A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La quimera de formalizar la economía

El gobierno federal ha anunciado con tono optimista su propósito de reducir la informalidad laboral en 5.5%. Una meta ambiciosa, sin duda, pero que parte de un diagnóstico incompleto y de políticas contradictorias. Porque una cosa es decir que se quiere formalizar la economía y otra muy distinta es construir las condiciones para que eso ocurra.

RADIOGRAFÍA DE LA INFORMALIDAD

Actualmente, más del 55% de la población ocupada en México trabaja en la informalidad, según datos del INEGI. Eso significa que más de 32 millones de mexicanos laboran sin acceso a la seguridad social, sin prestaciones y sin estabilidad laboral. Este fenómeno no es nuevo, pero se ha profundizado en un entorno de bajo crecimiento, alta regulación y una cultura institucional que castiga al que produce.

GASTO SOCIAL SIN EXIGENCIA NI IMPACTO

En vez de facilitar la formalización, el gobierno ha optado por aumentar el gasto social sin exigir corresponsabilidad, generando una creciente dependencia del presupuesto. Hoy se destinan más de $1.3 billones de pesos a programas sociales, muchos de ellos sin reglas claras ni evaluación de impacto. Mientras tanto, la recaudación fiscal sigue estancada, particularmente en el ISR de personas físicas y en el IVA, donde la evasión y elusión siguen siendo rampantes.

ENTRE LO INFORMAL Y LO INVISIBLE

El contribuyente hace de todo para reducir la carga impositiva. No expide recibos, no hace depósitos, maneja efectivo y compra facturas para deducir gastos porque la economía informal no le factura. El fontanero, el electricista o el carpintero no expiden recibos formales, pero ya cobran como si fueran doctores.

EL MITO DE QUE TODOS PAGAMOS IMPUESTOS

Se le ocurrió a Pedrito Sola, el popular condcuro de televisión, decir que “solo voten quienes pagan impuestos: de otra forma, los que votan son los que reciben limosna del gobierno y votan por ellos”. La presidenta ha declarado que todos los mexicanos pagamos impuestos, pero eso es una falacia. Es cierto que todos pagamos al consumir productos y servicios, a través del IVA que para la mayoría es impercebtible. Pero eso no equivale a formar parte de la economía formal ni a asumir las responsabilidades fiscales que ello implica. Los contribuyentes formales deben inscribirse ante el SAT, emitir facturas, presentar declaraciones, llevar contabilidad, hacer retenciones y enfrentar auditorías y sanciones, incluso penales.

INEQUIDAD FISCAL Y DOBLE RASERO

Quienes operan en la informalidad no están sujetos a estas obligaciones, aunque también usen servicios públicos, accedan a educación y salud gratuitas. La narrativa de que “todos pagamos impuestos” sirve para justificar la evasión y desincentivar la formalización, lo cual genera una profunda inequidad fiscal. Mientras unos pocos cargan con el costo completo del aparato estatal, otros lo utilizan sin aportar proporcionalmente. Lo paradójico es que son los primeros en exigir que los empresarios paguen sus impuestos.

DÉFICIT HISTÓRICO Y GASTO ELECTORAL

El déficit presupuestal aprobado para este año es de 5.4% del PIB, el más alto en más de tres décadas. El gobierno gasta más de lo que ingresa, y para financiar ese hoyo fiscal coloca CETES, que ya representan más del 30% de la deuda total del país, con vencimientos a corto plazo que ponen presión constante sobre las finanzas públicas. ¿Y a dónde se ha ido tanto dinero? No a infraestructura útil, ni a salud, ni a educación. Buena parte se ha ido en los megaproyectos de dudosa viabilidad: una refinería que no refina, un aeropuerto al 20% de su capacidad y un tren que ha destruido selvas, sobrepasado todos los presupuestos. El resultado: opera subsidiado por sus bajos ingresos.

EL COSTO DE SER FORMAL

La informalidad no se combate desde la narrativa, ni con buenas intenciones. Se combate creando un entorno donde ser formal sea más rentable —y accesible— que ser informal. Se combate con un sistema fiscal justo, simplificado, y un aparato estatal eficiente que devuelva en servicios lo que exige en impuestos. El empresario, los profesionistas, las Pymes no utilizan muchas veces los servicios públicos y no ven retribuidas sus aportaciones. Pagan colegiaturas porque saben que la educación pública es deficiente; pagan seguros de gastos médicos privados porque la salud pública es un desastre.

¿QUIÉN PAGA REALMENTE IMPUESTOS?

En México, aproximadamente el 40% de la población paga impuestos de manera formal, según datos de 2024. Esto significa que solo cuatro de cada diez mexicanos están registrados ante el Servicio de Administración Tributaria (SAT) y cumplen con obligaciones fiscales como la presentación de declaraciones y el pago del Impuesto sobre la Renta (ISR).

Aunque el padrón de contribuyentes activos supera los 84 millones, incluyendo personas físicas y morales, no todos presentan declaraciones con pago. Por ejemplo, en el primer trimestre de 2024, alrededor de 3 millones de contribuyentes presentaron declaraciones con pago de ISR, lo que representa una mínima fracción del total registrado. Esta situación refleja una alta tasa de informalidad laboral en el país. La informalidad implica que una parte significativa de la población no contribuye al fisco de manera directa, lo que limita la capacidad financiera del Estado.

IVA Y DESIGUALDAD TRIBUTARIA

Aunque todos los consumidores pagan impuestos indirectos como el IVA al adquirir bienes y servicios, solo una parte de la población cumple con las obligaciones fiscales formales, lo que evidencia una carga tributaria desigual y la necesidad de fomentar la formalización laboral y fiscal en México, un propósito nunca logrado.

Equilibrar las aportaciones al gasto público por parte de los ciudadanos requeriría una reforma al sistema tributario, algo que este gobierno —obsesionado con el control político— no está dispuesto a hacer. En cambio, seguirá apostando al gasto como herramienta electoral, hipotecando el futuro a cambio de votos presentes.

Formalizar la economía no es imposible. Lo que es imposible es hacerlo mientras se destruye el Estado de derecho, se castiga la iniciativa privada y se derrocha el dinero público en caprichos. En ese camino, lo único que crece es la informalidad.

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