Por la libertad de expresión
La libertad de expresión es un derecho, no una concesión. No solo constitucional sino universalmente reconocido en la Carta Universal de los derechos humanos. Hoy en nuestro país está bajo asedio. El tono del presidente al referirse a la prensa crítica está subiendo a niveles insospechados. Ejerce lo que él llama derecho de replica, pero se olvida de lo que representa la investidura, la institución presidencial. Es grave porque ya pasó de las palabras a los hechos. A la censura y la descalificación públicas. A prohibir cualquier tipo de publicidad en medios críticos a su gobierno.
Dispone del presupuesto en comunicación social como una herramienta para premiar o castigar según sea el caso, lo que dicen y le incomoda. Es un mal pleito el que se ha comprado, porque en la medida que avanza su gobierno aparecen problemas que no se pueden ocultar. No hay manera de evitar que trasciendan. Las redes sociales son una herramienta muy poderosa que no admite esa censura. Y contra ellas ha arremetido también.
No se salva nadie. La revista Proceso que acompañó de alguna manera su lucha para llegar a la presidencia no se salva. Una semana, hace unos meses, apareció plagada de publicidad gubernamental y luego la retiraron. Quiere que le toquen al son que les pone. No les paga para que le peguen. Televisa y TV Azteca se han alineado al oficialismo. Tienen muchos intereses que cuidar. Después de más de 20 años Loret fue retirado de su programa, lo relegaron a W Radio, donde su impacto es mucho menor. Sacaron a Víctor Trujillo y Loret de Tercer Grado. Y hoy la crítica en ese programa es un paseo por las nubes.
La SFP sancionó a la Revista Nexos de Aguilar Camín por un contrato de 76 mil pesos. La inhabilitó por dos años y una multa de un millón. Nadie puede ahora contratar espacios ahí. Sergio Sarmiento fue removido con años de arraigo en su programa. Siempre quedan otros espacios, pero la moraleja ahí esta. Bajarle de tono, moderar la crítica, esa es la consigna. Loret y Brozo tuvieron que autoexiliarse a los Estados Unidos para desde ahí lanzar «Latinus» y hablar sin cortapisas. Pero ya le colmaron la paciencia. Ahora quiere que le digan «quen pompo» quien patrocina para poder lanzarse sobre ellos y exhibirlos, auditarlos.
Pero no puede con todo. Sería demasiado. Por eso varios medios mantienen equilibrios en la crítica sin dejar de informar. El Financiero, por ejemplo, no vive ni necesita del gobierno. El dueño es Michael Bloomberg, un magnate neoyorquino. Reforma cuenta con un numero importante de suscriptores y quizás pueda sobrevivir a la sequía. Otros como Milenio han tenido que abrir sus espacios a los panegiristas de la 4t. Creerán que desde ahí pueden generar influencia en la opinión pública. Ahí esta Epigmenio Ibarra el productor de las narcoseries. Tirando hiel y sembrando odio. Ni quien los pele. La gente busca la información, no los aplausos. Aún así se han apoderado de la televisión oficial, el canal 11 y 22. Su barra programática se ha vuelto ridículamente propagandística. El que paga manda.
Lo más grave es el clima de animadversión que se percibe en los creyentes del presidente. Proliferan los insultos, el odio, las amenazas, las agresiones verbales. Paco Taibo, el director del Fondo de Cultura Económica, les dice públicamente a Enrique Krauze y Aguilar Camín «que mejor se vayan del país». Así de claro. En otros tiempos hubiese sido un sacrilegio imperdonable para cualquier administración. A Reforma el presidente lo llamó «pasquín inmundo». ¿Eso es derecho de réplica? Por supuesto que no. Es una clara amenaza contra la libertad de prensa. Y ni quien diga nada. ¿Dónde están los organismos no gubernamentales? A ver si entendemos de una vez por todas que lo está en juego en país es la vigencia de nuestras libertades. Sino las defendemos ahora, después será demasiado tarde…