A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Manos de estómago

La reciente noticia de que la refinería Deer Park, adquirida por Pemex en 2022, ha registrado pérdidas en 2024, es una muestra más de los riesgos que conlleva la intervención gubernamental en actividades que deberían ser empresariales. Según datos de la petrolera, durante 2024 Deer Park reportó una pérdida neta de 860 millones de pesos. Este resultado contrasta con las ganancias obtenidas en 2023 y 2022, que fueron de 11 mil 967 millones y 19 mil 231 millones de pesos, respectivamente. Se supone que Deer Park iba a satisfacer la mitad de la demanda nacional de gasolinas y la otra mitad Dos Bocas (aunque la segunda ha costado 30 veces más), pero nada: nunca les sale bien.

MALOS NEGOCIOS

Este caso no es una excepción, sino la regla. La historia reciente está plagada de ejemplos en los que el gobierno mexicano ha tomado decisiones empresariales que resultan desastrosas para las finanzas públicas, pero jugosas para una élite política que se enriquece a costa del contribuyente, mientras regala migajas para sostener su tan cacareada popularidad. Olvídense del avión presidencial que ya se vendió, pero seguimos pagando. Mexicana de Aviación, relanzada como una aerolínea militar disfrazada de empresa estatal, es un caso similar: se compró por un monto ridículo, sin un plan de negocios viable y sin capacidad de competir con aerolíneas privadas en el mercado nacional. Tuvo un costo de 815 millones de pesos, pero en el primer año de operación registró 932 millones de pesos de pérdidas y contando.

LA GRAN ESTAFA

El Tren Maya, cuyo costo inicial era de 150 mil millones de pesos, ya supera los 500 mil millones y aún sigue acumulando sobrecostos operativos, además de haber destruido miles de hectáreas de selva. Es un tren de juguete de cuatro vagoncitos —que apenas se llenan— comparado con los ferrocarriles modernos. El AIFA, que supuestamente costaría menos que el NAIM Texcoco (un tremendo robo cuyos asaltantes nunca conocimos), ha sido un fracaso rotundo en términos de tráfico aéreo, funciona como un aeropuerto alterno y se supone que sería el sustituto del actual AICM. En 2023, el Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México (AIBJCM) movilizó a 48,4 millones de pasajeros. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) cerró el año 2024 con 6,3 millones de pasajeros (8 veces menos, para que lo entiendan, les chaires).

MIL BOCAS

Y, mientras tanto, Dos Bocas sigue siendo un barril sin fondo que aún no produce un solo barril de gasolina refinada. Sigue en etapa de “pruebas” y la ideota que le vendió la ideota al presidente bananero ya es gobernadora de Veracruz (todos felices). El problema no es solo la ineficiencia del Estado como empresario, sino la opacidad con la que se manejan estos proyectos bajo el pretexto de la seguridad nacional. Ninguna de estas obras ha sido auditada de manera transparente; todas las adjudicaciones fueron directas, los costos se han triplicado y los resultados han sido, en el mejor de los casos, decepcionantes. Sería el mayor atraco de la historia, de no ser que hay más.

DE TODOS LOS MEXICANOS

El gobierno nos repite hasta el cansancio que Pemex y la CFE son “de todos los mexicanos”, pero cuando una empresa es de todos, en realidad no es de nadie. Los incentivos en una empresa estatal no están diseñados para generar riqueza. En el sector privado, si un negocio no es rentable, cierra. Los sindicatos son un lastre, pero hay que cargar con ellos, aunque el negocio se vaya a la bancarrota. En el sector público, las pérdidas se cubren con los impuestos de la gente. No es casualidad que Pemex siga rompiendo récords en deuda, que ya supera los 110 mil millones de dólares, y que sus finanzas estén bajo observación internacional.

FABRICANTES DE POBREZA

Mientras los países más prósperos han entendido que el gobierno debe facilitar el crecimiento económico y no intervenir en él, en México seguimos apostando por un modelo estatista que ha demostrado ser un fracaso. Los gobiernos que se autodenominan “de izquierda” terminan generando solo una nueva élite parasitaria que vive a costa del pueblo, mientras destruyen la clase media e inhiben a los emprendedores. Está probado que los países que imponen menos impuestos, menos regulaciones y más libertades al comercio generan mejores condiciones de vida. Singapur, Corea del Sur e incluso China han demostrado que la riqueza no se crea desde el Estado, sino desde la inversión privada y la apertura económica. En contraste, los gobiernos que prometen “distribuir la riqueza” terminan empobreciendo a sus ciudadanos, porque no generan riqueza, solo la administran –y, en el proceso, la dilapidan.

QUEBRANDO NEGOCIOS

El fracaso de Deer Park, que era una empresa rentable a manos de privados, comenzó a generar pérdidas apenas el Estado metió las manos. Es solo un síntoma de una enfermedad mayor: la creencia de que el gobierno puede y debe ser empresario. La historia nos ha demostrado una y otra vez que no es así, pero los políticos se niegan a aprender la lección. Al final, los únicos que pagan el costo de su ineptitud son los ciudadanos.

A SEGUIR VENDIENDO ATOLE

A este gobierno autodenominado como transformador le salió todo mal y siguen sin comprender por qué. Recibieron finanzas sanas, aumentaron la deuda pública en más de 6.6 billones de pesos (cada mexicano debe 131 mil pesos), lo que representa el 51% del PIB, y van por más, porque no pueden sobrevivir sin seguir esquilmando a los contribuyentes. Hicieron todo lo necesario para que el gobierno de Estados Unidos rompiera nuestra sociedad comercial, porque además ya saben a detalle el contubernio con el narco. No lo dicen un día sí y otro también. Nadie está inventando nada. Creyeron que les podían dar atole con el dedo a los gringos, porque no saben que eso solo les funciona con los mexicanos. Ahora toca pagar las consecuencias. ¡Ah, pero no falten al Zócalo este domingo en defensa de la soberanía!

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