A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Desafíos a la libertad

En la medida en que avanza la crisis sanitaria en nuestro país, el presidente se muestra cada vez más indolente hacía las críticas. Mide con doble rasero. Cada día son más los medios y los periodistas en particular a los que acusa de conservadores y peor aún de falta de profesionalismo. Si tuviera un opositor despiadado como él mismo lo fue durante tres sexenios no lo toleraría. Dice que la prensa solo ve las cosas malas. Para él, la prensa buena es el señor Molécula y la rubia del corredor keniano que rayan en lo patético con su papel de patíños y aplaudidores.

Resulta en vano tratar con la mayor objetividad posible los temas más sensibles que afectan a la sociedad. Los analistas se esfuerzan en documentar, razonar y argumentar pensado quizás en que el presidente pueda reflexionar y enderezar el rumbo de algunas de sus obsesivas determinaciones. Se niega a aceptar que las cosas dieron un giro dramático con la pandemia en todo el mundo y México no es la excepción. No puede seguir de frente sin modificar o replantear sus objetivos. Es una necedad que raya en la obcecación y la paranoia. Nos lleva hacia la catástrofe haciendo caso omiso de las advertencias hasta de su propio gabinete. Desde el principio de su gobierno tomó determinaciones que nos están costando muy caro a todos los mexicanos. Sus fieles feligreses padecen un trance colectivo. Se rehúsan a aceptar que cometieron un error hartos de los gobiernos anteriores. Claro que a muchos de ellos les importa un comino lo que está pasando. No querían prosperidad sino venganza. Tampoco enfocar sus aspiraciones por un país mejor sino desahogar sus frustraciones. Conozco a más de uno que, contra evidencia, se niega a aceptar que las cosas no marchan bien.

El caso de Pemex es ilustrativo. La revista Forbes documentó ayer que hay unos 70 buques cisterna llenos de gasolina varados en las costas de Veracruz por falta de demanda y porque no tenemos capacidad instalada para almacenar. Nos están costando entre 20 y 30 mil dólares diarios. Es un derroche estratosférico. Más aún cuando la calificación de Pemex pasó a negativa, bonos basura les llaman y nadie quiere invertir en una empresa que está pal deshuesadero. El petróleo es de los mexicanos, cierto. Pero Pemex es otra cosa. Le dieron el tiro de gracia con la contrarreforma energética. Anularon la posibilidad de que empresas con tecnología de punta corrieran con el riesgo de invertir a cambio de una renta con un porcentaje menor y sin riesgos para el país. Hoy Pemex representa enormes pérdidas económicas. En 2019 perdió 360 mil millones y este año se calcula que perderá un Billón. Tiene una enorme carga con los casi 300 mil trabajadores, la mitad de ellos jubilados y pensionados. Pero para los nacionalistas rancios es sinónimo de soberanía. Podría incluso crearse una nueva paraestatal. Es más, el presidente ha preferido seguir desmantelando al gobierno con tal de invertir en Pemex. Ha liquidado por decreto 9 subsecretarías. Eliminó de un plumazo aguinaldos y salarios a los mandos medios. Desapareció el FONCA junto con todos los fideicomisos. La comunidad artística y cultural está de luto. Banxico tiró su resto. Ya rompieron todos los cochinitos y falta lo peor de la crisis. Ni siquiera sabemos hasta dónde llegará. La gente más necesitada se arremolina sin contemplar las medidas sanitarias para ir a recibir sus apoyos económicos. El presidente rompió la piñata y está repartiendo los dulces. Ya no habrá más fiestas.

Apenas enfrentamos las primeras turbulencias. Lo que nos queda ahora ante la debacle, es luchar por las libertades. Hablamos de derecho a expresarnos. A disentir. La tentación autoritaria está presente. Quieren extinguir a la prensa crítica. Apuestan a su inanición. No basta con tener los canales del gobierno y las dos horas diarias de verborrea discursiva y resiliente. Los que hoy levantan la voz serán los héroes del mañana. Sobrevivirán, lo tengamos por seguro. Somos mucho país para entregarnos a la desgracia. No será fácil. Si algo nos queda de sentido común, hay que jugarnos también el resto. Será el mayor de los desafíos. No se trata de derrocar a nadie sino de poner una alto a la barbarie. El próximo año será la madre de todas las batallas. No hay más…

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