Turismo sin vergüenza
La promoción turística sin planeación ni decoro es como invitar a alguien a casa cuando la sala está limpia, pero el baño apesta. Podemos seguir vendiendo al mundo las maravillas naturales de Chiapas, nuestras tradiciones, gastronomía, historia y cultura, con videos espectaculares y folletos coloridos, pero si al llegar el visitante se topa con la basura acumulada, servicios sanitarios en ruinas, jardineras marchitas y una atención deficiente, lo que vendemos es una ilusión. Y como toda ilusión que se rompe, deja un mal sabor de boca.
La paradoja es tan vieja como el discurso gubernamental: cada sexenio se repite la consigna de que el turismo será el motor del desarrollo económico. Pero los engranes de ese motor están oxidados. El mantenimiento de los sitios turísticos es casi siempre eventual, cuando hay visita de altos funcionarios o cuando toca reinaugurar lo ya inaugurado. No existe un programa permanente, sistemático, profesionalizado, que se haga cargo del estado físico, visual y funcional de los principales destinos turísticos de Chiapas.
Hay excepciones, claro, pero son esfuerzos aislados, casi heroicos, de algunos ayuntamientos, comités de barrio o empresarios que entienden que el turismo no se improvisa. Pero en general, el deterioro es visible. No hay quien se haga responsable de lo básico: que haya limpieza diaria, que se repare lo roto, que se riegue lo seco y se pinte lo despintado. La jardinería se vuelve selva urbana, las fachadas se caen a pedazos, los sanitarios huelen a derrota y los módulos de información están cerrados o peor aún, vacíos.
Y no se diga de la seguridad. Muchos visitantes, especialmente los que llegan por carretera o exploran zonas rurales, narran experiencias de miedo, de incertidumbre, de sentirse solos en caso de emergencia. No hay patrullaje, señalética adecuada, ni protocolos visibles para atención médica de urgencia o incidentes menores. ¿Cuántos turistas, por una caída tonta, un piquete de alacrán o un accidente de tránsito leve, no han tenido que batallar para recibir primeros auxilios oportunos?
Lo que se necesita es menos discurso y más vergüenza. Más voluntad para cuidar lo nuestro, no solo cuando hay evento, sino todos los días. Un programa estatal que involucre a municipios, iniciativa privada y población local, con metas claras y presupuesto específico, para mantener limpios, cuidados y funcionales los sitios más visitados. No se trata de hacer grandes obras, sino de conservar lo que ya tenemos. A veces barrer la calle dice más que inaugurar un andador.
Porque el turista que viene y encuentra basura, caos, abandono o trato indiferente, no solo no regresa: se convierte en el peor promotor de nuestro estado. Y eso no lo resuelve ninguna campaña de redes sociales ni slogan pegajoso.
Si queremos vivir del turismo, empecemos por vivirlo bien. Que nuestros pueblos mágicos no sean mágicos solo en el papel. Que los parques no se parezcan a tiraderos. Que las cascadas no huelan a drenaje. Que las calles estén limpias, que los letreros informen, que los guías estén capacitados, que los baños no den pena. Que recibir turistas no sea un favor que hacemos, sino un servicio digno, profesional y orgulloso de ser lo que somos.
No podemos seguir vendiendo paraísos si no nos atrevemos a cuidar ni siquiera el jardín.