A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

El puente colgante de Chiapa: una obra maestra de la ingeniería y el olvido histórico

El viejo puente colgante Belisario Domínguez, inaugurado el 31 de julio de 1908 durante el porfiriato, fue una de las obras de ingeniería más impresionantes de su tiempo. Sin embargo, como tantas otras construcciones emblemáticas, el tiempo y la indiferencia lo condenaron al olvido. Don José López Sánchez, en su artículo «La historia del puente colgante del Río de Chiapa», publicado en la revista CALPAN en junio de 1994, nos ofrece un detallado recuento de la vida de este puente y su importancia para la región.

Un puente que unió a Chiapas con el progreso

El puente colgante sobre el río Grijalva, conocido inicialmente como el Puente Porfirio Díaz, fue una obra visionaria en el contexto de la infraestructura mexicana. José López Sánchez explica que su construcción no fue idea del gobierno que la ejecutó, sino que el proyecto original se remonta al año 1904, bajo la administración del gobernador Rafael Pimentel. Sin embargo, la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas aprobó su ejecución en abril de 1905, bajo la dirección del ingeniero Leandro Fernández, con un presupuesto inicial de 30 mil pesos, un tercio del costo total.

El diseño original correspondió al ingeniero Enrique Ampudia Chavero, pero la San Francisco Bridge Company de Estados Unidos lo modificó para mejorar su rigidez estructural, a un costo mayor. La construcción inició el 31 de mayo de 1905, y estuvo a cargo del ingeniero Joaquín Pedro Córdova y del especialista en puentes colgantes George H. Griffin, (quien habría trabajado en la construcción del Golden Gate de San Francisco construido entre 1933 y 1937, unos 28 años después).

Este puente, de 86 metros de largo y 6 metros de ancho, suspendido 22 metros sobre las aguas del Grijalva, permitió una conexión rápida entre Chiapa de Corzo y otras poblaciones, reduciendo el tiempo de cruce que anteriormente solo se hacía en canoa. Como bien señala López Sánchez, la construcción del puente significó el fin de una importante fuente de ingresos para el Ayuntamiento de Chiapa de Corzo, que cobraba cuotas por el paso de personas, animales y mercancías.

Ingenio y desafíos en su construcción

Uno de los aspectos más fascinantes de esta obra, según López Sánchez, fue la logística de transporte de los materiales. Los cables de acero, de 160 metros de longitud y 4 pulgadas de diámetro, fueron fabricados en la Carnegie Steel Company de Pittsburgh y enviados a México en una travesía impresionante. Tras un trayecto por barco de San Francisco, California, a Salina Cruz, Oaxaca, continuaron en ferrocarril hasta Arriaga, Chiapas, donde la falta de infraestructura hizo que el traslado se volviera un desafío monumental.

Aquí entra en escena la astucia de un humilde arriero chiapaneco llamado Bartolo, quien propuso un método ingenioso: 60 mulas transportaron los cables a través de la Sierra Madre de Chiapas, en una odisea que duró una semana. Como señala López Sánchez, esta hazaña demuestra que el desarrollo de grandes obras no solo depende de la ingeniería, sino también de la creatividad y la determinación de la gente común.

La tragedia de un símbolo

Después de prestar servicio durante 47 años, el puente colgante sufrió un trágico colapso en 1955. López Sánchez relata que un camión cargado con cemento para la construcción de un puente nuevo perdió el control y se estrelló contra los cables de sustentación, provocando el derrumbe del puente en el preciso instante en que otro vehículo con pasajeros lo cruzaba.

El saldo fue desolador: numerosos muertos, algunos de cuyos cuerpos nunca fueron recuperados. Los cronistas de la época explican que el camión, cuyo sistema de frenos falló, descendía a gran velocidad y su conductor desconocía la inclinación del camino. Así, el puente que había simbolizado el progreso terminó convirtiéndose en escenario de una tragedia.

Olvido e indiferencia histórica

A pesar de su importancia histórica y su impacto en la modernización de Chiapas, el puente colgante Belisario Domínguez ha quedado relegado al olvido. López Sánchez enfatiza que esta obra no solo fue un hito de la ingeniería, sino un elemento clave en la transformación económica y social de la región. Su desaparición marcó el fin de una era en la que la infraestructura era vista como un medio para el desarrollo y no como un simple proyecto político de corto plazo.

El caso del puente colgante nos recuerda la fragilidad de nuestra memoria histórica. La falta de preservación de nuestra infraestructura y la indiferencia ante el valor patrimonial han hecho que muchas de estas obras sean destruidas sin considerar su legado. Como bien decía Cicerón, «La historia es maestra de la vida.» Pero para aprender de ella, es necesario recordarla y valorarla.

Una lección no aprendida

El puente colgante del río Grijalva fue mucho más que una simple estructura de acero y madera: fue el símbolo de un México que apostaba por la modernidad y la ingeniería avanzada. La historia narrada por José López Sánchez en CALPAN nos muestra que esta obra no solo desafió los límites de la tecnología de su época, sino que también reflejó la determinación de un país por conectarse con el futuro.

Es momento de que Chiapas y México recuperen el valor de su patrimonio, no solo en discursos, sino en acciones concretas. Hay un legado pendiente de rescatar. Ahí está Copanaguastla en Socoltenango, un magnifico templo dominico construido en el siglo XVI, semiderruido y sin techumbre.

Porque como bien dijo Eduardo Galeano, «La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.»

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