Crisis sanitaria y económica
No es por alarmar. El propio presidente ha reconocido que se viene una profunda crisis económica. Por eso su preocupación de no adelantar la parálisis y llevar al límite el inicio de la fase dos. Ahora que ya entramos en el contagio comunitario viene el encierro casi obligatorio. La única ventaja es que existen proyecciones matemáticas que nos permiten elaborar pronósticos, pero estos no son nada halagadores. En Alemania la primera ministra Ángela Merkel habló de un posible contagio de hasta un 80% de la población. Si hacemos caso a la afirmación del subsecretario López-Gatell, un 70% de la población mexicana terminará infectada. Ni más ni menos que unos 90 millones de mexicanos. Si de esa cifra extraemos un porcentaje de fallecimientos comparada con otros países la cifra es aterradora. En Italia ya es equivalente al 10%, mientras que en China es menor al 1%. No quiero ni escribir cualquiera de las dos cifras. Esperemos que no sea así.
Otro dato escalofriante es que la crisis sanitaria va para largo. Todo indica que no será suficiente el plazo originalmente previsto al 20 de abril – y ahora al 30 – para la cuarentena y que podría alargarse otro mes. Por lo pronto ya se registraban pérdidas económicas. Diversos sectores están siendo severamente afectados. Los gobiernos del mundo han anunciado diversas acciones para enfrentar la crisis que se avecina.
El problema es que a nosotros en México nos agarra en un mal momento. De ahí el temor y la fijación del presidente por soslayar en un principio la gravedad del asunto. Las principales preocupaciones del ciudadano son la inseguridad, la salud y la economía. Y la percepción, además de los datos duros, indican que no vamos nada bien. El gobierno no ha sido capaz de enfrentar a la delincuencia y las consecuencias están a la vista. Se ha triplicado el número de homicidios en contraste con las cifras de Felipe Calderón el villano favorito de esta administración. Los asesinatos y el crimen organizado no cesan. Sigue habiendo regiones del país donde la vigencia del estado de derecho es nula. Ahí priva la ley del más fuerte entre grupos delictivos.
Los recortes al sector salud, la consolidación o centralización de las compras de medicinas e insumos sanitarios, la desaparición del Seguro Popular y la fallida implementación del INSABI han puesto en jaque al sistema de salud. Ahora como nunca, los médicos se quejan por falta de insumos o de pésima calidad. La idea dejar de comprar a los grandes laboratorios de la industria farmacéutica por la sospecha de corrupción ha producido desabasto y la compra de medicamentos baratos de dudosa procedencia y eficacia.
Los indicadores económicos se comportaron de acuerdo a lo previsto por las calificadoras de riesgo. El desempleo va en aumento y la actividad económica cayó a su nivel más bajo. Cayó la inversión y por ende la recaudación. Se endureció el cerco fiscal contra las empresas pequeñas y medianas. Se desalentó el crecimiento. Apenas el 30 de enero pasado, el presidente urgió a su jefe de gabinete, el empresario Alfonso Romo, ha presentar un plan de reactivación económica. En eso estábamos cuando nos estalló la crisis sanitaria en un país paralizado y pasmado. Pero llegó la joya de la corona. Se vinieron abajo los precios del petróleo. La peor caída en la historia. Sobre una previsión de 49 dólares el barril, la mezcla mexicana cayó a 10 dólares cuando cuesta 14 producirla. Se tomaron 150 mil millones de los 300 que mantenía como ahorro el Fondo de estabilización. Descobijaron al país de previsiones presupuestales como las ahora se ocupan.
Lo razonable, por elemental sentido común, es hacer un reajuste en el gasto público. Eso pasa por revalorar los más de 400 mil millones de pesos que se invertirían en Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya. Pero el presidente ya dijo que no. Su anuncio avizora más medidas asistenciales. Apoyar a los pobres con más subsidios, pero no sus empleos. Más de lo mismo, pero sin generar riqueza, solo gasto. Las Pymes generan el 81% de los empleos del país, pero al presidente no parece importarle. El piensa en las taquerías y en el puesto de garnachas. En el autoempleo. El próximo 5 de abril el presidente presentará su informe y dará conocer su plan económico para enfrentar la recesión económica. No se ve la mano de Romo, ni Herrera. Es previsible que la deuda de 180 mil millones autorizada por el congreso sea una piñata que habrá de repartir entre los más pobres. Para este Robin Hood de las finanzas públicas lo importante es y será su clientela electoral…