Papa caliente
La detención de Ovidio Guzmán es una papa caliente para el gobierno. Hace mucho tiempo ya -varios sexenios- que el poder criminal y corruptor del narcotráfico ha ido en aumento. Ahora actúa a sus anchas. La estrategia para disuadir a los criminales no ha disminuido la violencia. Las cifras no mienten. Contrario a eso los homicidios dolosos se han incrementado. Hay más muertos que ni en la guerra contra Ucrania.
La guerra por el control territorial se ha desplazado a lo largo y ancho del país. La disputa por las plazas ha derivado en cruentos enfrentamientos que se han normalizado como parte del acontecer cotidiano. A nadie sorprende ya, las ejecuciones, las balaceras, los levantones, los muertos. México dejó de ser un país de trasiego de drogas para convertirse en un rentable consumidor. Los derechos de piso, la renta que exigen bajo amenazas, el huachicol, el tráfico de migrantes, son entre otros, parte del jugoso negocio.
A cuatro años del experimento de los abrazos, las becas para los jóvenes y las ayudas sociales, la tolerancia, la vista gorda y la displicencia para no enfrentar con todo el poder del estado a los grupos criminales, el esfuerzo ha fracasado. Confrontar también conlleva consecuencias. Con todas las herramientas a su alcance, la unidad de inteligencia financiera no ha podido detectar el multimillonario negocio del lavado de los cuantiosos dineros. Andan más preocupados por saber cuentos departamentos tiene Loret.
La Guardia Nacional no ha podido pacificar al país. Transita por las carreteras lo mismo que en las ciudades, controlan las aduanas, administran aeropuertos y ahora hasta aerolíneas. Entre sus múltiples encomiendas, se entremezclan con la Sedena, la Marina y hasta las policías estatales sin que sepamos quien investiga los delitos, quien consigna a los delincuentes, quien persigue los delitos del fuero federal, quien garantiza el orden y la paz social. Escuchamos un día sí y otro también, que el cártel de no sé dónde, se enfrentó con otro y no pasa nada. Que el señor de las pantuflas domina tal territorio y que todos en el pueblo lo conocen.
Y la clase política local en la inopia, en el limbo, en la búsqueda de nuevas candidaturas o en su propia reelección, como si no pasara nada, como si vivieran en otra dimensión o en otro planeta. Inocuos, vacuos, frívolos, indiferentes, agazapados, subiendo simplonadas en sus redes sociales, hablando de cosas que a nadie interesan. Todos promocionándose con cualquier pretexto para subir sus puntajes, para seguir parasitando a costillas de la ignorancia pedigüeña y dependiente.
La detención de un personaje de la farándula criminal, incluso popular, deja más dudas que certidumbre. No parece un acción concertada o planificada para desactivar la violencia, por el contrario, la puede azuzar. A tres años de detenerlo para luego liberarlo y así evitar más violencia, ahora salen con que, durante un operativo, casi por casualidad lo encontraron y resultó que portaba armas. Al mismo tiempo explican contradictoriamente que fueron seis meses con labores de inteligencia para su captura, cuando todo mundo en Sinaloa sabía dónde y cómo vivía. Que hay una solicitud de extradición, que tomará tiempo, que hay otras investigaciones en curso, que ya procedieron dos amparos, que a chuchita la bolsearon, todo un galimatías.
La captura que tiene sujeto a proceso es por la orden de extradición de un juez federal en los EU y las pruebas bastante endebles son capturas de whatsapp que se caen por sí solas. El gobierno no ha iniciado ningún proceso judicial y los delitos de que habla son fácilmente impugnables judicialmente. Todo como si no hubiera habido actos de terrorismo como el ataque al aeropuerto, como el fuego cruzado y la metralla contra aeronaves. Más de 250 vehículos quemados, casquillos por todos lados y nadie es acusado ni existen más detenidos. Todo un desastre en el aparato de justicia.
No hay con exactitud una cifra oficial de muertos de ambos bandos a pesar de las horas de estrago que vivió la población. Se sabe ya de un coronel, con el que ya suman tres los altos mandos del ejército entre varios sucesos. No la quieren llamar “guerra” para no emular a Calderón, pero huele mucho a pólvora. Lo cierto es que le pegaron de nuevo al avispero, como diría el clásico, solo que antes no se sabían a ciencia cierta las consecuencias y ahora sí. Es una papa caliente, que satisface al vecino del norte y pone en entredicho la tregua a cambio de la paz.