La izquierda y el T-MEC
La izquierda en México desde siempre se opuso al tratado de libre comercio con América del Norte. Según ellos, acabaría con la industria nacional y la producción agrícola, asumiéndonos incapaces de competir contra nuestro vecino del norte y sucedió lo contrario. México se convirtió en una potencia exportadora, en tanto que atrajo inversiones y, al mismo tiempo, accedió a las importaciones de productos de mejor calidad y a mejor precio, mejorando el poder adquisitivo de los mexicanos. Antes del TLCAN, México era una economía exportadora de materias primas, petróleo y minerales. En la actualidad, México ocupa el noveno lugar en el mundo como país exportador de bienes y servicios.
Capitalistas de Closet
A la izquierda, el T-MEC no le gusta por una simple razón: significa el reconocimiento de que el modelo de la economía de mercado (el odiado neoliberalismo o capitalismo) es exitoso y genera prosperidad. Contradice las tesis marxistas en las cuales sustentan su ideología y razón de existir. Hoy lo aceptan a regañadientes porque saben, en el caso de México y muchos países en el mundo, que no se pueden sustraer a la evolución de la economía mundial, que ha mejorado las condiciones de vida. De 22 millones de empleos formales que hay en México, seis derivan del T-MEC. Eso los deja en evidencia como lo que son: capitalistas de clóset vestidos de rojo.
Falacia
La izquierda queda reducida a una falacia justiciera, eficaz para llegar al poder ofreciendo redistribuir la riqueza como si se tratara del reparto de un botín, pero incapaz de resolver efectivamente la pobreza, la cual terminan multiplicando, aunque la sostienen en condiciones de supervivencia con sus programas sociales a cambio de votos para perpetuarse en el poder.
Mejora para México
La idea de suscribir un tratado de libre comercio para integrar a Norteamérica viene de tiempo atrás. La propuso desde 1979, Ronald Reagan, con el objetivo de que México y Canadá se integraran comercialmente para desarrollar sus potencialidades. El proceso fue lento. En 1988 Estados Unidos suscribió un tratado con Canadá y fue hasta 1994 que se integró a México, a pesar de las inercias históricas y nuestro nacionalismo ramplón que oponían resistencia. A partir de ahí, la situación social y económica en México mejoró sustancialmente. Por cuestiones geográficas, logísticas y de infraestructura, se beneficiaron primordialmente a algunas regiones del país que se volvieron muy competitivas. Sabiendo de esa disparidad, Salinas creó el Programa Nacional de Solidaridad, una política asistencialista y compensatoria para evitar que se profundizara la desigualdad.
No supimos abatir la desigualdad
En el pecado llevamos la penitencia. No supimos estimular ni incentivar el desarrollo del sur del país. Lo pudimos —y lo podemos— hacer con una estrategia fiscal agresiva de exención de impuestos a las inversiones. Con inversiones en infraestructura bajo un diseño logístico para facilitar el comercio de mercancías. Con una revolución en el modelo educativo para reorientar nuestro capital humano hacia las tendencias del mercado y la economía global.
Dinero mal invertido
Lo del Puerto Chiapas se quedó en veremos. El tren transístmico ofrece una posibilidad, pero nuestras carencias para detonar inversiones subsisten y lo hacen muy complicado. El Tren Maya fue una costosa ocurrencia programada sin una visión para detonar el movimiento de mercancías. Si acaso, un medio de transporte local subsidiado y con casi nula afluencia turística, que no justifica el derroche irrecuperable de más de 500 mil millones de pesos. Con ese dinero se hubieran atendido muchas de las múltiples carencias que tenemos. Un hospital de tercer nivel cuesta 3 mil millones de pesos. El aeropuerto internacional de Palenque costó 1,600 millones de pesos. ¿Cuánta infraestructura pudimos hacer en todo el sur del país para mejorar en serio nuestra conectividad?
Trump va en serio
De cara a la renovación del T-MEC, el gobierno de Claudia Sheinbaum está privilegiando a su clientela electoral. Refuta con un discurso nacionalista las diatribas amenazantes de Donald Trump, a quien consideran un blofista. Se equivoca. Trump va en serio esta vez porque tiene muy claro su propósito de frenar la inmigración ilegal, que se ha disparado en millones, y lo mismo sucede con el narcotráfico, que se ha empoderado en nuestro país. En vez de intervenir militarmente, amenaza con la presión arancelaria, sabedor del impacto negativo que puede producir en nuestra economía. Claudia se quiere poner al tú por tú, en condiciones muy desiguales y con todas las posibilidades de perder. Ellos sí pueden sobrevivir sin nosotros; aquí sería un desastre.
La derrota por el maíz transgénico
Prueba de ello es la reciente derrota de México en el panel de controversias sobre la prohibición de la importación del maíz transgénico. Los paneles para la solución de disputas en el T-MEC existen para garantizar que los países firmantes cumplan con los compromisos adquiridos en el tratado y para resolver controversias de manera justa, transparente y basada en reglas. Son un mecanismo formal para tratar desacuerdos en la interpretación o aplicación del tratado y deben ser acatados porque son ley. Un socio que no respeta los acuerdos no merece ser respetado.
Sin evidencia
No hay evidencia concluyente de que el maíz transgénico aprobado para consumo humano represente un riesgo directo para la salud. Es una variedad que ha sido modificada genéticamente mediante técnicas de ingeniería genética, tal y como sucede, por ejemplo, en la ganadería y otros cultivos que consumimos habitualmente, como el limón persa, las manzanas, los tomates o las papas. Estas modificaciones tienen como objetivo mejorar aspectos como la resistencia a plagas, enfermedades, condiciones climáticas adversas o aumentar el rendimiento del cultivo. EE. UU. exportó más del 40 % de su grano a México. Nosotros exportamos una gran variedad de frutas y hortalizas a Estados Unidos, incluyendo aguacates, tomates, berries (como frambuesas y moras), chiles y pimientos. Las exportaciones de cerveza y tequila son significativas (mas de 10 millones de dólares) el doble de lo que importamos de maíz.