A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La culpa no es de la estaca

Si el desaparecido Estado Mayor hubiera organizado la gira presidencial a Macuspana no habría sucedido el affaire que terminó por ofuscar al presidente. Ellos habrían prevenido o al menos advertido cualquier escenario de riesgo que expusiera al presidente. Algo se le comentó. Por eso habló de grillas y politiquería, de disputas por el control sindical en Pemex para seguir robando. Lo que no se acaba de entender es que parte del desgaste que sufre ahora la figura presidencial es inherente al cargo que ocupa. Tiene que ver con las fallas en su equipo de gobierno para la implementación de las políticas públicas. «Parece que no estuviéramos haciendo nada» dijo a su audiencia y ahí mismo cuestionó si los programas sociales que ha impulsado ya tocaron base en su tierra natal.

La paciencia se le agota porque no esta teniendo respuestas. Así sucedió con el famoso INSABI que de un día para otro pretendía resolver el abasto de medicinas en todo el sistema de salud. Presurosos sus aduladores corrieron a presumir, como si todo fuera voluntarismo, que la atención y las medicinas serían gratis a partir de enero. Ya vimos que no es así. Que gobernar tiene sus dificultades. Que la administración pública de un país del tamaño del nuestro no es cosa fácil. Peor aún si se centralizan como ahora todas las decisiones. Si el esquema de adquisiciones en aras de un ahorro mal entendido, monopoliza las compras. Y lo que viene sucediendo es que se crea un cuello de botella. Se priorizan unas compras y se desatienden otras. Se esclerotiza el abasto.

Seguramente habrá jalones de oreja. Ya vimos que hilo se rompe por lo más delgado. Así pasó con el Doctor Miguel Ángel Celis, el chivo expiatorio del Instituto Nacional de Neurología de quien se dice era una eminencia médica. Si aplicaran el mismo rasero ¿cuántos más caerían por el desabasto en las instituciones médicas? Es evidente que algo no esta funcionando. Que la obsesión por erradicar la corrupción está teniendo efectos colaterales.

El principal problema para el presidente es que todos aplauden, nadie contradice, la autocrítica esta ausente. Se pierde demasiado tiempo valioso en los traslados porque quiere supervisar personalmente la eficacia de sus acciones. Parece que le faltan esos tecnócratas que se encargaban de esas cosas. Y los problemas están a la orden del día. Cometen un error al subestimar la caída en la aprobación presidencial y culpar a los conservadores como se si tratara de almas en pena dispuestas a agriarles la vida a los transformadores de la 4T.

Es la consecuencia de monopolizar el poder. Es una forma comodina para quienes recargan toda la responsabilidad en el presidente. Para quienes lo aplauden o le defienden a rabiar como si no fuera un ser humano falible sino un superdotado intelectual, moral, espiritual y políticamente. Eso no está funcionando. Menos aún subestimar la percepción de la opinión pública que no ve resultados tangibles. Y no, no son los conservadores. No es la mafia del poder. Son los usuarios de los sistemas de salud, los padres de los hijos con cáncer, las madres que ya no cuentan con las estancias infantiles, los campesinos para los que los apoyos están resultando aspirinas y no soluciones mejorar sus condiciones de vida. Son los desempleados, la clase media hostigada por las nuevas disposiciones fiscales.

Y Solo quedan dos caminos: Los aplausos ensordecedores que no le permiten al presidente escuchar lo que verdaderamente pasa en el país. Las Matracas de sus colaboradores que obedecen, pero no analizan, que asienten, pero no cuestionan. O escuchar a los otros: Los Sicilias, Los Le Barones, las feministas, los empresarios, las calificadoras, los expertos, los académicos y analistas. Esos a los que llaman conservadores. Los que un día si y otro también cuestionan, preguntan y se preguntan, qué está pasando en nuestro país que las cosas cada vez están peor. Como decía Chico Che, el paisano del presidente, «La culpa no es de la estaca, si el sapo salta y se ensarta»…

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