¿Debe España pedir perdón?
Como si no fuera más preocupante la ola de violencia, secuestros y asesinatos que se ha recrudecido a partir de la toma de protesta de la nueva presidenta Sheinbaum, seguimos enfrascados en el estéril pleito por exigir que la Corona Española le pida perdón a México por la conquista. Parece más bien una cortina de humo para distraer la atención. Y es que el asunto ya trascendió fronteras en España y Latinoamérica y comenzó por provocar que el gobierno de España declinara la invitación a la toma de protesta por no haber invitado al Rey Felipe VI, que, de acuerdo con la constitución española, es el jefe del Estado español.
¿CUÁL REIVINDICACIÓN?
Ya llevamos rato con ese pleito y vaya que le han sacado jugo, como si el gobierno de la 4T se hubiera de verdad reivindicado con los llamados pueblos originarios. No hubo ni hay un solo miembro del gabinete anterior ni del actual que sea de origen indígena. Y mire que los hay muy letrados y doctorados que no le piden nada a los anteriores y actuales funcionarios. En los hechos, no hay inclusión. Más bien, por el contrario, abundan los apellidos y las ascendencias de origen extranjero, comenzando por la propia presidenta. No se caracterizaron por poner en la agenda política la reivindicación histórica de los pueblos originarios como para venir ahora a pedir que los españoles nos pidan perdón. A lo mucho se “disfrazaron” ocasionalmente con sus atuendos, como acostumbran hacer los políticos de siempre.
DEMAGOGIA
Lo que llama poderosamente la atención es que hasta un 70% en sondeos (con más de 11 mil encuestados, como el del periódico El Universal) esté a favor de esa ocurrencia del expresidente. No cabe duda de que los libros de texto oficiales han cumplido cabalmente con esa labor de adoctrinamiento que viene del régimen priista y que nos hace victimizarnos de manera reiterada. Nuestra exigencia con España no forma parte de una política exterior de nuestro país, porque de ser así tendríamos que pedirle a los Estados Unidos que también nos pidan perdón porque se quedaron con la mitad del territorio nacional. Tendríamos que hacer lo propio con los franceses, que nos invadieron e impusieron a un emperador austriaco, como lo fue Maximiliano de Habsburgo. Dijeron que iban por el penacho de Moctezuma, y ni eso hicieron. Es demagogia pura y pésima diplomacia, a la que le han sacado jugo manipulando a las masas con absurdas discusiones que no le sirven de nada a México.
LA RAZA CÓSMICA
Ya entrados en materia, hay que decir que se ha revivido una discusión que debería, en el mejor de los casos, dirimirse en los círculos académicos. Y, por supuesto, encontraremos los más variados puntos de vista donde difícilmente podríamos ponernos de acuerdo. Si no fuera porque perjudica las relaciones de México con un país amigo (y eso que su gobierno también es de izquierda y promueve la misma agenda progresista), bien vale la pena reaprender de la historia para seguir reconfigurando, parece que a perpetuidad, nuestros conflictos de identidad. La raza cósmica de la que hablaba Vasconcelos.
¿CUÁL GRITO DE “INDEPENDENCIA”?
Según se consigna en los libros de historia, cuando Hidalgo lanzó el grito de independencia dijo textualmente: «¡Viva la religión! ¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la América! ¡Muera el mal gobierno!». Pero resulta que cuando el cura Hidalgo hablaba de religión, no se refería al politeísmo de los pueblos ancestrales, como el dios Tláloc o Huitzilopochtli, el dios de la guerra y el sol, sino a la religión católica, que sigue profesando mayoritariamente el pueblo mexicano desde la evangelización española. Los indígenas mexicanos creen fervorosamente en la Virgen de Guadalupe, a la que los aztecas llamaban Tonantzin, pero que para efectos prácticos resulta siendo la misma.
LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA
Curiosamente, el estandarte que trajo Cortés y que actualmente alberga el Museo Nacional de Historia fue el de la Virgen de Guadalupe, nombre heredado por la ocupación árabe que duró ocho siglos en el antiguo territorio de Hispania, antes ocupado por los romanos. Fue hasta 1492, con el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que surgió el Reino de España y echó a los moros dominantes que conformaban Al-Ándalus, el nombre que se le dio al territorio de la península ibérica que estuvo bajo dominio musulmán entre los años 711 y 1492. Durante los ocho siglos que duró Al-Ándalus, los musulmanes influyeron en la economía, el arte, la ciencia y el lenguaje. Hoy se conservan con orgullo mezquitas y la Alhambra de Granada.
LEALES A LA CORONA
Pero la proclama criolla no quedó ahí. Nuestro prócer insurgente se declaró leal a Fernando VII, es decir, a la Corona Española, en tanto que había sido depuesto por los franceses cuando Napoleón impuso a su hermano José Napoleón como Rey de España, lo cual dio origen a la guerra de independencia española entre 1808 y 1814, contexto bajo el cual se detonaron los movimientos independentistas de la Nueva España. Don Miguel Hidalgo y Costilla, “el padre de la patria”, se declaró, ni más ni menos, súbdito de la Corona Española. No dijo “vivan los aztecas” o “viva Moctezuma” ni exigió perdón por la conquista. Así de incongruente es la consigna de la 4T. En realidad, quien proclamó hasta 1821 la independencia que dio origen al imperio mexicano (hoy México) fue Agustín de Iturbide, a la postre primer emperador de México.
LA MASACRE DE GUANAJUATO
No está de más recordar la toma de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, donde hoy se cierne una monumental estructura del llamado Pípila, ese que logró prender fuego a la puerta de esa fortaleza en la que se hallaban refugiados cientos de ancianos, mujeres y niños, principalmente españoles, ante el saqueo insurgente que llamaba a “matar gachupines”. Fue una masacre, un delito de lesa humanidad que nada tiene de heroico y por el que, en todo caso, si de perdones hablamos, nosotros deberíamos pedir perdón a España.
TRATADO DE PAZ
Fue el 28 de diciembre de 1836, a través del tratado de paz y amistad de Santa María-Calatrava, que España finalmente reconoció a México como nación libre, soberana e independiente, con lo que la monarquía renunciaba a cualquier tipo de interés o injerencia directa sobre el territorio nacional, con lo que la nación de reciente creación adquirió reconocimiento internacional.
YA NOS PIDIERON PERDÓN
No obstante, el 13 de enero de 1990, el Rey Juan Carlos de España viajó a Oaxaca para reunirse con los representantes de las siete principales etnias, a quienes invitó a conmemorar con «claro sentido constructivo» el V Centenario del «encuentro entre dos mundos», que iba a celebrarse dos años después. Ante todos ellos, el Rey lamentó los abusos que se cometieron durante la Conquista, a pesar de que la Corona de España procuró defender siempre la dignidad del indígena. El reclamado perdón ya está ofrecido desde hace más de tres décadas, así que no tendríamos nada más que reclamar.
FALACIAS
Sobran argumentos de uno y otro lado que ahora el gobierno vicia con sus ocurrencias, que tienen más bien tintes políticos. Contra las monarquías parlamentarias que aún rigen en parte de Europa, incluso en países árabes o en Japón o Inglaterra, el neopopulismo se reinventa con un relato victimista para azuzar al pueblo contra el imperialismo, esa proclama de la izquierda con la que tanto ha lucrado Cuba, y ahora lo hacen Venezuela y Nicaragua. Es el sustento de la falacia con la que ahora se consolidan gobiernos autoritarios que ejercen, en la práctica, una concentración de poder mucho peor que la que ejercen las monarquías, que al paso del tiempo son casi decorativas.
Que cada quien crea lo que quiera. Cada cual con sus prejuicios, su victimismo y resentimientos, pero que no nos vengan a imponer ese cuento para tener al pueblo contento.