Hace medio siglo, tres importantes científicos de la política y la sociedad elaboraron y un informe seminal sobre el estado de la democracia. Samuel P. Huntington, Michel Crozier y Joji Watanuki, firmaron el documento The Crisis of Democracy: On the Governability of Democracies que presentó un análisis coyuntural y un diagnóstico de la salud y la viabilidad de las instituciones democráticas de Occidente.
Era 1975, la Guerra Fría estaba en su apogeo y el orden bipolar dominada las relaciones internacionales. Sin embargo, más allá de ello, el mundo occidental tenía sus propios problemas: la crisis del agotamiento de los gloriosos treinta (periodo de crecimiento económico y auge del Estado de bienestar posguerra) y el shock petrolero de 1973.
Cada autor representaba a una zona del planeta en donde el capitalismo avanzado estaba en cambio: Huntington a Estados Unidos, Crozier proporcionó la visión europea occidental y Watanuki la de Japón. En Estados Unidos se registraba una crisis de autoridad, en Europa una excesiva burocratización y en Japón una discusión entre la modernidad y la tradición.
El informe fue solicitado por la llamada Comisión Trilateral, un grupo de análisis encabezado por David Rockefeller en 1973. El informe es uno de los documentos de análisis más influyentes de la ciencia política, por proponer el paso del optimismo democrático pluralista a una visión pesimista de la participación de la ciudadana ya que esta era vista como una amenaza a la estabilidad de los regímenes políticos y no como su fuente de legitimidad.
Las democracias, señalaron sus autores, estaban sobrecargadas; es decir, las demandas sociales superaban la capacidad de respuesta de los gobiernos lo que provocaba que, al no estar en condiciones de satisfacer aquellas, fueran objeto de crítica y pérdida de autoridad. Había un desequilibrio entre inputs y outputs, para usar términos de la teoría sistémica de la política.
Había una especie de “exceso de democracia”. Esto lleva a preguntarse de qué es responsable la democracia y qué cosas no le tocan. El impulso democrático de la década de los sesenta, con la lucha por los derechos civiles, las protestas estudiantiles y la difusión del feminismo, hizo que las personas se volcaran a las calles y avenidas y se apropiaran de los espacios públicos para demandar y exigir, estableciendo un diálogo horizontal con gobiernos y figuras tradicionales de autoridad, pero ¿qué hacer cuando ya no es posible responder a sus demandas?
La actualidad del informe no se pone en duda porque los problemas son similares. Hoy los gobiernos democráticos presentan una sobrecarga de demandas siendo incapaces de cumplirlas. Ante la desafección hacia la democracia, otras opciones, de derecha o de izquierda, ambas autoritarias, han ocupado el lugar de la democracia con el argumento (falso) de responder de forma inmediata, integral y barata a los problemas e inquietudes sociales, a costa de las libertades y de la pluralidad. El riesgo existe.








