La toma de Kiev
Es cuestión de horas o quizá días para que los rusos logren tomar Kiev la capital de Ucrania. No les será fácil, pero la superioridad militar rusa supera por mucho el ahínco con que los ucranianos han defendido a su país. Además, no han escatimado en destruir edificios civiles aterrorizando a la población. Recientemente secuestraron al alcalde de Melitópol por lo cual se ha nombrado de inmediato a una alcaldesa que lo sustituye.
El asedio llega por todos lados. El despliegue militar ruso es impresionante. Era previsible. Rusia movilizó a sus tropas ante los ojos del mundo, pero Europa y la OTAN no creyeron que Putin fuera capaz de invadir. Cuando Estados Unidos advirtió que la invasión era inminente ya era demasiado tarde. Ahora se reúnen desesperados tratando de implementar sanciones económicas y enviar material militar defensivo a los ucranianos para evitar la masacre.
Rusia comenzó por hacerse de las dos autodenominadas repúblicas separatistas de Donetsk y Donbass a lo que se prestaron dos «presidentes» que fueron hasta el Kremlin para rendirle tributo al tirano Putin. Primero lo hizo con la zona de Crimea sin que nadie en occidente metiera las manos. Solo que a Putin no le bastó con eso. Quieren la capitulación de Volodimir Zelensky, el presidente de Ucrania para nombrar de inmediato a un gobierno y un presidente títeres de Rusia.
Antes de la guerra
Esa guerra no comenzó ahora. Desde su independencia en los años 90s, Ucrania tuvo varios presidentes hasta que en 2014 llegó al poder Víktor Yanukóvich apoyado por Putin. Aunque Ucrania no se había integrado formalmente a la Unión Europea, en la práctica ya había abierto su economía al igual que los demás países de la antigua ex unión soviética. Más que ingresar a la OTAN, era un deseo popular generalizado en Ucrania integrarse a la Unión Europea con todas las ventajas y progreso económico que ha representando para los países de Europa del Este que vivieron en el subdesarrollo bajo el yugo soviético.
EL EUROMAIDAN
Solo que el presidente Víktor Yanukóvich incumplió su promesa de hacerlo porque para eso lo impuso Putin. Eso provocó un movimiento cívico conocido como el EuroMaidan. Un movimiento iniciado por jóvenes que se manifestaron en la Plaza de Maidan en Kiev y que rápidamente fue reprimido por la policía conocida como el Bérkut. El movimiento fue creciendo hasta lograr congregar a miles de personas en la plaza que se instalaron de manera permanente exigiendo al gobierno incorporar a su país a la UE. La respuesta del gobierno de Yanukóvich fue socavar al movimiento recurriendo a una represión cada vez más violenta.
La caída de Yanuhóvich
Los manifestantes comenzaron a exigir la renuncia del presidente y se dirigieron a tomar el congreso. La tibia oposición quedó rebasada y miles de ciudadanos resultaron heridos además de decenas de muertos a manos del Bérkut. Llegó un momento en que la policía se negó a seguir reprimiendo a su propio pueblo porque se recurrió a mercenarios. Yanuhóvich perdió el apoyo de las fuerzas armadas y tuvo que huir a escondidas por lo que el parlamento nombró a un gobierno provisional que convocó a nuevas elecciones. Los ucranianos eligieron con libertad y Putin ya no logró meter las manos ante la vigilancia de observadores internacionales. A partir de ahí comenzó su guerra apoyando los movimientos separatistas en una zona ruso parlante parcialmente empática con Rusia. El nuevo gobierno respondió defendiendo la integridad territorial. Esas son ahora las autodenominadas repúblicas de Donbass y Donetsk.
Zelensky
A Rusia no le bastará con tomar la capital. Es muy probable que Zelensky, el presidente ucraniano, tenga previsto un plan de escape porque sería un suicidio resistir ante el asedio militar. Lo importante es que logre mantener la comunicación con su pueblo como hábilmente lo ha hecho a través de sus mensajes en redes transmitidos a nivel mundial y la comunicación con los líderes mundiales. Eso es fundamental para mantener el espíritu patriótico de defensa. Puede prever incluso cómo proceder en caso de ser asesinado o tomado preso. Alguien más puede tomar la estafeta.
Guerra de guerrillas
La guerra se convertiría entonces en una guerra de guerrillas. Un país de más de 40 millones de habitantes no se va rendir a los rusos por lo que el asunto va para largo. Solo habrá que ver hasta dónde está dispuesto a llegar Putin porque una guerra así le resultaría muy costosa. Además, hay que considerar los efectos a mediano y largo plazo de las sanciones económicas en la población rusa. Esta guerra inútil puede demeritar el apoyo a Putin y poner a su pueblo cada vez más en contra. Tendría que endurecer medidas y convertirse abiertamente en un dictador.
Efectos colaterales
Todo eso es lo que está en juego en el tablero geopolítico. Estados Unidos y Europa también están resintiendo las medidas económicas dada la dependencia de países como Alemania del petróleo ruso. Les tomará tiempo substituir sus importaciones. La inflación muy pronto afectará colateralmente al resto del mundo. Esos son los tiempos difíciles que vienen para la humanidad que no acaba de resarcirse del flagelo de la pandemia. Las ambiciones de Putin, como en su momento lo hizo Adolfo Hitler, tienen en jaque al mundo. Más si la amenaza de un guerra mundial que involucre directamente a la OTAN está latente y puede tener consecuencias catastróficas.