Que se vayan los lambiscones
La frase corresponde a Porfirio Muñoz Ledo. Esto porque en días pasados se rumoreó su salida de Morena. Se refirió como ya lo había hecho antes a sus compañeros legisladores de bancada por la mansedumbre con que se han conducido dejando de lado las iniciativas del propio Congreso para aprobar sin chistar las que envía el ejecutivo.
Con su larga experiencia Porfirio se ha convertido en un referente en la política mexicana a la altura de un estadista. Fue parte del Frente Democrático Nacional encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas que provocó una escisión al interior del PRI en 1986 y del que derivó la creación del Partido de la Revolución Democrática a la postre el Movimiento de Regeneración Nacional.
Dicho movimiento aglutinó a tirios y troyanos. Se montó en la popularidad de AMLO y éste a su vez en un afán pragmático decidió dejar de lado ideologías al incluir a panistas como Germán Martínez y Tatiana Clouthier. También al ex priista -luego petista- Manuel Bartlett, personaje repudiado por él mismo y a quien la izquierda atribuyó «la caída del sistema», asó como la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas. Más aún, sumó al Partido Encuentro Social, completamente confesional, formado por Evangélicos y con postulados que para la izquierda progresista representan a la extrema derecha.
De ese menjurje ideológico surgió una mayoría inconexa cuyo divisionismo es cada vez más evidente. Predominan, efectivamente, aquéllos que por ignorancia del deber ser y su falta de congruencia, se comportan con docilidad convenenciera pensando en congraciarse con el poder omnímodo y así gozar de su venia para futuras aspiraciones. Están siendo arrastrados por una corriente radical al interior de Morena que influye en el presidente y que ha contribuido a la polarización del país. Por esa intolerancia expulsaron a la senadora Lilly Téllez. Por esa intolerancia se ataca a Monreal, quien ha procurado consensos y posturas más moderadas, producto de sus muchos años en el quehacer político.
Viene a cuento porque después de leer mi artículo sobre la aviesa reforma a la ley electoral del estado, un empresario al que mucho aprecio me hizo pregunta siguiente: ¿Recuerdas alguna ocasión en que el Congreso Chiapaneco haya hecho algo en contra de los intereses del gobernador o de sus partidos? Y vino entonces a mi memoria la LX Legislatura a la que pertenecí como diputado. Siendo 16 de oposición contra 24 diputados de mayoría, logramos impulsar muchos cambios como la desaparición de la figura de la Gran Comisión y una distribución equitativa en la presidencia de la mesa directiva. Eso entre otras muchas otras escaramuzas y habiéndonos tocado lidiar con dos gobernadores, Roberto Albores y Pablo Salazar.
Recuerdo por ejemplo que acordamos que el informe de gobierno de Albores se hiciera en el Congreso cuando pretendía cambiar la sede. Tiempo después tocó a Pablo y en absoluta incongruencia, ahí si se le hizo el antojo de que su toma de posesión fuera en el Polifórum. Los mismos alegatos fueron infructuosos con mis compañeros legisladores que ya siendo gobierno cambiaron de actitud. Pero voces discordantes las hubo. Con mis propios compañeros de bancada en el PAN: Vicky Rincón, Augusto Orantes y Carlos David Alfonso Utrilla, sostuvimos posiciones encontradas producto del debate en ése y muchos temas. Siempre deliberábamos.
En mi opinión no desmerece la labor de un legislador sino al contrario la reivindica. Más allá del instinto gregario, tribal y de subordinación, logramos impulsar las agendas de todos los partidos representados en el Congreso. Eso debe suceder en un órgano deliberativo como lo es el Congreso. Creo firmemente que eso da vida y razón de ser a esa institución. Siempre recuerdo con respeto y reconocimiento a la mayoría de todos mis compañeros diputados en esa legislatura.
Por eso es una grosería, por decir lo menos, lo que acaban de hacer en el Congreso Local aprobando vía Fast Track una ley electoral que debió ser discutida más ampliamente. Por eso honran ese papel voces discordantes como la del diputado morenista Juan Salvador Camacho, Aida Guadalupe Jiménez (PRI), Mario Santiz (PRI), Olga Luz Espinosa (PRD) y que, más que oponerse, reivindicaron su labor como legisladores.
«SI CADA UNO DE LOS MEXICANOS HICIERA LO QUE LE CORRESPONDE, LA PATRIA ESTARIA SALVADA». Belisario Domínguez