A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Inseguridad, la otra pandemia

Asolados por la confusión entre el número de contagios, el incremento en las cifras de mortandad por COVID19 y la incertidumbre económica, nos enfrentamos además al incremento de la violencia en nuestro país. No se trata de un aumento en la incidencia de delitos del fuero común, ni tampoco hay una relación directa con el aumento del desempleo y la pobreza, sino con la cruenta guerra entre las bandas delictivas del crimen organizado.

Los cárteles del narcotráfico siguen operando en total impunidad disputándose el territorio del país no solo por el trasiego de drogas, sino por el control del derecho de piso, los secuestros, el robo y huachicoleo. Escenas dramáticas de cuerpos abandonados en plena carretera, disparos de arma de fuego captados en redes sociales y vehículos incendiados fueron parte de los hechos suscitados en distintas partes del país. Sonora, Guanajuato, Guerrero y Oaxaca fueron noticia este fin de semana ante la mirada absorta de ciudadanos que ven con impotencia como el estado ha sido rebasado e impera en esos lugares la ley del más fuerte entre los grupos delincuenciales.

El gobierno ya no ve lo duro sino lo tupido. La ausencia de Alfonso Durazo al frente de la estrategia gubernamental no acaba de cuajar el rol de la Guardia Nacional al tiempo de que se prevé la participación más directa del ejercito en temas de seguridad nacional. El mutis de la Secretaria de Gobernación es evidente en el manejo de estos temas. En tanto el presidente que desde sus conferencias mañaneras aborda improvisadamente todos los temas de la agenda nacional mientras centra su atención organizando sus próximas giras por esa necesidad casi vital de estar en contacto con el pueblo. En medio un clima de confrontación permanente con los medios de comunicación, distrae sus baterías enfrascándose con los demonios que juicio de él, pretenden sabotear la autodenominada cuarta transformación de la vida pública del país.

Los reclamos se hacen cada vez más latentes por más que pretenda ignorarlos. No puede ya seguir construyendo una realidad alterna para escapar de la realidad. Urge un poco de sensatez y sensibilidad. Los asesores radicales que le hablan al oído no contribuyen en nada a la gobernabilidad. Ven la tempestad y no se hincan. Socavan la popularidad del presidente y al mismo tiempo la legitimidad en sus acciones. El estado no se puede rendir ante el poder de la delincuencia. Enfrentarlos no es tarea fácil. Poner orden tiene un costo y se tiene que asumir. Ya está visto que hacerse de la vista no les va funcionar.

«La prueba del líder es la capacidad de reconocer un problema antes de que se convierta en una emergencia». –John Maxwell

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