Entre Pilatos y Herodes
Conforme a su definición la civilidad es el valor relacionado con la forma en cómo interactúan las personas, cómo conviven y cómo se tratan unas a otras. Tiene que ver con la cortesía, el respeto y el cumplimiento de las normas establecidas por la sociedad, para favorecer la convivencia y la participación de todas las personas. En política significa el respeto entre quienes piensan diferente y utilizan el diálogo como mecanismo de entendimiento o desacuerdo. Son reglas básicas de urbanidad y pluralidad propios de toda sociedad que se precie de ser democrática.
BUENOS Y MALOS
Los buenos modales no están peleados con la discrepancia. Por más encendida que pueda ser una discusión, recurrir al insulto, a la falacia ad hominem (ataque a la persona y no al argumento), es una forma de estropearlo todo. Es desafortunadamente lo que ha venido sucediendo desde el inicio del reinado de la 4t. Desde el púlpito presidencial el presidente ha proferido toda clase de adjetivos contra lo que llama sus “adversarios”. Maniqueísmo puro, o eres pueblo bueno o conservador malo, no hay medias tintas. Ese mismo comportamiento se ha reflejado en el Congreso de la Unión. Son muchos los bochornos que hemos apreciado. Los gritos y agresiones están a la orden del día.
CONTRA DERECHOS ADQUIRIDOS
Resulta que, en plena confrontación contra el poder judicial, la cámara de senadores en voz de la bancada morenista, invitó a la ministra presidenta de la Suprema Corte a dialogar con ellos. Ahora resulta que siempre no quieren, no quisieron. Algo sucedió que los hizo recular. Solo que nada impedía que aceptara la invitación de algunos senadores, pero no sucedió.
La desaparición de los fideicomisos transgrede los derechos laborales y prestaciones de los trabajadores del poder judicial. El presidente ha dicho que confíen en su palabra, que no se afectarán los derechos de los trabajadores, pero la iniciativa que envió al congreso y aprobaron sin chistar los diputados y senadores va en el sentido opuesto. Cargarán con ese estigma por el resto de su vida. No hay tales privilegios como se quiere hacer ver. Hablamos de pensiones, de apoyos médicos y otras prestaciones. Por su naturaleza jurídica, los fideicomisos representan recursos económicos para el cumplimiento de obligaciones laborales contractuales presentes o futuras y no necesariamente tienen que ir etiquetadas o imitadas en el presupuesto.
PLEITO INÚTIL
Jurídicamente no hay manera de despojar a los trabajadores y empleados de sus derechos adquiridos. El pleito es inútil, pero no se trata de eso. No lo hicieron durante cuatro años en los que el ministro Arturo Zaldívar fue un presidente a modo y a contentillo del presidente. Lo hacen ahora que el poder judicial ha resuelto controversias que han echado abajo reformas por ser inconstitucionales. Si bien es cierto que el poder legislativo puede aprobar o elaborar leyes, no quiere decir que estás no se ciñan al principio de supremacía constitucional o al debido proceso que también aplica en el procedimiento legislativo. Les enmendaron la plana y eso no le gustó al presidente. No entienden que a la Corte le corresponde velar por el respeto a las leyes.
PELEA CALLEJERA
Se trata de subir al ring a la Corte y arrinconarla contra las cuerdas. Lo que el presidente en realidad quiere y ya lo anticipó, es sustituir a los ministros de la Corte haciendo que sean electos por el pueblo. Vaya demagogia, vaya despropósito. Los juzgadores haciendo campaña agradando a la turbamulta para ganar su simpatía. Buscar popularidad en vez de ceñirse a la constitucionalidad.
LOS JUECES Y EL PUEBLO
Presionado por la muchedumbre, Pilatos absolvió al delincuente Barrabas y sentenció que Jesús era culpable del delito de subversión contra el imperio romano. Aunque lo consideraba inocente, la multitud insistió en pedir la pena capital y Pilatos se lavó las manos, una forma de decir que no se hacía responsable de la muerte de Jesús. Durante la edad media los inquisidores hacían lo mismo, condenaban a la hoguera a los herejes con el clamor popular del pueblo bueno y sabio. Así comenzó el reinado del terror durante la revolución francesa. Un jurado “revolucionario” condenó sumariamente a la reina María Antonieta a la guillotina alimentando el odio con el clamor popular… ¡Vaya jueces!