La falacia del bono demográfico
Durante años nos han repetido que el llamado “bono demográfico” es una ventaja estratégica para los países con alta proporción de población joven. Según esta tesis, más jóvenes implican más fuerza laboral, más consumo, más dinamismo económico. Y sin embargo, basta mirar la realidad de América Latina, África o incluso el sur de Asia para advertir que esa promesa es, en el mejor de los casos, una verdad a medias. O peor: una falacia peligrosa.
CRECER NO ES DESARROLLARSE
El crecimiento poblacional no es, por sí mismo, un activo económico. Si esa población no tiene acceso a educación de calidad, salud, oportunidades laborales y seguridad jurídica, lo que se genera no es desarrollo, sino frustración social. El bono demográfico sin inversión en capital humano es como tener millones de barcos sin mar: inútil y costoso.
LA BOMBA DE TIEMPO LATINOAMERICANA
América Latina es el ejemplo perfecto. Durante las últimas décadas, sus países vivieron un auge de población joven. ¿El resultado? En muchos casos, desempleo masivo, informalidad laboral, migración forzada y un crecimiento delictivo que responde a la falta de oportunidades reales. Porque el bono demográfico, lejos de ser un pasaporte al desarrollo, se convierte en una bomba de tiempo social cuando no va acompañado de las condiciones necesarias.
CHIAPAS: JUVENTUD SIN FUTURO
El caso de Chiapas ilustra esta contradicción con claridad dolorosa. Es la entidad con la mayor tasa de crecimiento poblacional del país, con un 1.8% anual, según datos del CONAPO, muy por encima del promedio nacional. Sin embargo, esa juventud creciente no se traduce en prosperidad. Aunque casi un tercio del presupuesto estatal se destina al sector educativo, Chiapas ocupa los últimos lugares en los resultados del Ceneval y otras evaluaciones estandarizadas. Es decir, gastamos más que muchos, pero educamos peor.
DISPERSIÓN Y ASISTENCIALISMO
A ello se suma otro fenómeno estructural: la dispersión poblacional. Miles de pequeñas comunidades repartidas en zonas de difícil acceso hacen prácticamente inviable proveer servicios públicos básicos de manera eficiente: escuelas, clínicas, caminos, electricidad, agua potable. El modelo de asentamiento humano de Chiapas, la llamada economía de traspatio,sin planificación ni desarrollo regional, complica aún más cualquier intento de generar economías de escala o dinamismo económico local.
Ante la imposibilidad de crear condiciones estructurales de desarrollo —infraestructura, inversión, empleo productivo—, se ha optado por sustituir el desarrollo con programas sociales como política de Estado. No sorprende entonces que Chiapas sea la entidad con el mayor porcentaje de su población recibiendo transferencias asistenciales. Pero ningún país —ni estado— ha salido de la pobreza con dádivas: se sale con educación de calidad, inversión y empleo digno.
MENOS POBLACIÓN, MÁS TALENTO
En contraste, las naciones que apostaron por la educación y la innovación —Corea del Sur, Irlanda, Israel o Finlandia— no necesitaron de grandes masas poblacionales para despegar. Su apuesta fue por la calidad, no por la cantidad. Hoy, algunas de ellas incluso enfrentan retos de envejecimiento poblacional, pero compensan esa tendencia con capital humano calificado y economías basadas en el conocimiento.
NUEVO PARADIGMA GLOBAL
El mundo de hoy ya no premia a los países por tener más población. Premia a los que logran formar y retener talento, adaptarse a la economía digital y sostener ecosistemas de innovación. Las viejas fórmulas que hacían del crecimiento poblacional un motor económico están siendo desplazadas por un nuevo paradigma: el valor está en la capacidad, no en la cantidad.
LUDISMO INVERSO
El discurso del bono demográfico es, al final, la versión optimista del ludismo al revés: suponer que la fuerza laboral masiva seguirá siendo indispensable en un mundo que ya camina hacia la automatización, la inteligencia artificial y la robotización de procesos. Pensar que el futuro depende de cuántos seamos, y no de cuánto sepamos hacer, es un error que puede salir demasiado caro.
La verdadera riqueza de un país está en su gente… pero no en su número, sino en su talento.