La dictadura perfecta
A mi generación todavía le tocó vivir una época en que hablar mal del presidente estaba prácticamente prohibido. Ni siquiera en un convivio social. Nadie se atrevía a riesgo de ser excluido. Era raro que invitaran a alguien de la entonces oposición a una boda o bautizo. Tampoco se podía hablar mal del PRI que era omnipresente y sacrosanto. Fueron 70 años de hegemonía y dominación, después de la revolución.
Populistas
En los setentas los gobiernos de Luis Echeverría y López Portillo nos sometieron a una profunda crisis que disparó la deuda, devaluó nuestra moneda a niveles hoy insospechados y empobreció en general a la mayoría de los mexicanos. Fueron gobiernos populistas. El de Echeverría con abierta inclinación por el socialismo y el de López Portillo demagogo al grado tal que embelesado con el boom petrolero llegó a decir que nos preparamos para administrar la abundancia. Terminó su sexenio entre sollozos diciendo que defendería al peso «como un perro» y nacionalizó la Banca ante la sorpresa de propios y extraños. Vivíamos al presidencialismo en su máxima expresión.
Tecnócratas
Con el arribo de Miguel de la Madrid al poder llegó «la renovación moral» de la sociedad. Hubo un cambio drástico en la política económica y se vendieron más de mil empresas estatales que representaban en realidad una carga para el erario público. Los tecnócratas entraron al juego, pero el presidencialismo permaneció intacto hasta que Ernesto Zedillo dejo que el país votara con entera libertad viniendo con ello la transición política con el arribo de Vicente Fox al poder. Fueron los tiempos de varias reformas importantes. Sin restarle mérito a Don Jesús Reyes Heroles, el país tuvo por fin un órgano electoral independiente. Fueron años de lucha democrática que dieron paso a la pluralidad democrática. Al cambio de poder de manera pacífica.
Vargas Llosa
Un gran encuentro de intelectuales convocado por la Revista Vuelta coordinado por Octavio Paz en septiembre de 1990 y se transmitió en vivo por el canal 2, el principal de Televisa. En una de varias mesas, Mario Vargas Llosa se «atrevió» a afirmar que, a diferencia de las dictaduras militares en Sudamérica la de México era «la dictadura perfecta». El enojo de Octavio Paz se hizo manifiesto. Le estaba estropeando un evento auspiciado con la venia de Carlos Salinas. «La experiencia de la Libertad» en un país donde esa libertad aún era incipiente.
Fue tal el desaguisado que Vargas Llosa tuvo que irse de México al día siguiente. La frase cimbró fuerte al país. El autoritarismo político quedó en evidencia. La tesis de Vargas Llosa se sostenía en el hecho de un régimen que llevaba 70 años gobernando y donde el presidente saliente elegía a su sucesor. Al mismo tiempo significaba un respiro.
Colosio
El asesinato de Colosio en plena campaña presidencial y los escándalos políticos fueron mermando al todo poderoso partido hegemónico. Aún así la firma del TLC representó un avance significativo para la economía del país. La libertad económica y el intercambio comercial potencializaron a México, aunque la desigualdad social persistió en el sur del país. La receta para atenderla fue el programa nacional de Solidaridad donde el asistencialismo se convirtió en una política de estado. Con distintos nombres los sucesivos gobiernos mantuvieron esa política que al final no sacó a nadie de la pobreza, pero se convirtió en una poderosa herramienta de control político con fines electorales. Eso prevalece hasta la fecha solo que el gobierno de la 4t multiplicó exponencialmente esos apoyos mismos que ahora utiliza para asegurar la adhesión de sus votantes.
Receta caduca
Fiel a su formación política López Obrador no dista de las políticas de izquierda en otros países que criminalizan la riqueza. Alejan la inversión y desestimulan la generación de empleo. El aderezo ahora es potencializar el encono entre clases sociales estigmatizando a sus adversarios con toda clase de calificativos. Traen comiendo de la mano al «pueblo» que vota por necesidad. Regresan al país a un pasado que ya probó su ineficacia. Disparan el gasto público, generando déficit y eso provoca la inflación que hoy estamos padeciendo con o sin pandemia, con o sin guerra en Ucrania. Una clase medía que lucha por la supervivencia tiene que cargar sobre sus hombros con el gasto social del gobierno. Ya sabemos que los verdaderamente ricos no pagan.
Generar riqueza
De nada sirve ejemplificar con datos duros que los países como mayor libertad económica son los más prósperos y mejoran la calidad de vida de las personas. Ejemplos sobran. Ahí está Corea del Sur que en 20 años se convirtió en una potencia económica mundial. Cuando se apela al intervencionismo del estado en la economía para combatir la pobreza el resultado es que termina multiplicándose. No se apuesta estimular la generación de riqueza. Los ricos son los malos de la historia (y no me refiero a Carlos Slim sino a la clase media) cuando en realidad son los que generan empleos. Es eso lo que necesita el país y no mendrugos.
Cuidar nuestra democracia
El riesgo es que cuando que los gobiernos de esa izquierda trasnochada fracasan, se apuesta por someter a las instituciones democráticas, por acallar a quienes disienten, por atacar a las libertades. Ahora las dictaduras perfectas ya no son como las de antes. No hay golpes de estado militares. Llegan al poder por la vía democrática y luego se avocan a destruirla. La dictadura perfecta funciona cuando esa entelequia llamada «pueblo» se encarna en el poder que habla en su nombre. Ahí está Chávez, Maduro, Ortega, Evo y la revolución cubana que más bien parece una dictadura hereditaria. Cuidado con forzar a México a optar por ese camino. Salvar nuestra democracia construida con tanto esmero es el reto…