El mundo al revés
Si escuchan que Putin quiere apoderarse de las antiguas repúblicas soviéticas socialistas, como lo hizo ahora invadiendo Ucrania, no pasa nada. Hay quienes lo apoyan e incluso lo justifican. Si el grupo Hamas lanza un ataque con 700 misiles contra población abierta en Israel, no pasa nada. Lo que preocupa es la dura reacción de Netanyahu y sus represalias, que han despertado un antisemitismo que parecía un recuerdo del pasado nazi. Si Cuba tiene injerencia en Venezuela y en varios países latinoamericanos para promover el modelo castrista, no pasa nada. Si en Sudáfrica un partido promueve y aplaude el linchamiento o asesinato de miles de personas por ser blancas, no pasa nada: es el apartheid cobrando revancha. Si los musulmanes violan a niñas en Inglaterra, no pasa nada. Es el mundo al revés.
Y no vaya a ser que a Trump se le ocurra deportar, como establecen sus leyes, a quienes entraron ilegalmente a su país, porque arde Troya. Racista, fascista, nazi, claman los progresistas. Pero nada dicen de que en los países musulmanes, cuyos migrantes defienden por causas humanitarias y por el derecho humano a migrar, imponen penas de muerte a homosexuales, agreden a mujeres como si fueran basura por no usar la burka. Tampoco vaya a ser que alguien se atreva a llamar terroristas a los palestinos que realizan atentados, porque ellos «están en su derecho de tener un estado».
Ellos si pueden
El firewall en China, comúnmente conocido como el Gran Cortafuegos de China, es una combinación de tecnologías y regulaciones implementadas por el gobierno chino para controlar y restringir el acceso a internet dentro del país. Este sistema forma parte de la estrategia conocida como Golden Shield Project, que busca tanto regular la información que circula en línea como proteger la infraestructura digital del país. Restringen los contenidos, bloquean el acceso a Google, Facebook, Twitter, YouTube, Instagram y varias aplicaciones y servicios occidentales, prohibiendo el acceso a contenido que el gobierno considera perjudicial.
En resumen, el Gran Cortafuegos de China es un sistema de censura y control en internet con implicaciones profundas en la vida diaria, la economía y las relaciones internacionales del país. Lo mismo sucede en Corea del Norte, Rusia y varios países árabes islámicos, con el propósito de proteger los valores islámicos y evitar la influencia cultural occidental. Pero no vaya a ser que Trump prohíba TikTok, una empresa china, en Estados Unidos, porque arde Troya.
Lo demás es fascismo
Férreas dictaduras controlan el acceso a la información mientras se inmiscuyen en países occidentales, poniendo en riesgo su identidad e imponiendo sus valores y creencias. Millones de migrantes invaden, supuestamente por razones «humanitarias», a Europa entera e instalan miles de mezquitas sin que nadie ose prohibirlo. Cualquier reacción política o social es tachada de fascista o ultraderechista. Es la forma en que la cultura de la cancelación estigmatiza y proscribe a quienes, en defensa de sus propios valores, se oponen a la neocolonización.
La derecha Alemania
Ahora llaman nazi y ultraderechista a la candidata de la AfD (Alternativa por Alemania) Alice Weidel, por oponerse a la inmigración ilegal. En Alemania viven 5.6 millones de musulmanes y abundan mezquitas que profesan otra religión y, sobre todo, otra cultura, con usos y costumbres que han terminado por imponerse en las escuelas, porque ellos sí pueden educar conforme a sus valores. Pero no vaya a ser un alemán, porque lo llaman nazi. Contra toda lógica progresista, resulta que la candidata de la «ultraderecha» es gay, tiene dos hijos adoptados y vive con una pareja (mujer) de origen pakistaní. Weidel defiende un discurso cercano al conservadurismo LGBT, oponiéndose a la educación sexual infantil antes de la pubertad: «No quiero que nadie se acerque a mis hijos con su idiotez de género o sus primeras clases de sexualización». Está en contra de legalizar el matrimonio igualitario, defendiendo la «familia tradicional», pero apoya la unión civil para parejas homosexuales y lesbianas. ¡Vaya ultraderechista!
El saludo de Elon Musk
No es casualidad que, durante la toma de posesión de Trump, una nota viral fuera un saludo de Elon Musk, al que tildaron de nazi y criticaron ampliamente. La izquierda woke y progresista reacciona ante lo que considera una amenaza a su tablero de la geopolítica mundial. Milei, Meloni, Orban y Bukele, invitados de Trump, son parte de la nueva «Gestapo» que osa desafiar a los promotores del aborto, la cultura transgénero, el antiracismo, el anticlasismo y ahora el antisemitismo en Occidente.
Contra nuestra cultura
Para la cultura woke, el dominio del hombre blanco heteropatriarcal debe desaparecer, y con ello, dos mil años de historia del cristianismo y la cultura grecorromana. Esos conservadores que defienden valores, tradiciones, costumbres y creencias deben ser eliminados. Es una guerra secreta contra toda una civilización que se resiste a desaparecer.
Defender la cultura occidental implica reconocer y valorar las contribuciones que ha hecho en la filosofía, las artes, las ciencias, el derecho y los derechos humanos. Defender la libertad no significa imponer un modelo político o cultural específico, sino reafirmar el derecho de cada individuo a la dignidad, la autonomía y la autodeterminación. Occidente no debe abandonar sus ideales, la libertad es más que un valor occidental; es un principio humano universal que Occidente tiene la responsabilidad histórica de preservar y promover en beneficio de toda la humanidad.