A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

El ahorro, el trabajo o la dependencia

Vivimos en una época en la que el sacrificio ha sido sustituido por la queja, el esfuerzo por la dádiva y la autosuficiencia por la eterna exigencia al Estado. Mientras se predica la justicia social desde la comodidad del subsidio, los valores que hicieron prósperas a las naciones —el trabajo honesto y el ahorro paciente— son despreciados como reliquias burguesas. Lo advierte Anxo Bastos, ese provocador profesor gallego que incomoda con verdades: la única manera genuina de mejorar una sociedad es que sus individuos trabajen, ahorren, inviertan y produzcan. Todo lo demás es cuento.

El ahorro como cimiento de futuro

El ahorro es más que guardar dinero debajo del colchón. Es, como dice Bastos, la renuncia al consumo inmediato para construir el porvenir. Sin ahorro no hay inversión, sin inversión no hay capital, sin capital no hay progreso. Pero en lugar de incentivar esa lógica virtuosa, los gobiernos modernos la castigan: con inflación, con impuestos confiscatorios, con tasas de interés artificialmente bajas que premian el endeudamiento y penalizan la prudencia. Se exprime al que produce para subsidiar al que no lo hace, y se eleva a categoría moral la dependencia institucionalizada.

Chiapas: riqueza natural y pobreza inducida

Chiapas es uno de los estados más ricos de México en recursos naturales. Tiene agua en abundancia, selvas, montañas, petróleo, minerales, una biodiversidad exuberante, una vasta frontera y una de las culturas más complejas y fascinantes del continente. Es cuna de civilizaciones milenarias, de arte popular, de tradiciones vivas. Y, sin embargo, vive en la pobreza. No por falta de potencial, sino porque hemos atrofiado nuestras capacidades a cambio de votos. El intercambio ha sido trágico: productividad por pasividad, ciudadanía por clientelismo, desarrollo por dependencia.

La cultura del mínimo esfuerzo

En este entorno, el trabajo —esa actividad que dignifica y transforma— se ha convertido en un castigo para el que sí quiere salir adelante. La cultura del mínimo esfuerzo ha reemplazado al mérito como motor de ascenso. ¿Para qué emprender, invertir o innovar si es más rentable esperar la transferencia bimestral? ¿Para qué sembrar la tierra si basta con ser leal al padrón? El Estado, convertido en repartidor de promesas, ha domesticado el espíritu emprendedor de una sociedad que alguna vez fue forjadora.

Golondrinas que no hacen verano

Las pocas iniciativas para detonar el desarrollo económico real de Chiapas se han quedado en esfuerzos aislados. Experimentos agrícolas, parques industriales incompletos, cadenas de valor truncadas, promesas de inversión que no cuajan. Golondrinas que no hacen verano. Sin un entorno que premie la producción y proteja al emprendedor, todo intento se convierte en anécdota. Y mientras tanto, los jóvenes migran, los campos se abandonan, los oficios se pierden y las vocaciones productivas se extinguen.

Redistribuir sin producir: receta del estancamiento

Anxo Bastos lo dice sin rodeos: no se puede redistribuir lo que no se produce. Y no se puede producir si se castiga sistemáticamente al que genera valor. La idea de que el bienestar puede garantizarse como si fuera un derecho adquirido ha erosionado la ética del esfuerzo. Pero lo más grave no es solo la pobreza material, sino la pérdida del orgullo, de la autoestima, de la ambición legítima de mejorar por méritos propios.

La reconstrucción moral y productiva

La crisis de Chiapas no es solo económica: es moral. No nos faltan recursos; nos falta carácter. No nos falta talento; nos falta visión. Se idolatra la igualdad mientras se mutila el mérito. Se reparten peces mientras se destruyen las cañas. Se alienta la indignación del que exige sin aportar y se silencia al que advierte que el pozo no es infinito.

Volver a creer en nosotros

Quien quiera un Chiapas próspero tiene que dejar de ver al Estado como el gran benefactor y volver a confiar en el esfuerzo propio. Recuperar el valor del trabajo, del ahorro, del orgullo de producir. Ningún país ha salido de la pobreza con discursos, ni ningún pueblo se ha hecho libre esperando que otros resuelvan lo que él mismo se niega a enfrentar.

“El camino hacia el infierno está pavimentado con buenas intenciones, especialmente cuando éstas suponen que el Estado puede hacerlo todo.”
— Friedrich Hayek

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