La batalla cultural
Más allá del debate entre el estatismo o el libre mercado, entre izquierdas o derechas, hay otro no menos importante, entre las ideas llamadas conservadoras y progresistas que tienden a confundirse. Atrapado en los dos frentes se encuentra el liberalismo que puede encajar en ambas tendencias y se encuentra muy por encima de esa discusión.
La libertad económica, el derecho de propiedad, el libre comercio, son solo algunas de las libertades que defiende el liberalismo. Así como la izquierda tiene a Marx y Engels como sus edificadores teóricos, también los tiene el liberalismo a partir de las ideas de Adam Smith, Hayek, Ludwig von Mises, Milton Friedman, Karl Popper, Ayn Rand o Raymond Aron.
¿Qué es el liberalismo?
El liberalismo defiende la libertad individual, la igualdad ante la ley, y una reducción del poder del Estado. Defiende los derechos individuales, la libertad de asociación, la libertad de religión y expresión, la igualdad ante la ley de todo individuo sin distinción de sexo, raza, origen o condición social; y el imperio de la ley al que deben someterse los ciudadanos pero sobre todo los gobernantes.
La carencia de formación intelectual entre las élites políticas en México nos atrapa en una discusión maniquea a partir de un revoltijo histórico y conceptual. En los congresos locales ni siquiera se debate. A diferencia de otros países como en Latinoamérica o España, la derecha mexicana no se asume como tal. Se pretende ubicar en el centro, en el humanismo, rehúye a la estigmatización de quienes con el manto de la izquierda que suena como políticamente más correcta, también elude con frecuencia la etiqueta del socialismo o comunismo. Por ello se vulgariza la discusión. Unos quieren volver al pasado del estado como rector económico, político y social culpando al neoliberalismo, es decir el capitalismo, de todos los males, mientras otros defienden los muy incipientes avances en materia de libertades económicas en nuestro país.
México lejos del liberalismo
Contrario a lo que se cree y por los diversos tratados de libre comercio, México no ocupa precisamente un lugar relevante en cuanto a libertades económicas. Esta lejos de ser un modelo económico verdaderamente neoliberal. Sigue arrastrando los lastres del pasado corporativista que fueron los pilares del viejo régimen. La política sindical sigue erosionando las finanzas del estado. La debilidad de Pemex y la CFE son sus enormes pasivos y compromisos laborales, sus costos operativos y falta de competitividad. Un millón de maestros sobrados en prestaciones no han podido sacar al país del atraso educativo. La contrareforma educativa privilegió la conveniencia política anteponiendo las prestaciones y derechos del magisterio por encima de un modelo educativo de calidad en beneficio de las nuevas generaciones.
El fascismo no es una ideología
La derecha, así autosumida en países como España, Chile o Argentina, no se anda con rodeos. La izquierda por su parte la tilda ahora de ultraderecha o fascismo. Lo cierto es que el fascismo no forma parte de esa asimetría. Tiene características diferentes. Nació en Italia con Mussolini y maduró en la Alemania Nazi con Adolfo Hitler. El fascismo más que una ideología, es una forma de gobierno de carácter totalitario, antidemocrático y ultranacionalista, y ya sabemos en qué terminó.
Izquierda y derecha
Simplifiquemos la discusión. La izquierda no es la dictadura del proletariado como presagiaba Marx, pero puede derivar en modelos dictatoriales como sucede en Cuba, Venezuela o Nicaragua . Ya ni qué decir del terrorismo de estado en la Rusia de Stalin o la China Mao. En pocas palabras es donde el estado monopoliza o de plano proscribe las libertades económicas. Por el contrario los gobiernos de derecha o neoliberales, las promueven. Cierto es que concentran la riqueza en unas cuantas manos, pero al mismo tiempo generan empleos mejor remunerados. Basta ver el índice mundial de libertades económicas. A mayores libertades mayor desarrollo social.
La social democracia europea es otra cosa
Un error común de la izquierda latinoamericana es poner como ejemplo a seguir países europeos con modelos socialdemócratas. Nada más distantes y más distinto. En realidad son países 100% capitalistas con altos e iguales impuestos para todos sus ciudadanos que les garantizan servicios públicos de calidad en casos como la salud o la educación. En contraste países como el nuestro dejan mucho que desear en estos rubros específicos. Los gobiernos de izquierda no han sido buenos ni eficaces administradores. Las empresas paraestatales que administran monopolios generan pérdidas en vez de utilidades. No ha nacido quien cuide lo ajeno.
Derechos individuales o colectivos
Más allá de estos modelos económicos estatista o capitalista, la discusión se centra también en una nueva narrativa sobre los derechos humanos individuales o colectivos. La «derecha» es conservadora porque defiende ciertos valores tradicionales de carácter individual, la izquierda por su parte defiende y asume como monopolio la defensa de derechos colectivos.
En ese tenor se defiende y promueve, sin reparar en los derechos individuales, lo que considera derechos tales como la libertad de decidir en el caso de aborto, las matrimonios igualitarios, la eutanasia, el libre consumo de la mariguana, la migración sin reparar en si es o no legal, los derechos de las mujeres con acciones afirmativas, en algunos casos la defensa del medio ambiente y el deber del estado para educar desde la infancia en las escuelas oficiales en todos estos renglones.
En contraparte están los conservadores estigmatizados por la narrativa «progre» como retrógrados. Defienden contra la imposición colectiva la libertad de los padres para educar a sus hijos conforme a sus valores y principios tradicionales muchos de ellos contrapuestos a estas nuevas tendencias ideológicas. El problema de este debate es que no admite medias tintas y los entonces los extremos terminan por radicalizarse.
Respeto y no tolerancia
La derecha mas moderada no se opone necesariamente a que alguien en lo individual ejerza sobre si mismo absoluta libertad, por el contrario se opone a que el estado pretenda imponer y normalizar para todos situaciones que transgreden sus libertades y derechos individuales. Igualdad ante la ley pero un estado democrático que respete mas allá de las mayorías los derechos aunque se trate de minorías en ambos casos.
Es lo que ahora se conoce como la batalla cultural. Una batalla que se libra en el mundo occidental. Ni hablar de los musulmanes, los rusos, los indios o los chinos. Allá estos temas no están a discusión. El tema se debe centrar dentro de las reglas de la democracia. No desde la tolerancia sino del respeto de los otros a pensar diferente.