A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Foto: forbes

Políticamente correctos

El presidente habló bien y de corrido en la Casa Blanca. Correspondió al discurso de Trump quien lo trató con toda la diplomacia que corresponde a una visita de estado. Fueron políticamente correctos, diplomáticamente perfectos, pero incongruentes entre el hacer y el decir.

Si alguien ha de haber disfrutado ese encuentro desde la comodidad de su casa, a 25 años de distancia de la firma del tratado original, ese fue Carlos Salinas de Gortari. No es para menos. Su máximo detractor parece su más fiel discípulo. El émulo del salinato se hizo acompañar de la Mafia del Poder. Aquellos que se hicieron los millonarios mexicanos de Forbes con Salinas, hoy son los invitados de honor a la cena ofrecida en la Casa Blanca. El mismo asistencialismo otrora llamado «solidaridad» ahora se llama del Bienestar.

Toda la lucha de la izquierda mexicana en contra de un acuerdo comercial que perjudicaría a México hoy es aplaudida por los mismos que en el pasado llamaron traidor a Salinas. La continuidad del tratado se ofrece como el salvavidas que habrá de rescatar a la economía mexicana cuando no es otra cosa que su continuidad, pero con las nuevas condiciones impuestas por la contraparte norteamericana. Nada va mejorar en México sin un plan económico de rescate a las pequeñas y medianas empresas del país. Y ya no será.

Atrás quedaron los discursos de campaña cuando Amlo acusaba de racista a Trump y quería demandarlo en una corte internacional. O cuando Trump etiquetó a los migrantes mexicanos de la peor manera y como la mayor amenaza para el futuro de su país.

Quien tuvo que revirar fue el presidente mexicano. Bastó un solo twitazo para que dejara de ver a los migrantes ilegales como sus hermanos y a los que daría pase libre en la frontera sur, a poner un muro militar con la Guardia Nacional que frenara de golpe a la migración. Pasamos de ver al muro como una infamia para México a hacernos de la vista gorda cuando Trump lo presume a los cuatro vientos. Y no se olvide que despachamos a Evo Morales de un día para otro después de recibirlo con fanfarrias. En política no hay casualidades. El vecino del norte manda e impone condiciones acordes a sus intereses.

Todo fue cuidado por ambas partes. El embajador norteamericano Christopher Landau, hizo su chamba para acotar la reunión de tal manera que no se saliera de control. El acto fue políticamente impecable. Ambos presidentes se usaron recíprocamente efectivos como lo son para transmitir confianza a sus seguidores y recuperarse de la baja en sus popularidades. Uno de cara a su reelección y el otro de cara a las elecciones del próximo año.

Todo sería maravilloso a no ser que con sus actos López Obrador se ha vuelto una amenaza para las inversiones extranjeras por falta de certidumbre legal y al mismo tiempo un espantapájaros para iniciativa privada en México a la que hostiga cotidianamente. Mientras que a las PyMes las ha dejado a su suerte para enfrentar la pandemia. De nada sirve que aplauda en Washington la importancia del libre comercio sin en México es un fiel creyente del estatismo. De nada sirve construir acuerdos allá, si aquí los desbarata con la mayor facilidad.

Como ahora sucede en medio de nuestra polarización, cada quien verá las cosas como las quiera o prefiera ver. Para unos un fracaso y una redención a los pies de nuestros vecinos. Para los fans un estadista cómo ninguno. Amigos como Abraham Lincoln y Benito Juárez. Lo importante es que ya hay T-Mex y a ver como nos va. A ver si le cambia el chip a nuestro presidente y una de esas se vuelve neoliberal.

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