El debate Trump – Biden
Precedido por encuestas que lo colocaban por debajo de las preferencias electorales en los Estados Unidos, el presidente-candidato Donald Trump se tiro a matar en el primer debate presidencial. Cual pugilista y sin escuchar al arbitro-moderador, se abalanzó a golpes sobre su rival sin respetar las más mínimas reglas de urbanidad. Dicen los que saben que ha sido el peor debate en la historia de los Estados Unidos, de larga tradición, pero convertido en un matadero en esta ocasión.
Ignorando las reglas y al moderador, Donald Trump no dejó de vociferar e interrumpir a Joe Biden, quien pecó de decencia al no poner un hasta aquí a su rival y exigir que se respetaran los tiempos otorgados a cada uno de los debatientes. No es de extrañar que, disruptivo como es, Trump agrediera y descalificara sistemáticamente a su rival.
A pesar de ello me atrevo a decir que fue asertivo en varios de sus señalamientos. Hay que tener en cuenta que les habló a sus electores, a los que tiene bien estudiados y que le dieron el triunfo en las elecciones pasadas. No le dio tregua a Biden. Tenía muy claro qué enfatizar ante las previsibles acusaciones de Biden. Varias veces lo llamó socialista y comunista, refiriéndose al ala izquierda del partido demócrata que defiende los derechos sociales y de las minorías raciales. Bueno, hasta lo llamó racista, cuando es precisamente una de las características casi confesas del propio Trump.
Cuando se tocó el tema del sonado asesinato de George Floyd y los disturbios violentos posteriores, Trump habló de «la ley y el orden» algo muy arraigado en la cultura norteamericana y que es garante de la convivencia social. Allá no se andan con medias tintas a la hora aplicar la ley contra quienes agreden a terceros, a bienes públicos y ya no se diga privados, que están en el ADN del pueblo norteamericano.
Sorteó las acusaciones por el manejo de la pandemia a pesar de los 200 mil muertos por el Covid, un 20% de los registrados en todo el orbe. «Tu lo hubieras hecho peor» le dijo a Biden y presumió que a pesar de ello la economía norteamericana sigue en marcha y proceso de recuperación. No hay que olvidar que hubo apoyos económicos por cada integrante de todas las familias. 1,200 dls por adulto y 500 dls por cada menor, algo que no vimos en México y nos tiene sumidos en la peor de las crisis de nuestra historia.
Inescrupuloso, inmoral, soberbio, grosero y falaz, Donald Trump atacó a Biden acusándolo de ser un mal estudiante en la universidad y arremetió contra sus hijos. Uno de ellos combatiente en las fuerzas armadas y otro más con problemas de adicción que el propio Biden reconoció. Cínico y mentiroso negó todas las acusaciones en su contra. No dejó respirar a Biden. Y para retamar acusó de un posible fraude electoral por el sistema de voto por correo y anticipando que no reconocerá su derrota lo cual pondrá en una situación delicada a la siempre bien ponderada democracia norteamericana.
Hace cuatro años y en base a referencias demográficas y características raciales, anticipé un previsible triunfo de Trump y muchos no me creyeron. Pero esto no es asunto de creencias. Tiene que ver con la idiosincrasia de la mayoría blanca (69%) y otras minorías raciales que adoptan el credo americano mimetizándose con la filosofía de los padres fundadores. Son los migrantes de varias generaciones, incluyendo a los de origen latino y mexicano, que no ven buenos ojos la integración cultural de los últimos años producto de inmigración ilegal. Por el contrario, ven amenazados sus empleos, sus valores tradicionales muy arraigados y no están dispuestos a adoptar usos, costumbres o religiones que trastocan sus creencias.
A ellos les habla Trump que no aspira a gobernar para todos sino para los creyentes en el «Make America Great Again». Es un genio en el manejo de las amenazas externas y los extraños enemigos. Los mexicanos, los chinos, los musulmanes, son amenazas que quieren llegar a imponer su modo de vida al tiempo que atenta contra el de ellos.
A pesar de que muchas encuestas le dieron el triunfo en el post debate a Biden, no debe confiarse. Más bien creo que ya se prendieron las luces de alarma en su casa de campaña y tendrá que cambiar de estrategia para ser mas imponente, firme e incisivo. Quizás tenga que lanzarse sin titubeos y levantar la voz dejando de lado las reglas de urbanidad. Ojalá le lean la cartilla a Trump en el próximo debate y le corten el micrófono porque de otro modo será imposible contenerlo. Por lo pronto a pesar de las ventajas para Biden, la moneda sigue en el aíre.