La unidad que necesita México
Claudia Sheinbaum ha demostrado, al menos en la relación bilateral con Estados Unidos, una dosis de prudencia que no siempre se ha visto en otros personajes de su propio partido. Al menos ha corrido con suerte. Enfrentar a Donald Trump no ha sido tarea fácil, menos ahora que ha reforzado su retórica agresiva contra México. El reciente aplazamiento en la imposición de aranceles es una señal de que Sheinbaum ha logrado, hasta ahora, contener el embate proteccionista de Trump.
No obstante, la amenaza sigue latente. Lo cierto es que tampoco le está yendo bien al republicano con su intento de obligar a las empresas automotrices a trasladar su producción de México a Estados Unidos. La industria no puede cambiar de un día para otro sin afectar las cadenas de suministro, el costo de los vehículos y, en última instancia, a los consumidores estadounidenses. A pesar de las bravuconadas de Trump, la realidad económica dicta que no hay condiciones para semejante cambio sin causar estragos en ambas economías.
Mientras el gobierno de Sheinbaum maniobra en esta complicada relación, los propagandistas de la 4T se aferran y lucran con la misma narrativa de siempre, la de buenos y malos, la de pobres y ricos, la de los patriotas contra los traidores. Según ellos, quienes no simpatizan con la 4t desean el fracaso de la presidenta. Son los fachos de la derecha apátrida. Nada más absurdo. En un país donde las decisiones de gobierno y lo que resulte de la escaramuza con Trump, nos impactan a todos sin distinción de partido. Lo lógico es que a México le vaya bien, sin importar si la presidenta es de Morena o de cualquier otra fuerza política.
En lo personal, Sheinbaum me cae bien en muchos aspectos, salvo cuando intenta emular a su antecesor, cuyo discurso llegó a rozar el cinismo. ¿O acaso alguien olvida cuando AMLO declaró que el sistema de salud en México no solo sería como el de Dinamarca, sino incluso mejor? La realidad terminó siendo una burla. El sistema de salud es un fracaso y lo están padeciendo todos los mexicanos que acuden al auxilio de la salud pública. Claudia no tiene necesidad de hacer lo mismo que su antecesor, comenzando por la marchas al zócalo que implican un gasto absurdo y necesario de acarreo y movilización.
Si algo parece estar diferenciando a Sheinbaum de su predecesor, es su postura frente al narcotráfico. Mientras López Obrador negaba que en México se produjera fentanilo, argumentando que todo provenía de Asia, su sucesora ha tomado el camino contrario: sus incautaciones y operativos han dejado claro que el problema sí existe y que su gobierno, al menos en el discurso y en los hechos, está dispuesto a enfrentarlo. Con los constantes decomisos y el desmantelamiento de laboratorios clandestinos, la presidenta ha evidenciado lo que por años fue minimizado y que los gringos sabían a la perfección. Este giro en la estrategia, aunque aún insuficiente, podría marcar una diferencia en la relación con Estados Unidos y contribuir a mejorar la percepción de México en el combate contra el narcotráfico y en beneficio de todos.
Mientras los legisladores de Morena siguen enfrascados en una retórica de campaña permanente, incapaces de comprender que la unidad nacional no se construye con discursos maniqueos y descalificando a la oposición apenas asoma una critica. En lugar de asumir la complejidad de los desafíos del país, insisten en dividir a México entre quienes apoyan o se oponen a la 4T. Así no se gobierna, así se divide.
Es hora de que todos, desde la 4t hasta la oposición, reconozcan que en temas como los aranceles y la seguridad nacional no hay margen para la disputa partidista. Nadie en su sano juicio quiere que a México le vaya mal. La imposición de tarifas comerciales afecta por igual a empresarios, trabajadores y consumidores sin distinción ideológica o preferencia partidísta. Frente a este escenario, es momento de cerrar filas y respaldar los esfuerzos de la presidenta para alcanzar acuerdos que beneficien al país, solo que ella debe hacer lo propio y asumirlo con un poco de humildad. Unas cuantas reuniones con líderes de la oposición bastarían para al menos adoptar un tregua y dedicarnos a defender a México.
Si algo positivo surgió de esta coyuntura es que Sheinbaum se ha visto obligada a dejar atrás la inútil estrategia de los “abrazos, no balazos” que tiene tufos de complicidad. Aunque su gobierno no lo confiese abiertamente, la presión de Estados Unidos y la necesidad de legitimarse en el ámbito internacional la llevarán a tomar medidas más firmes contra el crimen organizado. Esto, a su vez, puede ayudarla a marcar una diferencia real con su antecesor y demostrar que su administración no será simplemente una prolongación de la anterior. Debe asumir de una vez por tados que ella es la presidenta.
Claudia tiene la oportunidad de ser una gran presidenta, pero para lograrlo debe modificar su discurso y abandonar el reduccionismo de buenos contra malos. México no es un país bipolar, y la diversidad de opiniones es una riqueza que debe aprovecharse, no combatirse. Así que, señores políticos, tanto los chairos como los fifís de las redes sociales, sería conveniente que declarasemos una tregua. Dejen de joder con la eterna batalla entre derecha e izquierda, patriotas y traidores. Lo único que logran con ello es dividir aún más a una nación que, ante los desafíos que enfrenta, necesita unidad y visión de futuro.