El impacto del nuevo arancel: ¿Un golpe a las cadenas de suministro?
Las cadenas de suministro son el conjunto de procesos que permiten la producción y entrega de bienes o servicios, desde la obtención de materias primas hasta el consumidor final. Incluyen proveedores, fabricación, almacenamiento, distribución, venta y consumo. Son clave para la eficiencia económica y la competitividad en las empresas. Su interrupción abrupta puede afectar gravemente los mercados. Muchas compañías dependen de proveedores, manufactura y distribución a nivel global. Un producto puede tener materias primas extraídas en un país, componentes fabricados en otro, ensamblaje en un tercero y distribución en varios mercados internacionales.
LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ
Un buen ejemplo es la fabricación de vehículos, los cuales dependen de una cadena de suministro global que involucra distintos países en cada etapa. Las materias primas y componentes como motores, transmisiones, baterías y sistemas electrónicos son producidos en varios países. El ensamblaje final varía según la marca. Una vez terminados, los vehículos son distribuidos a nivel mundial mediante barcos, trenes y centros logísticos. La industria automotriz demuestra la interdependencia global, donde cada pieza proviene de diferentes regiones para garantizar la producción eficiente de un solo automóvil.
Si se interrumpe una cadena de suministro o sus costos aumentan significativamente, como ocurre con los aranceles impuestos por EE.UU. a México, se generarían retrasos en la producción, escasez de productos y alzas adicionales en los precios. Un consumidor tendría que esperar semanas o meses para obtener un vehículo con las características deseadas. En 2024, México exportó un total de 3,479,086 vehículos ligeros, de los cuales aproximadamente el 79.7% tuvieron como destino Estados Unidos, lo que equivale a 2,774,682 unidades de un total de 15.8 millones que se comercializan al año en ese país.
Por eso, la decisión de imponer un arancel del 25% a diversas importaciones mexicanas podría convertirse en un problema para la economía de Estados Unidos, afectando particularmente a la industria automotriz, pero también a otros sectores como el agrícola. En un mundo donde las cadenas de suministro están profundamente interconectadas, imponer barreras comerciales de esta magnitud no solo encarece los productos, sino que también altera el equilibrio de mercados que han tardado décadas en consolidarse.
El sector automotriz es uno de los más expuestos a estos cambios, dado que México se ha convertido en un pilar fundamental de su manufactura. No se trata solo de ensamblaje: miles de componentes esenciales —desde motores hasta sistemas electrónicos— se fabrican al sur de la frontera y luego se integran en vehículos ensamblados en plantas estadounidenses.
Sustituir a México como proveedor inmediato es prácticamente imposible. La razón es simple: la infraestructura, el conocimiento y la mano de obra calificada en el país han sido desarrollados durante décadas en función de una integración comercial con EE.UU. Empresas como General Motors, Ford y Stellantis dependen de este ecosistema para mantener su producción eficiente y competitiva.
Con un arancel del 25%, las empresas automotrices tendrían que elegir entre absorber el costo —afectando sus márgenes de ganancia— o trasladarlo a los consumidores, encareciendo los vehículos. En cualquiera de los casos, la competitividad de la industria estadounidense se verá comprometida, beneficiando indirectamente a fabricantes asiáticos y europeos que no enfrentarán estas barreras comerciales.
EL SECTOR AGRÍCOLA
El impacto de este arancel también golpeará a los consumidores estadounidenses en su mesa. México es un proveedor clave de productos agrícolas que, por razones climáticas, no pueden producirse con la misma eficiencia en EE.UU. Tomates, aguacates, pimientos y berries son solo algunos de los alimentos que dependen de esta relación comercial. Si los costos de importación aumentan debido al arancel, los precios de estos productos se dispararán en los supermercados estadounidenses, afectando a las familias de ingresos bajos y medios, quienes verían su poder adquisitivo reducido.
NO ES TAN FÁCIL
Sustituir estas importaciones con producción local no es una opción viable en el corto plazo. Las condiciones climáticas y la infraestructura agrícola en EE.UU. no permiten suplir la demanda de muchos de estos productos. Los intentos por relocalizar la producción podrían derivar en precios aún más altos y en escasez temporal de ciertos alimentos.
Por eso, sería una locura imponer aranceles en represalia por parte de México. Nuestro país depende significativamente de las importaciones de granos provenientes de Estados Unidos. En 2023, México importó 19.7 millones de toneladas de maíz, de las cuales el 88.7% provinieron de EE.UU.
PEOR EL REMEDIO
El problema de fondo es que las cadenas de suministro no pueden modificarse de la noche a la mañana. Empresas y consumidores han construido una economía basada en la eficiencia y en la optimización de costos, donde la producción transfronteriza ha sido clave para mantener precios competitivos.
Imponer un arancel del 25% puede causar disrupciones en sectores enteros y generar una enorme incertidumbre en los mercados. En lugar de proteger la economía estadounidense, esta medida podría debilitarla al encarecer sus productos y hacerla menos atractiva frente a competidores globales.
EL DILEMA
El proteccionismo económico siempre ha sido una herramienta política de doble filo. Aunque en el discurso puede sonar como una medida para fortalecer la producción nacional, en la práctica suele generar efectos adversos inesperados. En este caso, el golpe lo sentirán tanto las empresas estadounidenses como los consumidores, sin que exista una solución inmediata para mitigar los daños.
Si el objetivo es reducir la dependencia de las importaciones mexicanas, el camino no es cerrar las puertas con aranceles, sino diseñar estrategias de diversificación productiva que no perjudiquen a industrias enteras en el proceso. La clave está en la planeación para evitar la interdependencia entre México y Estados Unidos, y ese proceso llevaría largo tiempo.
Las próximas semanas serán determinantes para evaluar las consecuencias de esta medida. Lo cierto es que, en un mundo donde la integración económica es una realidad innegable, las soluciones simplistas pueden tener costos mucho más altos de los que sus promotores gringos imaginan.