Morena en su laberinto
Todo indica que el partido que formó el presidente y le acompañó para llegar al poder no está a la altura del momento histórico que pretende encabezar. Las pugnas internas parecen el estigma de esa organización política. Fomentan la imposibilidad de construir y consumar procesos democráticos para encausar el tránsito hacia la regeneración nacional y el cambio de régimen que ofrecieron a sus electores. Llevan en su ADN ideológico la vertiente del caudillismo autoritario y piramidal. La vena dictatorial que caracteriza a la izquierda latinoamericana. No saben, no pueden, peor aún, no quieren dirimir sus diferencias de manera civilizada. Por eso hay quien justifica que no son un partido sino un movimiento que consumó sus propósitos con el arribo al poder presidencial en la figura de López Obrador. El es el eje gravitatorio en torno al cual se cohesionan incapaces de tener vida propia.
Al menos en apariencia el presidente ha tomado distancia al grado de señalar que de persistir esa situación, se apartaría para no desviar su propósito de purificar la vida nacional y ocupar un anhelado lugar en la historia patria. Lo que sucede es que no se decide a poner orden. No quiere excluir a nadie, para evitar que renieguen de la inquebrantable fe a su persona. Ya pasó con Sheinbaum y Monreal solo que este último prefirió quedarse a ser roña y contrapeso. Hoy desde la cámara de senadores hace política y confronta a Martí Batres a quien aisló con habilidad política de la bancada de Morena. La comisión de doctrina pretendió separar a Lily Téllez por sus posturas divergentes en algunos temas, Monreal la sostuvo. El ala de izquierda radical no acepta disensos. Son maoístas, polpotianos. Mario Delgado controla la cámara de diputados, pero Muñoz Ledo se le ha vuelto en una piedra en el zapato. Este último ya no está dispuesto a engordarles el caldo en el juego de las salamerías. Tiene más pasado que futuro y apuesta a la trascendencia.
Delgado Es un alfil para sustituir a Yeidckol. Ella no entiende que ya no le es útil al presidente. No abona a la causa porque divide y es incapaz de sumar adeptos con su discurso ramplón y léxico de vecindario. Lo cierto es que traen un pleitazo interno por el control de las prerrogativas y las candidaturas para el 2021. El omnímodo poder del que ahora gozan ha despertado pasiones y divisiones. Más aún, ambiciones. Creen que llegaron para quedarse. Subestiman a sus electores y ellos les aplicarán un castigo ejemplar para la elección intermedia. No son nada sin la figura del presidente. Él es su sol. No saben caminar solos. Siguen ahora más impugnaciones. Apuestan a dirimir en los tribunales lo que se han pretendido arrebatar a trancazos y manipulaciones.
Si algún acierto político tuvo Plutarco Elías Calles cuando creó al partidazo, abuelo de Morena, fue que al institucionalizar la confrontación y repartir el pastel se acabaron los pleitos. Duraron 60 años en la presidencia. Se turnaron e intercambiaron poder y privilegios. Para todos alcanzaba en el repartidero porque la unidad los hacia fuertes. Y no digo con ello que esto deba ser un ejemplo a seguir. Tan malo el pinto como el colorado. Lo expuesto deja en evidencia que el poder corrompe. Que los ideales reivindicadores son una falacia. Que los que apostaron y votaron incondicionalmente 6 de 6 por ellos, porque así lo pidió el ahora presidente, no les van a seguir otorgando cheques en blanco. Ya no. Y lo estamos viendo con alcaldes, gobernadores y legisladores que no dieron el ancho. Que lo que dan es pena ajena. Si llegan a un arreglo será de dientes pa» afuera. Sus diferencias son reales y no se van a subsanar con una palmadita del presidente. En el pecado llevaran la penitencia.