalizado de que los políticos roban al pueblo, cree que las artes, en especial la poesía -por la alta carga simbólica que representa ordenar estéticamente las palabras para retratar la realidad- puede «cambiar el contexto tan pinche en el que nos encontramos, donde todo es banalidad y la gente se interesa más por como viste que por leer un buen libro que los nutra».
Además de vender marihuana, Shanti, de 22 años, es estudiante universitario. Admite consumir yerba desde la secundaria pero debido a que se le dio la oportunidad y tuvo el contacto decidió convertirse en dealer.
Para llegar al nivel de contactos que actualmente posee, dice, ha trabajado arduamente durante más de dos años, aunque al principio «mover la merca resultaba difícil» por el miedo a que lo agarraran o delataran, pero con el tiempo aprendió a elegir bien a sus clientes, «ya tengo mi cartera», dice en tono de broma.
En promedio vende 500 pesos de marihuana al día, la mayoría a estudiantes de la universidad. De hecho, considera que la educación tiene mucho que ver en el consumo de la sustancia, ya que dijo «le vendo casi diario a la banda de la uni y neta que algunos son batos o morras que tienen buenas calificaciones y que ni pareciera que fuman» explicando que a su percepción, de un tiempo a la actualidad, el consumo de la marihuana se ha popularizado notablemente en los estudiantes «cada vez hay más banda que fuma de una forma responsable».
Como buen antisistémico, Shanti posee el odio programado que cualquiera que ha sufrido agresiones por parte de las autoridades llega a desarrollar; comenta que varias veces ha tenido confrontaciones con la policía simplemente por su forma de vestir «pinches puercos culeros, luego nada más me ven caminando y por vestirme como me visto y por mis tatuajes me detienen» y se dijo afortunado «porque nunca me han agarrado con grandes cantidades de mate, me la pelan esos putos».
Llega el punto en el que corre por el pensamiento si su dedicación a la venta del cannabis está realmente basada en su gusto por la sustancia y el dinero; o si es un simple acto de impulso rebelde para proclamarse como un contracorriente del sistema; lo que es un hecho es que mientras prende un porro o abre un envase de cerveza le saca el dedo a una patrulla que pasa por la calle mientras dice: «pinches puercos culeros, son lo peor, tantito le dan poder a una persona y se convierten en esos mostros».

«Aunque legalizaran, este negocio seguiría funcionando»

Al cuestionarlo sobre su postura ante la legalización de la marihuana y si ésta representaría una disminución en sus ventas dijo no estar preocupado: «la legalización solo haría que los empresarios inviertan en ese negocio, sería una oportunidad para los que tienen varo, y ante ese oportunismo como siempre, cobrarían más».
«Si con 100 pesos te alcanza para 10 gramos de un «mate» de calidad promedio, con la legalización es posible que un gramo de esa misma calidad llegue a costar los 100 pesos.»
Considera que los consumidores de marihuana «simplemente no se irían con ese cuento» y buscarían economizar; aunque se mostró preocupado porque estas medidas centralicen la producción y se monopolice el mercado «después vas a fumar marihuana de la Phillips Morris con dos mil productos químicos».
«No por que consuma marihuana quiere decir que soy una mala persona; me empedo y vendo drogas; pero no soy mala persona por el hecho de que consuma», dice, y suelta una carcajada.

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