Conservadores y liberales
En una reciente de sus múltiples arengas, el presidente volvió a machacar en la división que solo existe en su cabeza, entre conservadores y liberales. Para el no hay medias tintas. Y peor aún, o estás con la transformación que solo él encarna, o estás en contra de ella. Quiere decir que ni siquiera puedes estar parcialmente de acuerdo. Profundiza así la polarización entre sus seguidores -que por cierto han ido disminuyendo- y sus «adversarios».
Una cosa son sus votantes y otra sus aplaudidores oficiosos, la prensa acrítica, los nuevos beneficiarios de la nómina, los neoempresarios beneficiarios de las adjudicaciones directas o los de la mafia del poder ahora alineados a sus intereses, así como los disque ideólogos de cabecera del régimen mismos que representan a la izquierda más arcaica, rancia y totalitaria. Al interior de Morena hay un claro enfrentamiento entre grupos de poder. Una disputa anticipada por cuotas y futuros cargos de elección.
Muy recientemente el presidente expresó su desacuerdo con el dirigente de Morena que propuso que el INEGI tuviera acceso a la privacidad de las personas para autenticar su situación económica. Desde el senado Ricardo Monreal ha revirado en varias ocasiones sus posturas por iniciativas originadas en la cámara de diputados producto de la ocurrencia de legisladores con poca o nula experiencia profesional y política. Porfirio Muñoz Ledo ya les dijo de todo a sus compañeros de bancada a los que acusa de serviles y subordinados al poder ejecutivo sin el más mínimo recato.
La pregunta es ¿qué es lo entiende el presidente respecto de conservadores y liberales, por izquierdas y derechas? Pareciera querer emular a Benito Juárez y al México del siglo XIX. Los llamados conservadores de aquella época asimilados al poder del clero se opusieron a las Leyes de Reforma que impulsaban desde la masonería, mexicanos educados y afines a los intereses estadounidenses en la doctrina Monroe. La lucha por el poder tenía una clara injerencia de potencias extranjeras. A los estadounidenses les interesaba imponer el modelo republicano -de división de poderes- herencia de la revolución francesa y adoptado por los ingleses. A los europeos, principalmente a Francia, con Napoleón III a la cabeza, le interesaba implantar un modelo monárquico para poner un dique al expansionismo norteamericano. No era el modelo económico lo que estaba en juego sino el modelo de gobierno. No había una lucha entre capitalistas y socialistas, ni existían en México las izquierdas ni derechas. Juárez logra ganar la guerra sitiado en Veracruz contra las tropas del General Miramón, ambos proclamados presidentes por los bandos en disputa. El apoyo de fragatas de la marina norteamericana que frustra el ataque por mar es determinante. Juárez sin más dinero que el de la aduana veracruzana se ve obligado a declarar la moratoria de pagos a la deuda externa al tiempo de decretar la desamortización de los bienes de la iglesia para venderlos entre quienes después se volvieron los grandes terratenientes del porfiriato. Provoca la intervención de ingleses, españoles y franceses. Recrudece la guerra contra los conservadores que eran arraigadamente católicos. Y con ello la invasión de las tropas francesas y la imposición de Maximiliano de Habsburgo como emperador de México. Los liberales vuelven al poder toda vez que Napoleón III retira al ejercito francés dejando a su suerte a Maximiliano. Esa es la historia entre lo que en algún momento llamamos conservadores y liberales. Nada tiene que ver nuestro actual gobierno que se dice de izquierda con un presidente que se proclama cristiano y se deja acompañar públicamente por el Padre Solalinde y los pastores de la Iglesia Evangélica con el extinto PES (Partido Encuentro Social).
Si hablamos de liberales entonces hay que voltear a los padres del pensamiento liberal. Y esa es otra historia. El libre Mercado, las libertades económicas contra el estatismo, son parte del liberalismo. Tenemos entonces un gobierno que de liberal no tiene nada, pero se dice enemigo del neoliberalismo. Un verdadero entuerto, sin pies ni cabeza. Un discurso falaz y una retórica hueca, carente de sentido y asideros ideológicos. Es lo que se conoce como populismo. Lo mismo navega por la izquierda que por la derecha según venga la marea…