Ya lo he comentado, la desigualdad afecta más a los grupos históricamente discriminados: mujeres, personas que pertenecen a comunidades indígenas, de la tercera edad, jóvenes, adolescentes, niñas y niños. Como siempre, quienes menos tienen, tienen menos oportunidades de desarrollo.
Sobre el primer trimestre del 2021, CONEVAL presenta, concretamente, los efectos de la desigualdad agudizados por la pandemia. Según el estudio, el ingreso laboral real nacional fue de $4,787.4 en promedio para los hombres y $3,930.86 para las mujeres. Los datos de brecha salarial indican 18% menos pago por el mismo trabajo.
Pero eso no es todo, datos del INEGI indican que las brechas también se caracterizan por sector económico, en comercio son de 33%, en manufacturas de 23% y en servicios de 22%. Además, mientras las mujeres que terminaron la primaria pueden percibir hasta $5,188 pesos al mes, menos que los hombres con esa escolaridad, la diferencia para mujeres con posgrado aumenta hasta $47,518 respecto de los hombres de ese nivel. Lo mismo ocurre entre mayor número de hijos, y necesidad, se tenga. La diferencia salarial entre hombres y mujeres, sin descendencia, se acerca al 20%, pero tener una hija o hijo amplia la brecha, para las mujeres, al 40% y tres o más la lleva por encima del 56%.
Siguiendo con datos de CONEVAL, la pobreza laboral (población con ingreso inferior al valor de la canasta alimentaria) aumentó de 35.6% a 39.4% del primer trimestre de 2020 al primero del 2021. Esto implicó una disminución del 4.8% del ingreso laboral real, así como el aumento de las líneas de pobreza extrema 3.7% en zonas urbanas y 4% en zonas rurales. Sorprendentemente, en la CDMX, la pobreza laboral aumentó 14.9% respecto del año pasado.
Esto, por sí mismo, refleja el aumento en la desigualdad laboral. El ingreso laboral real promedio disminuyó 40.8% en el primer quintil, mientras que en el último solo lo hizo 1.5%. Por supuesto, el desempleo y las malas condiciones laborales tienen mayores efectos en el sector informal, en el que en 2020 se encontraban 57.6% de las mujeres ocupadas del país. Este sector tuvo un descenso de 5.5% en contraste con el 2.6% del sector formal.
Estamos viviendo un proceso precarización del empleo femenino. Entre las secuelas de la pandemia en el país se habla de una expulsión de 1.6 millones de trabajadores, 80% mujeres, que no han recuperado su empleo, probablemente porque han tenido que asumir cargas laborales no remuneradas en trabajo doméstico y cuidado de niñas, niños, personas enfermas y/o de la tercera edad. Entre la desigualdad y la pandemia, el desarrollo se ha detenido e incluso retrasado de manera brutal, sobre todo en las condiciones de igualdad para las mujeres. Necesitamos actuar como asunto de prioridad nacional.