A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

4T, la encrucijada

Ante la pandemia del coronavirus el presidente López Obrador definirá el rumbo de su gobierno de cara la peor crisis que enfrentará nuestro país en los últimos 90 años. Más allá de su retórica antineoliberal, su obcecada e infructuosa lucha contra la corrupción, su gobierno austero pero ineficaz y su fijación de poner a los pobres como la prioridad de su política económica; la realidad lo alcanzó desde el primer año de su gobierno.

En enero pasado el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo a 0.1%. De acuerdo a lo previsto por los especialistas y las calificadoras de riesgo, casi todos los indicadores económicos mostraron un efecto negativo. Aún así se, el presidente se ufanaba de la fortaleza del peso frente al dólar, la baja inflación, el aumento el salario mínimo, el hecho de no contraer deuda pública y no aumentar los impuestos. Mucha de esa aparente solidez macroeconómica depende de la autonomía del Banco de México. Apostó a la firma del T-Mec aceptando que Trump asestara un duro golpe a la industria automotriz, una las principales entradas de divisas del país y que genera casi un millón de empleos.

Nunca consideró la posibilidad de factores externos. Pensó que podía disponer del erario a diestra y siniestra sin mayores repercusiones. Se aferró a tres proyectos: Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya como si fueran la panacea para detonar el crecimiento del país. El más «factible» pero que apenas lleva un 7% de avance, sería el nuevo aeropuerto que los militares ofrecieron concluir en marzo del próximo año. Al día de hoy, no cuenta con el aval de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) ni de MITRE, cuya especialidad es la seguridad aérea internacional. Eso afectará su riesgo operativo, impactara en los precios y las expectativas de crecimiento a largo plazo.

Especialistas en la materia señalan que la refinería de Dos Bocas no podrá ni remotamente terminarse antes del 2027. Tendrá una capacidad de procesamiento de 340 mil barriles por día, para obtener 170 mil barriles de gasolina y 120 mil de diésel. No será suficiente para que México tenga la soberanía energética que pretende el presidente López Obrador. La venta interna de gasolinas alcanza los 764 mil 600 barriles por día, lo que significa que al menos 7.5 litros de cada 10 que se venden y consumen en México, ya proviene del extranjero. En 2018 se compraban 576 mil 600 barriles por día. En el caso del diésel, se importaron más de 211 mil 200 barriles, lo que permitió cubrir al menos 71% de las ventas totales, que alcanzaron 296 mil 600 barriles diarios.

Suponiendo que Dos Bocas entrará en operación a finales de 2022, está claro que no que resolverá nuestra dependencia de gasolina del exterior. A eso hay que sumar las perdidas reportadas en Pemex por 346 mil millones pesos. La calificación crediticia ha sufrido recortes y dista mucho de ser una empresa sana. El precio del barril ha caído a 10 dólares -extraerlo cuesta 14- cuando la previsión presupuestal era de 49 dólares. La cancelación de la reforma energética significó la estocada final. Por el solo hecho de no compartir utilidades se negó la participación de compañías privadas para aumentar considerablemente la capacidad extractiva.

El Tren Maya va por su primer tramo. En la primera licitación las proposiciones económicas van desde los 12 mil 925.8 millones de pesos hasta los 22 mil 920.8 millones. Iniciaría su construcción el 30 abril lo cual se antoja difícil dadas las restricciones por la pandemia del coronavirus. La obra partirá de Palenque a Escárcega con una longitud de 228 Km. Resulta la menos atractiva en términos de la oferta turística, pero el proyecto va y tendrá una extensión final 1,460 km. Se dijo originalmente que el 90% estaría financiado por la iniciativa privada, pero resultó que no. El porcentaje se invirtió porque a decir verdad no es negocio. Lo pagaremos los mexicanos.

Cuando decimos que el próximo domingo será crucial, nos referimos al hecho del anuncio que habrá de hacer el presidente para enfrentar la crisis por la parálisis económica mundial y en especial la de México que pone en riesgo la supervivencia de millones de familias y la quiebra al 58% de la Pymes. La principal opción sería reconsiderar los más de 400 mil millones de pesos a invertir en los citados proyectos. Pero el presidente ya dijo que no. No se sabe de dónde saldrá el dinero. No solo está de por medio la popularidad del presidente, que de por si va a la baja, sino la gobernabilidad.

Se requiere de un plan emergente para las personas que viven al día y aquellas que perderán sus empleos. Se requiere un AMLOPROA. No para rescatar a los bancos ni a los grandes empresarios, sino para aquellos que generan el 80% de los empleos del país y financian con sus impuestos la operación del gobierno. Contra toda su obstinación el presidente tendría que dar su brazo a torcer. Una opción es contraer deuda, la otra es el déficit presupuestal. Es decir, gastar más de lo ingresos que de por si están a la baja. Se trata de salvar a la gallina de los huevos de oro. Si las empresas quiebran, quiebra el gobierno. No hay de otra. Ojalá que lo entiendan.

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