La tormenta
Más allá de las afectaciones en el tema de salud provenientes de la expansión del Coronavirus en algunas partes del mundo la pandemia está provocando secuelas en la economía mundial. En un mundo globalizado e interconectado por las comunicaciones internacionales que generan una enorme movilidad humana e intercambio de mercancías, los efectos se dejarán sentir, como ya lo estamos viendo, en las bolsas de valores, la paridad cambiaria y los daños colaterales. En Italia se han paralizado las actividades, para 2017 tuvo 123 millones de personas alojadas en establecimientos turísticos, un 5.3% más que el año anterior, según el Instituto Nacional de Estadística Italiano (Istat), que no distingue entre extranjeros y nacionales. Tan sólo Roma recibe 27 millones de turistas, pero hoy la Plaza de San Pedro donde se llevan a cabo las homilías del Papa se encuentra cerrada al público.
Aunque aún no se expande en la misma proporción es previsible que afecte a otros países de la Unión Europea. No estamos hablando del fin del mundo. Los virus tienen una temporalidad y aunque el Coronavirus se ha propagado con relativa facilidad, está afectando fatalmente entre un 2 y 3% de las poblaciones, particularmente a personas adultas mayores de 65 años y propensas por la debilidad de su sistema inmunológico. Preocupa por eso y de manera particular a los países más desarrollados donde se encuentra la población más longeva. Al parecer ni los más desarrollados sistemas de salud estaban preparados para enfrentar el problema. Pasada la pandemia que ya comenzó a controlarse y a declinar en China por las estrictas medidas sanitarias, poco a poco se irán normalizando las actividades. De pronto es incalculable el daño económico y pondrá a prueba la vitalidad de las economías.
México ya padeció los efectos de una crisis sanitaria con el tema de la influenza que tuvo como precedente la crisis inmobiliaria en Estados Unidos. Costó recuperarse, pero la economía terminó creciendo al 4%. Desafortunadamente las condiciones actuales no son las mismas. El Producto Interno Bruto cayó al igual que el crecimiento económico. El gobierno dispuso de los ahorros del Fondo de Estabilización por un monto de 150 de alrededor de 300 mil millones cuando se supone que su previsión era precisamente para enfrentar casos críticos como el que se avecina. Hay una desaceleración económica lo cual provocó una caída de los ingresos presupuestarios. Apenas el 30 de enero pasado el presidente instruyó a Alfonso Romo a proponer un plan de reactivación económica después de conocer las cifras del INEGI y del cual no se conoce nada aún. Dadas las condiciones actuales tendrá que reajustarse. Por si faltaba más sobrevino una crisis petrolera que afectó considerablemente el precio del barril siendo que constituye una fuente importante de ingresos para la hacienda pública.
Hasta ahora no se han tomado medidas drásticas en nuestro país respecto del Coronavirus dado que han registrado pocos casos, pero según los expertos eventualmente sobrevendrá un incremento en el número de afectados. El presidente y su secretario de hacienda están mandando señales de que las finanzas públicas están «sanas» y preparadas para estas eventualidades. Puede ser que el peso recupere valor en los próximos días o semanas e incluso que se estabilice el mercado petrolero. Lo que si es inevitable son los efectos colaterales en las economías mundiales por el tema del coronavirus. De cualquier manera, el gobierno de México tendrá que hacer necesariamente ajustes en su gasto programado. Peña Nieto al inició de su sexenio anunció un tren que comunicaría a Mérida con la Riviera Maya y tuvo que cancelarlo. En el sexenio de Felipe Calderón se tuvieron que hacer ajustes en el programa de infraestructura e incluso se llegó a plantear la desaparición de varias secretarias de estado. La gran pregunta es qué va a decidir el presidente, porque parece obstinado en concluir los megaproyectos anunciados como la refinería de Dos Bocas (8 mil mdd), el aeropuerto en Santa Lucía (95 mil mdd) y el Tren Maya (139 mmp). A la par se han elevado a rango constitucional los programas sociales que representan un gasto de más 360 mil millones de pesos, esto sin considerar las pérdidas de Pemex en 2019 por un monto de 346 mil 135 millones de pesos. ¿De dónde saldrá todo ese dinero? Porque de la rifa del avión no creo.