El regreso de John Wayne
La nostalgia de un pasado más glorioso, de un país que fue guardián de la libertad, forjador del sueño democrático, ejemplo del poder ciudadano en la historia y, sobre todo, la nación más pujante y el mayor motor de desarrollo económico en el mundo, refleja el delirio de Trump, que pretende devolverle a Estados Unidos un monopolio económico, político y militar que ya no le pertenece en exclusiva.
NOSTALGIA POR EL PASADO
Imaginemos a John Wayne subido a su caballo, atravesando un portal en el tiempo y apareciendo en el mundo de hoy. No entendería nada. El viejo oeste fue reemplazado por teléfonos inteligentes, drones, robots humanoides, criptomonedas y cadenas de suministro globales. Y, sin embargo, el trumpismo parece vivir con la ilusión de que ese país rudo, autosuficiente y heroico puede regresar si se arman lo suficiente y se grita lo bastante fuerte. Es el Make America Great Again, el reconocimiento implícito de que América —como le dicen los estadounidenses— dejó de ser lo que fue. Donald Trump encarna esa nostalgia: la de un país que ya no es, pero que se obstina en creerse invencible. Al mismo tiempo, tan vulnerable que no pudo frenar la ola de incendios que devastaron California.
CRUZADA
Donald Trump insiste en imponer la idea de que repatriar sus añejas industrias hará grande a América otra vez. Como si bastara con agitar la bandera nacionalista para que los empleos industriales regresen a Detroit o Pittsburgh. Su cruzada contra el libre comercio mundial y su fijación por castigar con aranceles a todos los países del orbe que tienen comercio con Estados Unidos responden más a una vehemencia nostálgica que a una comprensión real de cómo funciona ahora la economía global.
LOS COSTOS LABORALES
El problema de fondo es simple: Estados Unidos no puede competir en ciertos sectores industriales porque sus costos laborales son demasiado altos. Un obrero norteamericano cobra lo que en México se paga por toda una cuadrilla. Y eso no es un defecto: es el reflejo del nivel de vida que han alcanzado. Pretender que empresas que migraron por razones de eficiencia regresen por patriotismo o presión fiscal es una fantasía. Es como si el mejor cliente de un restaurante quisiera comer solo y le pidiera al dueño del negocio cerrar, sacando a los demás comensales.
PROTECCIONISMO
México, en cambio, ha podido crecer orgánicamente —aunque a veces sin darse cuenta del todo— como el centro de una nueva lógica de producción: cadenas cortas, menores riesgos logísticos, acceso preferencial al mercado estadounidense y, sobre todo, mano de obra calificada, mucho más barata y no por eso mal pagada. A Trump eso le irrita profundamente. No soporta que otros países “se enriquezcan” vendiéndole a Estados Unidos, como si el comercio internacional fuera una estafa y no un intercambio donde ambas partes ganan. Como si la oferta y la demanda se pudieran controlar mediante decretos. Pero su visión es la del proteccionista que añora un mundo que ya no existe, donde las fábricas humeaban y los obreros llevaban casco.
EL TALENTO ES EL NUEVO PETRÓLEO
Pero no basta con tener salarios comparativamente más bajos. México necesita dar un salto cualitativo en su capital humano. Debe formar técnicos e ingenieros especializados en automatización, inteligencia artificial e innovación tecnológica, como lo hicieron países que salieron del rezago en pocas décadas: Corea del Sur, Singapur o incluso Vietnam, apostando todo a la educación técnica, a las habilidades y competencias. El futuro no está en la maquila, sino en el desarrollo tecnológico propio. El talento es el nuevo petróleo, y si no lo entendemos, seguiremos siendo dependientes como lo somos ahora.
AÑORANZA IMPERIALISTA
Estados Unidos se vació de industria mientras sus grandes corporaciones transnacionales invertían en otros continentes. Perdió músculo industrial y también dirección estratégica. Ya no invierte en infraestructura y logística como en sus mejores décadas. Ya no levanta los grandes rascacielos como lo hace ahora China. El gigante asiático ha logrado sacar de la pobreza —en las últimas cuatro décadas— a cerca de 800 millones de personas, mientras que el número de personas sin hogar en los Estados Unidos ha experimentado un aumento significativo en los últimos años, llegando a más de 770,000 personas. Por eso, ahora, con una lógica de potencia en declive, busca reexpandir su influencia territorial, metiendo las manos de nuevo en el canal de Panamá. Es una suerte de imperialismo nostálgico, como si pudiera extenderse físicamente para compensar su contracción estructural.
Lo irónico es que, mientras Trump se queja, México tiene una oportunidad de oro para beneficiarse de su retórica. La guerra comercial con China nos puede abrir la puerta a nuevas inversiones. Eso sí, debemos ser resilientes para adaptarnos a las nuevas condiciones —en especial con el origen de nuestros componentes en las cadenas de suministro— que seguramente Trump impondrá a México. Si México logra dar garantías de estabilidad poniendo orden en casa —con el fentanilo, el huachicol, la inmigración ilegal— como lo está haciendo —aunque forzadamente— Claudia Sheinbaum, podremos sobrevivir a las presiones de Trump, que tiene que ver en México a un aliado necesario, aunque no seamos de su agrado.
NEOLIBERALISMO RELOADED
Claudia Sheinbaum tendrá que ir tomando distancia —aunque sea de forma gradual y silenciosa— de los regímenes izquierdistas que tanto seducen a algunos sectores de Morena. Si quiere que México sea competitivo, deberá reorientar la economía hacia un modelo de mercado renovado, con mayor énfasis en la innovación, la apertura y el talento. No podrá decirlo abiertamente. Pero si quiere un lugar para México en el futuro, más le vale empezar a actuar en esa dirección, aunque sea en voz baja, incluso si intenta expandir su intercambio comercial con otros países.
La paradoja es brutal: mientras Trump reniega del libre comercio, México debería abrazarlo con más convicción que nunca. Mientras en el norte crece el nacionalismo económico, en el sur debemos tener la inteligencia de jugar en el tablero global con astucia. Que Trump grite lo que quiera. Nosotros, a producir, a innovar… y a prepararnos para competir y liderar (a pesar de Morena).