8M: Zacatecas y la represión / Claudia Corichi

A las niñas y mujeres zacatecanas que luchan y sueñan

Era un día emotivo. Contingentes de jóvenes universitarias, asociaciones civiles, movimientos feministas y ciudadanas se habían convocado para participar en la marcha conmemorativa del 8 de marzo en la capital zacatecana. El trayecto iniciaría en el campus de la Universidad para dirigirse a la Plaza de Armas y ahí cerrar con un acto de denuncia para exigir un alto a la violencia sistémica y estructural contra las mujeres.

Desde hace décadas las manifestaciones del 8M han crecido en México y en el mundo, sobre todo a partir de 2020 y ni la pandemia pudo cambiar el rumbo de una historia de lucha pero también de hartazgo. Salimos a manifestarnos por nosotras, por las que ya no están y porque las que vienen no sufran la violencia que hemos vivido. En México 70% de las mujeres hemos vivido algún tipo de violencia, cada día se perpetran 10 feminicidios, la impunidad ronda el 96%. Zacatecas no sólo no es la excepción, sino que además la brutal ola de violencia e inseguridad, las desapariciones y secuestros van en aumento.

La multitudinaria concentración rebasó las expectativas: contó con una asistencia de 17 mil mujeres, algo nunca visto en la historia reciente del estado. Avanzó con cánticos y consignas propias para la ocasión. En el acto de cierre se fijaron posicionamientos de las colectivas participantes que demandaban a las autoridades de los tres órdenes de gobierno adoptar medidas contra todo tipo de violencia.

Al término de los mensajes la concentración se dispersó. Un grupo de jóvenes gritaron consignas frente al Palacio de Gobierno sin ninguna demostración de fuerza hacia cuerpos de seguridad o edificios públicos. Vendría entonces la brutal agresión contra decenas de ellas que fueron arrastradas semidesnudas por las escalinatas, humilladas y golpeadas salvajemente sin razones que ameritaran esa respuesta desproporcionada de la autoridad.

Días antes del 8M, organizaciones feministas acusaron al gobierno estatal de pretender boicotear la marcha debido a que había alertado sobre la “infiltración” de personas dispuestas a realizar actos de violencia durante la movilización. Las terribles imágenes de las ofensas y golpes contra las niñas y jóvenes han causado profunda conmoción e indignación en todo el país.

Justo el día en que una marea violeta inundaba las plazas y avenidas de las principales ciudades, fue atacada la libre manifestación y la libre expresión de las ideas; en la Ciudad de México las imágenes que nos llegaron de Zacatecas despertaron en todas profunda indignación. En la fecha en la que precisamente salimos a las calles para que nadie nos calle, reprima o agreda, la conmemoración fue ferozmente reprimida.

Cientos de mujeres acudieron el domingo frente al Palacio de Gobierno a manifestar su repudio contra la acción policiaca. Dos docenas de víctimas se trasladaron a la capital del país a denunciar públicamente los hechos y a pedir la solidaridad de colectivas; ambas Cámaras expresaron su respaldo. En contraparte, la autoridad local solo manifestó una tibia justificación. Lo que las jóvenes exigen es justicia, la reparación del daño y la renuncia de los funcionarios de primer nivel responsables de llevar a cabo ese operativo. La fuerza pública se emplea contra la delincuencia, nunca contra la sociedad civil, pero aquí ha sido al revés.

¡Si tocan a una nos tocan a todas!

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