La Cuarta Transformación
Existe una obsesión del presidente por convertirse en un prócer más de la historia de México. Por eso su fijación en utilizar a los personajes históricos de los que considera emanado su pensamiento político. Quiere ser estatua. Que su nombre algún día aparezca en escuelas, calles, teatros y por supuesto en los libros de historia. Descansar junto a nuestros dioses del olimpo patrio en la columna de la independencia o el mausoleo de la revolución. De ahí que su máximo postulado sea lograr la autodenominada cuarta transformación de México.
Las otras transformaciones
La primera obviamente, es la gesta independentista que dio origen al nacimiento de México. Nació siendo un imperio, el de Iturbide, y se transformó en una república. En 1857 las leyes de reforma que hicieron de México un país laico por la guerra entre liberales y conservadores. De ahí sobrevino la intervención francesa y en 1867 el triunfo de Juárez sobre Maximiliano que murió fusilado en el cerro de las campanas. La tercera fue la revolución con el movimiento maderista en contra de la reelección y el sufragio efectivo.
La cuarta
La cuarta transformación que encabeza López Obrador pretende acabar con los privilegios, la corrupción, así como la desigualdad social. Pasa por eliminar el modelo neoliberal que ha imperado en los últimos 36 años, al que culpan de todos los males y que no es otra cosa que la transición de México de una economía de estado a una economía de mercado.
El proceso de apertura e incursión de México a la globalización fue lento y gradual, pero López Obrador lo borró de un plumazo. Echó abajo las reformas energética y educativa obstinándose en el rescate de una empresa como Pemex que le ha generado al país más de 360 mil millones de pesos en perdidas. A dos años de gobierno vaya que ha habido transformaciones. Todo lo que toca lo transforma, pero habrá que preguntarse en que. Vayamos por partes.
Por transformar el sistema de salud y tener uno como en Dinamarca (Hágame usted el favor), acabó con el seguro popular y creo el INSABI desprotegiendo a millones de familias incluyendo a los niños que siguen sin recibir de manera oportuna sus medicamentos contra el cáncer. Ahora con la epidemia ese «nuevo» sistema de salud ha demostrado su ineficacia. 8 de cada 10 intubados fallecen en el IMSS mientras que en los hospitales privados 2 de cada 10. Las compras directas disque para adquirir medicinas a mejor precio han afectado la distribución y se han convertido en fuente corrupción.
El apoyo al campo se ha transformado. Pasó de 74 mil millones a 46 mil substituyéndolos por programas que no reactivaron la producción y han depredado simulando la siembra de arboles. Un programa sin pies ni cabeza, opaco y sin mecanismos de evaluación. Las becas para jóvenes no han logrado la inserción efectiva en el mercado laboral y de las nuevas 100 universidades nada se sabe más que su antecedente en la CDMX, un verdadero fiasco con nulos niveles de aprovechamiento.
El Congreso se ha «transformado» una oficina de tramites y una fábrica de ocurrencias. La Corte en un órgano sumiso que sin pudor resuelve y confecciona trajes a la medida del presidente. El INE es un arbitro complaciente que se hace de la vista gorda con las «aportaciones» en sobres manila recibidas por Morena, pero eso sí, le marca penal e incluso expulsión a un nuevo partido incomodo al presidente. El TRIFE es una cueva de forajidos cuyo desfachatado presidente no tiene el más mínimo pudor actuando como juez de consigna. Hoy es acusado de múltiples fechorías.
El gobierno federal se ha transformado en un acaparador de la hacienda pública dejando sin recursos a estados y municipios. La refinería de Dos Bocas se ha transformado en un complejo submarino anegada por recurrentes inundaciones. La industria eléctrica también ha pasado por un proceso de transformación. Es un monopolio caro y contaminante que utiliza combustóleo y carbón, ambos combustibles fósiles, cerrando la puerta a la inversión en energías renovables, dañando irreparablemente el medio ambiente.
La inseguridad ha crecido a niveles históricos. Nuestra dependencia de las remesas es cada vez mayor y los elementos de la Guardia Nacional, son los Mastines de Trump en la frontera sur. Pasamos de ser un estado que abría las puertas a centroamericanos al vigilante del patio trasero. La televisión pública se ha transformado en un órgano de propaganda. La libertad de expresión en una actividad continuamente agredida por una serie de epítetos que les endilga a diario el oráculo mañanero.
México se ha transformado en un país bananero que ahuyenta la inversión, viola garantías individuales y dilapida recursos públicos como dulces de una piñata. Estamos dejando de ser una república para transformarnos en un país autócrata y dictatorial.