El Lado Oscuro del Feminismo: ¿Igualdad o Supremacía de Género?
El feminismo es, sin duda, uno de los movimientos sociales más relevantes del último siglo. Gracias a él, las mujeres han conquistado derechos fundamentales que antes les eran negados. Mi hija no puede creer que las mujeres no podían votar hace apenas unas décadas. Las jovenes de hoy no pueden creer que el rol de la mujer era ser ama de casa, madre al cuidado exclusivo de los hijos y dependiente totalmente del marido.
Sin embargo, en los últimos años, ha surgido una corriente radical dentro del feminismo, a menudo vinculada con el llamado wokismo, que ha impulsado acciones afirmativas agresivas, sanciones desproporcionadas y políticas públicas que, lejos de garantizar la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, parecen inclinar la balanza hacia la discriminación inversa. Este fenómeno, aunque nacido de una intención legítima de corregir desigualdades históricas, ha derivado en abusos que socavan principios democráticos esenciales, como la presunción de inocencia, el debido proceso y la igualdad ante la ley.
ACCIONES AFIRMATIVAS QUE GENERAN DESIGUALDAD
Las políticas de acciones afirmativas fueron diseñadas como medidas temporales y como un conjunto de medidas y políticas que buscan promover la igualdad de oportunidades y reducir la discriminación hacia grupos históricamente marginados o desfavorecidos. Estas acciones suelen aplicarse en ámbitos como el empleo, la educación, la política y el acceso a recursos públicos. Algunos ejemplos de ello son las cuotas como lo es el reservar un porcentaje de espacios para mujeres en universidades, trabajos o cargos políticos en las elecciones y la administración pública.
En España y varios países de América Latina, se han establecido cuotas obligatorias en cargos públicos y privados, donde las empresas se ven forzadas a contratar mujeres para cumplir con el porcentaje exigido por ley, incluso si existen candidatos hombres mejor calificados. Esto, lejos de garantizar igualdad, crea resentimiento y deslegitima los logros de muchas mujeres que alcanzan sus puestos por mérito propio.
Además, estas cuotas suelen invisibilizar a las mujeres que no se alinean con el feminismo radical, y peor aún, generan la percepción de que las mujeres no pueden competir en igualdad de condiciones con los hombres, perpetuando el prejuicio que originalmente se buscaba erradicar.
SANCIONES Y PERSECUCIÓN EN CASOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO
En varios países, como México, Argentina y España, se han promulgado leyes de violencia de género que establecen penas más severas para hombres que para mujeres ante delitos similares. Si bien la violencia contra las mujeres es una problemática grave, este tipo de legislación crea una desigualdad jurídica que contradice el principio básico de que todos somos iguales ante la ley.
En España, la Ley Integral contra la Violencia de Género establece que, en casos de agresiones entre hombres y mujeres, se presupone la culpabilidad del hombre, invirtiendo la carga de la prueba y vulnerando el derecho a la presunción de inocencia. Esto ha derivado en abusos, con denuncias falsas que, aunque son minoría, causan daños irreparables de toda índole a los acusados.
El miedo a ser señalado como agresor ha generado también un ambiente de inseguridad entre los hombres, quienes en algunos casos evitan relaciones laborales y personales con mujeres por temor a ser víctimas de una denuncia infundada.
IMPOSICIÓN IDEOLÓGICA Y CANCELACIÓN SOCIAL
El feminismo radical ha promovido una visión única de lo que significa ser mujer y cómo debe comportarse el hombre. Aquellas personas que cuestionan esta narrativa son acusadas de “machistas” o “misóginas”, y se enfrentan a campañas de desprestigio, despidos laborales e incluso censura académica.
En universidades y espacios laborales, se han implementado protocolos que otorgan credibilidad absoluta a cualquier acusación de acoso, prescindiendo muchas veces de una investigación justa. En algunos casos, hombres han perdido sus trabajos por comentarios interpretados como ofensivos, o simplemente por malentendidos, sin oportunidad de defenderse.
DESPLAZAMIENTO DEL HOMBRE Y LA MASCULINIZACIÓN FORZADA DE LA MUJER
Otra consecuencia de este feminismo radical es la demonización de la masculinidad tradicional. Ser hombre, en algunos contextos, se ha convertido casi en sinónimo de opresor, el llamado heteropatriarcado. Los valores como la competitividad, la fortaleza y el liderazgo, que históricamente se asociaron con la masculinidad, son vistos ahora como rasgos tóxicos.
Por otro lado, se promueve una idea de mujer que debe adoptar comportamientos típicamente masculinos para ser considerada “empoderada”, lo que genera una presión adicional sobre aquellas que eligen roles más tradicionales o que simplemente dan prioridad a su vida familiar.
LA VERDADERA IGUALDAD JURÍDICA
El verdadero feminismo debería abogar por la igualdad jurídica y de oportunidades, no por la superioridad o la revancha de un género sobre otro. La lucha no es entre hombres y mujeres, sino contra las estructuras que limitan el desarrollo de ambos.
Es fundamental que las leyes y políticas públicas se diseñen desde una perspectiva de equidad, evaluando cada caso sin prejuicios de género. Hombres y mujeres deben tener los mismos derechos, pero también las mismas obligaciones y consecuencias legales.
La igualdad no se logra favoreciendo a un grupo a costa del otro, sino creando condiciones para que todos puedan prosperar según sus méritos y capacidades. Solo así se alcanzará una sociedad verdaderamente justa, donde ser hombre o mujer no determine nuestras oportunidades ni nuestro valor ante la ley y la sociedad.