¿Cuál es el temor?
Todo indica que hay una línea de Palacio Nacional para frenar a Felipe Calderón. La decisión de proceder contra Genaro García Luna se dio un día después de la visita privada del Fiscal General de los Estados Unidos con el presidente. Y no, no fue un juez sino un fiscal de los EU quien acusa en base a los elementos de presunción de que disponía. Después salió Santiago Nieto y la fiscalía a rascarle por todos lados congelando de inicio sus cuentas bancarias por lo que ahora no puede ni pagar al despacho de abogados que lo defiende. Independientemente de lo que determinen los tribunales norteamericanos se solicitara la extradición para fincarle responsabilidades en México. ¿Es eso casual? No queda más que especular.
El asunto es que a partir de ahí no han cesado los ataques contra el expresidente Calderón. Le quieren aplicar la misma que a Anaya. No les bastó con querer hacerlo culpable de todos los males que aquejan al país al mismo tiempo que exculpan a Peña Nieto. Dejan en evidencia el pacto que facilitó el holgado triunfo de nuestro ahora presidente. A Vicente Fox lo aplacaron rápidamente. Si bien es cierto que López Obrador ha reiterado que quiere ver para adelante y que no va a perseguir a sus antecesores, también lo es que desde la presidencia quiere condenar históricamente al cadalso a quien, según él, le robó la presidencia. Simplemente no perdona. Ya se hacía presidente en el 2006.
Recuerdo muy bien que, por allá del 2005, Santiago Creel se apuntaba como el sucesor de Fox. Era quien dentro del PAN aventajaba en las encuestas desde su muy expuesta posición de Secretario de Gobernación. Pero los números no le daban para alcanzar a López Obrador. Fox lo quería como su sucesor y Felipe Calderón se le volvió una piedra en el Zapato. Fue cuando le renunció a la Secretaria de Energía y se destapó para buscar abiertamente la candidatura del PAN. Por aquellos días Margarita Zavala me invitó en Tuxtla a un desayuno en lo que fuera el restaurante La Selva para pedir que respaldáramos las aspiraciones de Felipe. Yo le dije que advertía un riesgo. Que Felipe estaba muy abajo en las encuestas. Ella entonces me explicó que Creel ya había tocado su techo en las preferencias y que Felipe podía crecer. Recuerdo muy bien lo que les contesté: «Si podemos ganarle a Creel en la interna. El panismo no está contento con la idea de que Fox y no la militancia decida a su sucesor. Prefiero -asenté- arriesgar con Felipe, aunque perdamos. Por lo menos nos va quedar partido, aunque no tengamos gobierno». Y así fue que en aquel entonces me sumé.
Ahí está el quid del asunto. Amlo no le perdona a Felipe que lo haya alcanzado. No lo cree. Nunca lo aceptó. Y por eso no deja de decir que hubo fraude electoral cosa que muchos de sus seguidores creen ciegamente. Nunca pudieron probar con sus propias boletas en mano que los resultados los favorecieran. Ni siquiera alcanzaron a cubrir todas casillas lo que sucedió también con el propio PAN y otros partidos. Las impugnaciones se dirigieron entonces a solicitar el famoso recuento «voto por voto» y eso no estaba previsto en la ley. Aún así se abrieron miles de paquetes donde presumiblemente hubo inconsistencias. Guardaban la expectativa de que con tan estrecho margen se modificara el resultado. ¿Qué sucedió? Pues que el recuento favoreció aún mas Calderón. Pero todo eso ya es historia. En un claro caso de Sedición, se intentó sabotear la toma de posesión, pero no lo lograron. El supuesto fraude se convirtió en un asunto de fe. Se acusó de una campaña negra (como existen muchas), la intervención de los empresarios (que no estaba regulada o restringida), de Fox, incluso de la Iglesia. Mucho se ha escrito al respecto. Nada que hayan documentado para efectos estrictamente legales.
La cuestión es que ahora hacen todo lo posible para inhibir a los simpatizantes del nuevo partido que promueven Calderón y Margarita Zavala. Se ha alcanzado ya, el numero necesario de asambleas y afiliados. Todavía falta un mes y es previsible un holgado margen que seguramente permitirá el registro de México Libre. Cabe entonces preguntarse ¿A que le temen? ¿Por qué no permiten que sean los electores los que juzguen en uso de su libre albedrio? ¿Por qué inhibir ese derecho de los ciudadanos? ¿No se supone que el presidente es un demócrata?