A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

¿Qué hacer con el gusano barrenador?

La reaparición del gusano barrenador en el sureste mexicano no es una anécdota aislada, sino una llamada de alerta que obliga a revisar lo que se ha hecho —o más bien dejado de hacer— en la defensa sanitaria de nuestro ganado y de nuestras fronteras. Después de décadas de esfuerzos invertidos en su erradicación, hoy vemos cómo el enemigo silencioso vuelve a asomar la cabeza. Recordará usted aquella famosa planta del gusano barrenador instalada en un costado del río Grijalva, por Chiapa de Corzo. Operó por varios años hasta que la larva del gusano se erradicó.

¿Por qué sucede esto ahora, si hay una Planta de Producción de Moscas Estériles en Panamá que sigue operando? La respuesta es sencilla y preocupante: la planta se concentra en proteger la frontera sur de Panamá frente a la amenaza constante de Sudamérica, donde el gusano sigue siendo endémico. La prioridad ha sido contener, crear un cerco, no erradicar más allá. Centroamérica, por su parte, ha abandonado en varios casos los programas de vigilancia activa, mientras el tráfico irregular de animales, la falta de control fronterizo y las condiciones ambientales favorables hacen el resto.

El problema, como tantas veces ocurre en nuestra región, no es la falta de soluciones técnicas: sabemos perfectamente cómo erradicar al gusano barrenador. Lo que falta es atención, voluntad por parte de las autoridades, financiamiento sostenido y cooperación real entre países. La historia ya nos enseñó que la erradicación solo fue posible cuando México, Centroamérica y Estados Unidos trabajaron en conjunto, no cada uno por su cuenta. Hoy necesitaríamos reeditar esa alianza estratégica.

Primero, sería indispensable restablecer un programa donde cada país asuma compromisos verificables de vigilancia y control. Sin esto, cualquier esfuerzo aislado estará condenado al fracaso.

Segundo, urge garantizar financiamiento permanente para sostener las liberaciones de moscas estériles, instalar sistemas de vigilancia fronteriza más rigurosos y crear brigadas de respuesta inmediata ante focos detectados. La liberación de moscas estériles tendría que ampliarse no solo en la barrera sur, sino también hacia los focos emergentes en Centroamérica.

Tercero, es hora de usar las nuevas tecnologías: drones para liberar insectos, sistemas de monitoreo ambiental por satélite y biomarcadores genéticos para rastrear brotes. Herramientas que hoy abaratarían y eficientarían un combate que en los 90 se libró con medios mucho más rudimentarios.

Y cuarto, México no puede confiar únicamente en la contención regional. Debe reforzar su propia cuarentena interna, especialmente en Chiapas y la frontera sur, para evitar que el problema se convierta en una nueva epidemia ganadera nacional.

En este contexto, el Gobierno de Chiapas no puede permanecer como un espectador. La ganadería representa una de las actividades económicas más importantes del estado, y el gusano barrenador amenaza directamente su sustentabilidad. El estado debe asumir un rol protagónico: establecer brigadas de vigilancia y control interno, realizar inspecciones sanitarias de ganado, crear fondos de apoyo para productores afectados y presionar a las autoridades federales para fortalecer los programas de erradicación. Además, debe liderar campañas de concientización entre las comunidades rurales para que la detección temprana y el reporte de casos se conviertan en una verdadera primera línea de defensa. No hay tiempo para la pasividad; lo que está en juego es parte del sustento económico de miles de familias chiapanecas.

Existen empresas autorizadas por el gobierno, operando bajo un sistema oficial de certificación zoosanitaria. El SENASICA (Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria) es la autoridad que establece las reglas para la movilización, inspección y certificación del ganado respecto a plagas y enfermedades (incluido el gusano barrenador). Estos verificadores o médicos pueden emitir constancias sanitarias de que el ganado ha sido revisado y se encuentra libre de parásitos, heridas sospechosas o infestación larvaria. En zonas de emergencia sanitaria o riesgo, como ahora en Chiapas, deben establecerse puntos de verificación oficial donde solo animales con inspección aprobada puedan transitar.

En Chiapas ya se han reportado casos de miasis en personas, asociados a la infestación del gusano barrenador. Las infecciones suelen ocurrir en zonas rurales, donde las heridas expuestas y la falta de atención médica oportuna aumentan el riesgo. Esto confirma que el problema no es solo ganadero, sino también de salud pública, y demanda acciones urgentes de vigilancia epidemiológica y atención comunitaria.

El gusano barrenador no se erradica con declaraciones ni buenas intenciones. Se combate con estrategia, ciencia y disciplina. Ignorar su amenaza o subestimar su capacidad de dispersión sería repetir el viejo error de dejar que los problemas crezcan hasta que ya no sean manejables.

Ya tuvimos la experiencia de erradicar esta plaga hace treinta años. No deberíamos desperdiciarla ahora, menos aún cuando ya sabemos qué funciona y qué no. La pregunta no es si podemos volver a erradicarlo. La verdadera pregunta es si tendremos la disposición, la cooperación y la visión para hacerlo a tiempo.

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