Promesas incumplidas, promesas mal cumplidas
A lo largo de sus campañas el presidente López Obrador, ofreció en sus discursos con múltiples arengas, una serie de compromisos con el «pueblo» que lo llevó al poder. No solo fueron las clases mas necesitadas, pues en esta ocasión convenció a otros sectores que habitualmente no votarían por un presidente para implantar un gobierno estatista y abiertamente de izquierda. Algunos empresarios se sumaron a su campaña como en el caso de Romo y discretamente a otros tantos. También a Ricardo Salinas Pliego que le abrió generosos espacios en Tv Azteca o Fastlicht Sackler el suegro de Emilio Azcárraga. Muchos clasemedieros cayeron en la trampa del hartazgo con el tema de la corrupción muy bien capitalizado desde que se escandalizó lo de la Casa Blanca, pecata minuta al lado de muchos otros grandes negocios de la élite gobernante y sus compinches en el medio empresarial. De poco o nada sirvió que al menos unos 15 gobernadores fueran investigados y unos tantos procesados como el caso de Javier Duarte.
El asunto es que la perseverancia de Amlo, sus pactos secretos incluso con Peña Nieto, y un afán pragmático que lo llevaron a prometer las perlas de la vida comenzando con el ofrecimiento de crecer al 6% por ciento, luego al 4%, pero que cayó a 0.1% en tan solo un año de gobierno y antes de la pandemia que ahora culparan de todos los males. Bastaba -decía- con acabar con la corrupción y aplicar austeridad ante la opulencia de la alta burocracia. Según sus cuentas ese solo «ahorro» le representaría 500 mil millones de pesos. Lo del avión presidencial ahora se ha vuelto una chunga con la famosa rifa. La venta de helicópteros, vehículos blindados o de lujo, que terminaron en subastas a precios de baratija. Y vaya que eso levanta euforia, pero no representa para efectos prácticos ningún ahorro sustantivo. Eso sí, le encanta al pueblo bueno y sabio, que agraviado y resentido cobraría su revancha para repartir los dividendos de tan justiciera causa.
La inseguridad se enfrentaría atendiendo las causas. Rimaba muy bien la frase de becarios en vez de sicarios. Por eso destinaron becas para los cientos de miles de jóvenes sin ningún mecanismo de evaluación o parámetro para poder medir efectivamente la apuesta del presidente. Los becarios se convertirán en clientela segura para efectos electorales dependientes de tan generoso apoyo. Resultó además una efectiva fórmula para contratar a quienes fueron el ejercito electoral durante la campaña. Hoy los llamados Servidores de la Nación, 19 mil para ser exactos, cobran sueldos de 9 mil pesos, recorren y censan las viviendas para retribuir con apoyos asistenciales a quienes votaron por Morena. Ahora ya no es necesario comprar votos, decía alguna vez el ahora presidente, basta con dirigir los apoyos de manera efectiva para tener cautivos a los electores.
Los resultados con la creación de la Guardia Nacional y la desaparición de la policía federal, resultaron un fiasco. Los homicidios dolosos han crecido a niveles históricos superando a las administraciones anteriores. A un año y ocho meses de gobierno, ahora recurren directamente a la militarización del país. Es para atender, dicen, una situación «extraordinaria», pero su «temporalidad» es de 5 años. Lo que tanto le criticaron a Calderón ahora de repente se volvió una medida requerida y necesaria. Da pena ajena no ver a los activistas que tanto reclamaban la militarización. Peor aún al diputado morenista Mario Delgado justificando lo que antes siendo oposición recriminaba.
El ofrecimiento de tener un sistema de salud como en Dinamarca pasando por desaparecer el seguro social e improvisar con el INSABI, se topó con la dura realidad. Mal planeado, mal ejecutado, demostró ser un asunto que superó con creces el voluntarismo presidencial. La consolidación de las compras de medicamentos e insumos para el sector salud provocó tortuguismo y desabasto. La gente se creyó el cuento de las medicinas y los servicios médicos gratuitos y muy pronto comenzó a reclamar. Y por si faltaba más nos cayó la pandemia. Cierto es que el déficit en los servicios de salud es añejo, pero prometieron resolverlo.
Rescatar a Pemex es otro desatino. El petróleo ya no es el negocio que era. La tecnología del tracking convirtió a los Estados Unidos en el segundo productor del Mundo después de Arabia Saudita. El petróleo ya no es la fuente de la abundancia. Extraer más resulta contraproducente porque los países miembros de la OPEP decidieron reducir la producción para reducir la sobre oferta que ha precipitado el valor por barril por debajo de sus costos de producción. Lo que importa ahora no es producir más sino reducir los costos de producción. En México es de los más altos del mundo, debido al monstruo anquilosado y burocrático en que se ha convertido Pemex. Resulta que es mejor aumentar la eficacia que la productividad.
Ahora con la postpandemia lo que viene es la aceleración del uso de energías alternativas. El Reino Unido, Francia y China ya anunciaron la conversión definitiva a los autos eléctricos para los próximos años. Pero nosotros queremos tener una refinería y reactivas 6 mas para dejar comprarla. Ni siquiera tenemos donde almacenar. Hoy que se ha contraído la demanda por la pandemia, Pemex renta en 25 mil dólares diarios al menos 70 buques tanque de transporte de combustible ante la saturación de su infraestructura. La contra reforma energética canceló importantes inversiones que producen a menor precio y lo mismo pasa con la CFE. A esta última le conviene más comprar energía que producirla debido de nuevo a su infraestructura obsoleta y sus altos costos operativos.
Hay mucho más que comentar al respecto, pero eso será objeto de otro análisis. La tozudez del presidente se enfrenta con una realidad muy distinta a la que imaginaba. La nostalgia por el pasado nos tiene anclados en un mundo cada vez más competitivo y con mejores tecnologías. De ahí el fracaso en la implementación de una obsesión reformista que ha resultado fallida.