Catastrófico
Ante el alto número de víctimas por el COVID-19, parece que hemos perdido la capacidad de asombro. No hay otra tragedia de tal magnitud desde la revolución mexicana a la que aducen un millón de muertos. A lo mejor es tormentoso, estresante, hablar solo de ese tema por la enorme incertidumbre en torno a lo impredecible y casi desconocido que es el comportamiento de los contagios.
Al principio parecíamos estar en buenas manos considerando que el presidente decidió dejar la conducción de la política sanitaria en manos de un aparentemente experto epidemiólogo, el doctor López Gatell. Sin embargo, todas la proyecciones y cálculos le fallaron. La curva no se aplanó en las fechas previstas y el problema sanitario sigue vigente.
Cualquiera que se hubiera atrevido a diagnosticar más de 60 mil muertos hubiera sido descalificado como un catastrofista. No lo habrían bajado de alarmista e irresponsable. Y fue el mismo López Gatell quien advirtió que llegar a 60 mil fallecidos sería catastrófico. Y en eso estamos ahora y va para más.
Las consecuencias han sido funestas no solo en lo sanitario sino en lo económico. La situación es un desastre y el desempleo es dramático. Por si faltara más la delincuencia organizada sigue actuando a sus anchas. La única aparentemente buena noticia fue la firma del T-Mec. Aunque lo cierto es que el equipo económico de Peña Nieto fue el que dejó amarrado ese acuerdo. No sirve ahora de mayor cosa porque el manejo económico del país también ha sido catastrófico. La inversión esta paralizada. La incertidumbre y la desconfianza está frenando o de plano cancelando las inversiones.
La reversa a la reforma energética ha dado al traste con las inversiones en las energías renovables y más baratas. El revés en materia educativa condenará a varias generaciones a una educación mediocre y cero competitiva. A eso hay que sumar el año perdido por la pandemia. La delincuencia actúa a sus anchas. La guardia nacional ha resultado un fracaso. Las cifras de asesinatos superaron en dos años lo que en anteriores gobiernos sucedió en seis.
Nada esta saliendo bien y las decisiones del presidente siguen abonando al desastre que vive México. Para muchos es un sexenio perdido. Otros más auguran que será una década o quizás una generación de mexicanos la que pague las consecuencias. Resulta por eso indignante y hasta enfermizo que el presidente siga hablando del avión presidencial. Que Gatell culpe a los mexicanos de nuestra vulnerabilidad ante el COVID por nuestros malos hábitos alimenticios. Que el presidente monte un show mediático con el caso Lozoya y resulte que la corrupción también embarra a su gobierno.
Por más que hagan maromas el golpe ha sido letal para su credibilidad. Insulta a la inteligencia la justificación que se quiere dar. El pueblo es bueno y no se si sabio, pero tampoco idiota. Si. Es catastrófico lo que esta pasando. México no merece esto. No merece tener este gobierno ni tampoco a un partido al que los mexicanos le entregaron la mayoría para que hiciera mejor las cosas o no este desastre plagado de ocurrencias.
Si queríamos saber lo que era un gobierno de izquierda justiciera y trasnochada que viera primero por los pobres ya vimos los resultados. Se multiplicaron. Desmantelaron al gobierno, se acabaron los ahorros, llevaron a la quiebra a la CFE y PEMEX y ahora ya no vemos lo duro sino lo tupido. Lo peor es la indolencia, la soberbia, la testarudez y la incapacidad de rectificar. Ya no hay manera de salvar el sexenio. Lo que queda es frenar la caída libre, el control de los daños. El próximo año es la cita. Tenemos que salvar la democracia para que ella nos salve. Viene una elección de estado al viejo estilo. Veremos si la indignación social puede más.