A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Aquí no pasa nada

Algunos de mis lectores se preguntan por qué escribo poco sobre lo que pasa en nuestro estado. La respuesta es muy simple: Aquí nunca pasa nada. Lo explico y lo digo con tristeza, indignación y cierta resignación. También lo haré por respeto para quienes creen que nuestro hermoso estado merecería un destino mejor. Tenemos todo: recursos naturales, biodiversidad, historia prehispánica y colonial, una extraordinaria cultura y bellezas sin igual. Confluyen como en ninguna otra parte de México nuestra cultura criolla, migrante, mestiza e indígena. En un mundo globalizado contrasta nuestra raigambre identitaria.

Un poco de historia

La historia de Chiapas se remonta a las crónicas de hace cinco siglos con Don Bernal Díaz del Castillo. Ahí se narra como los zinacantecas de origen Nahuatl invitaron a los españoles a conocer y asentarse en el valle de Jovel, hoy San Cristóbal de las Casas. La primera ciudad multicultural del continente. La resistencia ancestral del pueblo de Chamula. Los rebeldes indios Chiapas. En las novelas de B. Traven, la explotación de la mano de obra y las maderas de las selvas de Chiapas que se transportaban a flote por nuestros caudalosos ríos hasta el Grijalva. El legado de Fray Bartolomé de las Casas que denunció el sufrimiento de los indios. Las leyes de indias. En su testamento la reina Isabel I de Castilla, le encarga encarecidamente a Fernando de Aragón y a Juana I de Castilla «La Loca», que los indios sean protegidos.

Asilamiento

Por el tiempo en que pertenecimos a la Capitanía General de Guatemala y nuestra posterior independencia, nos incorporamos a México, pero permanecimos aislados geográfica y políticamente durante largos años. Eso nos condenó al retraso. El movimiento mapachísta fue considerado un movimiento contrarrevolucionario. La situación en Chiapas era distinta respecto del resto del país.  Por ello cimbró al país el levantamiento zapatista. Se nos dio un tratamiento de eslabón perdido y aletargado. Como consecuencia de la revuelta social se pulverizó la tenencia de la tierra y casi se extinguió la propiedad privada. 80% de la de la propiedad es social. Los que antes fueron grandes productores de café y ganado dieron paso a un minifundismo empobrecedor que el gobierno pretendió inútilmente hacer productivo con grandes recursos. Se salvaron algunas regiones de Chiapas que aún siguen siendo muy productivas como el soconusco.

Programas Sociales

Para evitar que se multiplicara el descontento social el gobierno federal invirtió grandes cantidades de recursos públicos en programas sociales. El magisterio se convirtió en un Frankenstein que hoy devora casi 30 mil millones de pesos, uno de cada tres pesos del presupuesto de egresos, pero sus resultados son magros. La calidad educativa en casi todos los niveles es deficiente. Aún tenemos un 14% de analfabetismo.

Precariedad

A falta de una política de población e infraestructura para el desarrollo, las comunidades se dispersaron por miles en pequeños núcleos que no pasan de 100 habitantes. Por eso es que no hay dinero que alcance para proveer los servicios básicos. Por eso depredamos selvas y bosques. En 20 años de un millón perdimos medio millón de hectáreas. Se vive de la economía de traspatio. Del precario cultivo del maíz que termina erosionando e inutilizando la tierra.

La realidad

Lo que si tenemos es un enorme aparato gubernamental que sirve para poco. La obra pública es la cueva de Ali Babar. Gobierno tras gobierno es el mayor foco de corrupción. Políticos vienen y políticos se van con las alforjas llenas. Por eso la lucha por el poder político es encarnizada. Es la fuente de riqueza. La manzana de la discordia. No hay ideologías ni lealtades partidistas. Es «El rey ha muerto, viva el rey» cada seis años. Nuestra anodina clase política se ha vuelto resiliente, cromatófora y capaz de mimetizarse ante el poder. La miseria y la ambición nos han horadado el valor. El Virrey en turno es el amo y todo poderoso de la aldea. A la vez el más fiel cortesano del tlatoani sexenal. ¡Recordad, caballeros hijosdalgo, que los presentes son para los chicos! Decían los sirvientes de doña María de Angulo mientras repartían víveres entre los desamparados. De ahí proviene nuestra fiesta grande. Celebramos nuestra mendicidad. Y así nos quedamos, atrapados en el pasado. Por eso aquí no pasa nada, aunque pase…

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