Regreso a clases
De manera quizás un poco atropellada, el Secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, anunció la puesta en marcha de un convenio con las principales televisoras del país para poder tener programas educativos en tanto se puedan reanudar de manera presencial las clases. Suena bien de entrada, pero el asunto es más complejo de lo que parece. Ya existen televisoras del gobierno como el canal 11 y 22 que tienen junto con televisoras locales una cobertura nacional de hasta en un 70%. Solo que el asunto es más complejo de lo que parece.
Para empezar los niños prácticamente no están acostumbrados a la televisión abierta. Las pantallas, si se utilizan, es para juegos electrónicos y en lo último que se fijarían sería en programas televisivos. Y mire que existen programas bastante didácticos en las señales de cable que actualmente llegan a muchos poblados del país. Por supuesto que hay comunidades apartadas donde no existen señal y tampoco se tienen televisores. Pero en el gran grueso de la población que vive en zonas urbanas, si.
Desde el comienzo de la pandemia, primero las universidades y luego los colegios particulares de educación básica se adaptaron el cambio utilizando herramientas ya existentes en sus propios celulares. Hemos pasado por ese proceso de adaptación a las reuniones virtuales y al trabajo en casa. Solo que, en el caso de la educación básica, no basta con prender el televisor y ya. Ni tampoco de que los niños se entretengan viendo el televisor mientras los padres salen a trabajar.
Se necesita un curso en línea para cada nivel escolar y que los maestros se puedan comunicar con sus alumnos. Eso ya se está haciendo desde el principio de la pandemia en los colegios particulares y ahora se va a estandarizar con el uso más específico de plataformas tecnológicas. De ahí que no se piense que con eso se arregla el posible rezago educativo. La experiencia debe ser de utilidad en las nuevas formas de enseñanza. Debería obligar al gobierno a mejorar la educación dada la precariedad con que se imparten clases.
Ya vimos que dieron al traste con la reforma educativa. Que prefirieron privilegiar las prestaciones y condiciones laborales de los maestros sin tener la obligación de capacitarse y actualizarse. Pero es sí, el sueldo no falla. No debe por eso extrañarnos que estados como Chiapas, que destinan más de un 30% de su presupuesto en educación, sigan ocupando los últimos lugares en las evaluaciones. Tristemente la brecha se acentúa cada vez más.
¿Adiós al fraude electoral?
Dice que el presidente que se va acabar la compra de votos, la entrega de despensas, el acarreo y el uso de dinero público para las campañas electorales. Nada de «ratón loco» y urnas embarazadas. A partir de ahora estás prácticas se considerarán como delitos graves. Todo eso suena muy bien y ojalá sea cierto. Aunque del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Para que le creamos tiene que mandar un mensaje muy claro y específico para los de casa. Particularmente para los superdelegados que controlan los programas sociales. No hay para nada transparencia en el manejo de esos recursos. Y no es difícil suponer que todo el dinero destinado para esos fines está sirviendo para generar una enorme clientela electoral.
Si se trata sólo de vigilar a los adversarios mientras ellos actúan a sus anchas con un ejército de funcionarios a sueldo (más de 18 mil en todo el país), en vez de hablar de democracia nos enfrentaremos a una elección de estado al viejo estilo que tanto ha costado erradicar y sigue vigente para manipular el voto de los más necesitados.