A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

De huaraches, moda y victimismos

El reciente lanzamiento del modelo Oaxaca Slip On de la marca Adidas, diseñado por Willy Chavarría, desató la ya típica tormenta de indignación digital. Según sus críticos, se trata de un caso flagrante de “apropiación cultural”: la marca alemana habría copiado sin permiso los huaraches tradicionales de Villa Hidalgo Yalalag, en Oaxaca, sin reconocer ni retribuir a la comunidad zapoteca que los elabora. El gobernador Salomón Jara y la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca exigieron detener su comercialización y abrir un diálogo con los artesanos.

La acusación no sorprende. En los últimos años, México ha tenido encontronazos similares con Zara, Shein o Louis Vuitton por el uso de patrones y diseños indígenas. El patrón es siempre el mismo: una marca internacional lanza un producto inspirado en algún elemento tradicional, y de inmediato se activa el coro de indignados profesionales.

UN DISEÑADOR DE ORIGEN CHICANO

No deja de ser llamativo que el propio diseñador, Willy Chavarría, sea de origen chicano, hijo de migrantes mexicanos en California. Su trabajo se ha caracterizado por integrar símbolos de la cultura latina en contextos urbanos y globales, lo que vuelve más paradójico el que se le acuse de “robo” cultural: no es un extranjero ajeno a esa tradición, sino parte de una diáspora que también ha reinterpretado y transformado sus raíces para adaptarlas a otros escenarios.

LA CULTURA NO ES ESTÁTICA

Pero conviene poner las cosas en perspectiva. Ningún creador trabaja en un vacío. La historia del arte y del diseño es la historia de influencias, reinterpretaciones y fusiones. La cultura se alimenta de préstamos mutuos: el jazz nació de ritmos africanos y europeos; la pintura renacentista bebió del arte clásico grecorromano; la moda japonesa absorbió siglos de influencias chinas y occidentales. La pureza cultural es un mito.

Inspirarse en un huarache para crear un calzado urbano no equivale a expoliar la identidad de un pueblo. Puede ser, y en muchos casos lo es, un reconocimiento y una plataforma para proyectar esa tradición a nuevos mercados y públicos. Si el diseño es exitoso, podría incluso despertar interés por el original y generar oportunidades comerciales para sus creadores.

DEL RECLAMO AL ACUERDO

En este caso, las tensiones parecieran encaminarse a un desenlace distinto. Adidas ya ha ofrecido un acuerdo con los fabricantes originales, lo que incluye reconocer la procedencia del diseño y establecer un esquema de colaboración que permita a la comunidad zapoteca beneficiarse económicamente. De concretarse, no solo desmontaría el discurso de la “apropiación” en este episodio, sino que sentaría un precedente útil: pasar del reclamo abstracto a un beneficio tangible para los verdaderos creadores.

UN NOMBRE FRUTO DEL MESTIZAJE

No deja de ser irónico que el modelo lleve el nombre de Oaxaca, palabra de origen náhuatl que deriva de Huāxyacac, “en la nariz o punta de los guajes” —una planta abundante en la región—, denominación adoptada por los españoles y oficializada como nombre del estado. Es decir, el propio nombre que hoy enarbola el reclamo es producto de un mestizaje lingüístico e histórico que, como tantas veces, fusionó raíces indígenas y herencia colonial. Si esa fusión hubiera sido prohibida en su momento, ni siquiera tendríamos el nombre que hoy sirve de bandera a la protesta.

LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA INDIGNACIÓN

Lo que vemos, sin embargo, es la profesionalización de la indignación. Son las mismas voces —generalmente desde escritorios oficiales o becas universitarias— las que convierten cualquier cruce cultural en un agravio que exige compensación. No buscan acuerdos que beneficien realmente a los artesanos, sino visibilidad y legitimidad pública.

CULTURA VIVA O CULTURA EN VITRINA

El problema de fondo es que este discurso victimista inmoviliza la cultura. La encierra en una vitrina, la declara intocable y condena a sus portadores a una marginalidad “protegida” que no mejora sus condiciones de vida. Olvida que la cultura viva se adapta, viaja, se mezcla y, precisamente por eso, sobrevive.

Si Adidas o cualquier otra marca quiere rendir homenaje a un diseño tradicional, lo sensato es generar colaboraciones directas con las comunidades, compartir beneficios y reconocer el origen. Pero de ahí a satanizar cualquier reinterpretación hay un largo trecho. Convertir la herencia cultural en una trinchera ideológica es la mejor receta para aislarla y empobrecerla.

LO QUE REALMENTE AMENAZA A LAS ARTESANÍAS

La verdadera amenaza para las artesanías no viene de los diseñadores que las reinterpretan, sino del abandono interno, de la falta de apoyo para innovar sin perder su esencia, y de quienes, en nombre de protegerlas, impiden que dialoguen con el mundo. Porque a fin de cuentas, un huarache que no camina, se queda guardado en el armario de la historia.

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