Atizando el fuego
No conforme con la crisis sanitaria, economía y seguridad que vive el país, el presidente atiza más el fuego con sus ocurrencias como si dirigiera a una secta fundamentalista y no a un país de 129 millones de personas. Es cierto que ganó con el 53% de la votación contra 47%. De 89.1 millones de electores la participación se quedó en 62.65%. En síntesis, solo un tercio de los electores votó por él.
En lo personal estoy absolutamente convencido de que los resultados superiores a lo esperado, fueron producto del pacto con Peña Nieto. Además de recursos millonarios de los que ya disponía Morena y otros que evidentemente no declaró ante el INE. Lo que vimos recientemente en video es un hecho aislado de cómo fueron tomando forma las «aportaciones» de incierto origen al movimiento. El promedio de todas las encuestas auguraban un 48% y no un 53%. Esos 5 puntos adicionales le dieron el control en la cámara de diputados. No uno, sino varios gobernadores apostaron por él. Pasó primero con Duarte en Veracruz. También empresarios que se congraciaron con él para blindar sus intereses. Ya se venía armando la polla. En la recta final de la campaña Peña tiró línea con algunos de los gobernadores en los que confiaba para que ellos mismos cubrieran sus espaldas apostando por la causa.
El Monarca
Lo que quizás nadie pensó es que ese triunfo, que por cierto no es el más abultado de la historia, lo haría actuar como un monarca o un emperador por encima de la forma de gobierno republicano que tenemos los mexicanos. En su toma de posesión protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución General de la República y las leyes que de ella emanan, pero en la práctica se ha dedicado a hacer todo lo contrario. Se pasa la ley por el arco del triunfo, la aplica a conveniencia, se hace de la vista gorda con los suyos y la aplica con todo rigor contra sus adversarios.
Agobiado por el desastre económico que él mismo provocó, obcecado en sus ideas, rebasado en los pronósticos fallidos de la pandemia y con nulos resultados en materia de seguridad, acude a su recurso favorito, buscar culpables. Quiere ahora hacer un «hacer un juicio a expresidentes, más que encarcelarlos» Dice: «Lo que propongo es que al mismo tiempo que la Fiscalía y el Poder Judicial van resolviendo sobre la responsabilidad de los expresidentes, al mismo tiempo se pueda hacer una consulta ciudadana para que la gente sea la que decida»
Se trata de una tomadura de pelo como las que acostumbra. Es como lo del avión que se rifa, pero no se rifa, y en este caso el engaño es en grado superlativo. Primero porque el «juicio popular» no tiene ningún sustento legal. La ley no se puede aplicar a contentillo una consulta. No puede sentenciar ni exonerar. La ley está para cumplirse y punto.
Ya le puso hasta fecha. Casualmente el día de las elecciones. Que los jueces resuelvan. En el caso de que lo pretendiera, meterá de nuevo en aprietos la Suprema Corte. Los ha vilipendiado como nadie, ni nunca antes. Y por supuesto que la Corte no tienen que dar muchas vueltas para decirle al presidente que es un lego y absoluto ignorante de la ley.
El presidente es un incendiario. Lo suyo es la agitación social. En eso se especializó desde que bloqueó los pozos petroleros en su natal Tabasco o como cuando sus huestes ocuparon durante seis meses el Paseo de la Reforma. Sigue sin gobernar, porque anda en lo suyo que es hacer campaña. Solo que ahora con el uso y el abuso de un poder onmipresente. Atiza el fuego en vez de procurar la concordia entre los mexicanos.