El nuevo rey de la selva
Porfirio Muñoz Ledo no fue un improvisado ni un disidente de ocasión. Fue pieza clave en la transición democrática de México, presidente de partidos, legislador, diplomático y compañero de ruta —aunque incómodo— del entonces presidente López Obrador. Su voz no era la de un opositor marginal, sino la de un actor central del sistema político mexicano, con décadas de presencia en la vida pública.
En junio de 2022, ante más de 70 partidos de 30 países reunidos en la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina, soltó una de esas verdades que no caben en los discursos oficiales ni en las conferencias matutinas: “Hay un paquete de poder, y ese paquete de poder es una alianza entre el narco y el gobierno”. Así, sin matices. Directo y frontal. Como quien ya no tiene nada que perder, pero sí mucho que decir.
EL CONTUBERNIO QUE NO SE HEREDA
Muñoz Ledo no solo acusó. Llamó a la reflexión —o a la conciencia histórica— a su entonces correligionario en Palacio Nacional: “Su contubernio o alianza con el narco no es heredable”. La advertencia es lapidaria y realista: el crimen organizado no tiene lealtades ideológicas ni filiaciones partidistas. Se adapta, se infiltra, negocia con el que va a llegar, como siempre lo ha hecho. En este ajedrez, el narco juega con blancas y negras a la vez.
Sus palabras no tuvieron eco en los medios públicos ni réplica oficial. Fueron sepultadas en el archivo muerto de lo “políticamente inconveniente”. Pero ahí quedaron, como testimonio de una traición histórica al espíritu de la democracia mexicana.
EL NUEVO PODER FÁCTICO
La denuncia más demoledora no fue solo el señalamiento del contubernio, sino la advertencia de que México dejó atrás su frágil transición democrática para dar paso a una reversión autoritaria, con un nuevo actor protagónico: el crimen organizado. “El nuevo rey de la selva”, lo llamó. Y no es una metáfora exagerada.
Hoy, en muchas regiones del país, el narco no solo impone su ley: reparte despensas, dicta toques de queda, controla territorios, financia campañas y decide quién vive y quién muere. Afortunadamente, Chiapas se está convirtiendo en la excepción. Mientras en algunas plazas la delincuencia sustituye al Estado, en otras lo dirige. Es el verdadero soberano de facto de amplias franjas del territorio nacional.
LA SELVA DEL PODER SIN LEY
Lo más alarmante de todo es la normalización. La complicidad ya no escandaliza, el miedo paraliza y el discurso oficial minimiza o evade. Se prefiere hablar de “paz” mientras los cárteles patrullan; se invisibiliza la violencia selectiva y se guarda silencio ante el avance territorial del crimen.
En la propia Ciudad de México, la violencia ha tocado ya las puertas del poder. Dos colaboradores muy cercanos a Clara Brugada fueron ejecutados a plena luz del día, con un mismo mensaje: el crimen organizado no respeta fronteras ni partidos. No pudieron ocultar lo sucedido; era imposible. El verdadero problema es la negativa a reconocer la dimensión del fenómeno. Desde el poder, se ha preferido usar estos hechos como pretexto para atacar a la crítica y a la oposición, que no puede ni debe permanecer impávida. Es el momento de aceptar la verdad y, en vez de dividir y polarizar aún más al país, convocar a la unidad nacional frente a una amenaza que, si no se enfrenta ya, terminará por devorarlo todo.
En esta selva política donde sobreviven los más cínicos, el nuevo rey no ruge, pero manda. No aparece en boletas, pero pone candidatos. No discute en tribunas, pero dicta sentencias. El narco ya no está a las puertas del poder: está sentado en la mesa. Mientras otros irán a cantar de todo en los tribunales estadounidenses, exhibiendo a sus cómplices en el gobierno a cambio de reducir sus sentencias. Más vulnerables no podemos estar.
ADVERTENCIA IGNORADA, DESTINO ASUMIDO
En la mitología griega, Casandra era una princesa troyana a quien el dios Apolo le otorgó el don de la profecía. Pero al ser rechazada por ella, la maldijo: nadie creería sus predicciones. Así, Casandra vio venir la destrucción de Troya, advirtió sobre el caballo de madera y el engaño griego… pero nadie la escuchó. Sus advertencias fueron ignoradas y la tragedia ocurrió tal como lo había vaticinado.
Muñoz Ledo fue un heraldo incómodo. Como Casandra, predijo la tragedia, pero nadie quiso escuchar. Hoy, la advertencia resuena con más fuerza: la alianza con el narco no se hereda, pero el daño sí. Y lo que se sembró en nombre del poder costará generaciones en sanar. El problema no es solo quién llegó al poder, sino cuántas plazas le pertenecen aún al nuevo monarca. Porque cuando la política abdica y el Estado cede soberanía, el crimen se corona.
Y entonces, en esta selva sin ley, ya no gobierna una presidenta. Gobierna el miedo. Y el nuevo rey no viste banda presidencial… porta un fusil.