Veneno embotellado
Durante la reciente visita del Dr. López Gatell salió a colación el tema nocivo del consumo de refrescos -principalmente Coca Cola- y productos chatarra particularmente en las regiones indígenas, las más pobres de nuestro estado.
Durante su conferencia Gatell cuestionó: «¿Para qué necesitamos el veneno embotellado, el de los refrescos? ¿Para qué necesitamos donas, pastelitos, papitas que traen alimentación tóxica y contaminación ambiental?
Recordé una charla casual que tuve con Rutilio Escandón ya elegido gobernador electo a un mes de que tomara posesión. Nos topamos en el aeropuerto previo a abordar un avión -cuyo vuelo se retrasó- por lo que pudimos conversar un buen rato. Iba solo y eso facilitó la charla. Recuerdo haberle hecho énfasis en el problema que significa para Chiapas el alto consumo de bebidas endulzadas. «Algo se tiene que hacer» le dije.
Hace unos años, cuando el gobierno de Peña Nieto decidió lanzar la Cruzada Nacional contra el Hambre, mi hijo mayor tenía que hacer un ensayo que le dejaron de tarea en la escuela de derecho. Me pidió mi opinión y me quedé pensando si realmente México tenía un problema hambre -o hambruna- como sucede en algunos países subdesarrollados como en el África Subsahariana.
En esa región del mundo entre 2015 y 2016, el número de personas que padecieron hambre subió de 200 a 224 millones, lo que supone el 25 por ciento de los 815 millones de personas que no tuvieron una buena alimentación en el mundo en 2016. África Subsahariana tiene un elevado índice de subalimentación y mortalidad infantil. Las causas principales de la hambruna son la pobreza extrema, la inestabilidad laboral, la escasez alimentaria, el desperdicio alimentario, las infraestructuras deficientes, los mercados inestables, el cambio climático, las guerras y conflictos, la calidad nutricional y la discriminación.
No digo que no exista hambre en México, sino que el problema más bien se centra en la desnutrición que proviene de una mala alimentación. En México existen organizaciones de la sociedad civil que manejan los bancos de alimentos y ayudan a la población que lo necesita. En Chiapas, de acuerdo con el INEGI, en los últimos años se tiene un promedio de alrededor de 7 mil 500 defunciones anuales por desnutrición; cada año también se contabilizan más de 600 mil casos nuevos de obesidad, más de 350 mil casos de diabetes mellitus y más de 400 mil de hipertensión.
El consumo de bebidas azucaradas per cápita por año a nivel mundial es de 100 vasos (25 litros). En los Estados Unidos, que lideraba hace más de una década el consumo, 400 vasos (100 litros). Ese lugar fue superado por México que alcanzó un promedio per cápita de 600 vasos (150 litros). En Chiapas, la entidad más pobre del país, se consume en promedio 3,285 vasos (821 litros). Ingerimos ocho veces más que el promedio mundial y cinco veces más que el promedio nacional que de por sí es el más alto del mundo.
Siendo la obesidad, la hipertensión y la diabetes, causas de comorbilidad; la afectación de la pandemia en nuestro estado ha tenido consecuencias graves. No hay manera de resolver el problema a corto plazo. Pero ojalá esta mala experiencia nos sirva para que de una vez por todas se generen políticas de estado que atiendan y enfrente las causas -que ya conocemos- de este problema…